Friday, December 28, 2007

(2008-2084)

"El Grito", de Edvard Munch
“Paseaba por un sendero con dos amigos - el sol se puso - de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio - sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad - mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza”
Edvard Munch.
Habitualmente cuando mencionamos una persona fallecida, George Orwell, por ejemplo, ponemos a continuación, entre paréntesis, el año de su nacimiento y el de su defunción. Si bien las cifras del título de este post se refieren, efectivamente, a años, no estoy pensando en lo imposible, sino en otra cosa, que intentaré explicar.

La llegada de un nuevo año no deja indiferente a nadie y nos encontrará deseándonos felicidades recíprocas. La referencia al año 2084 es arbitraria; la idea es sumar un siglo a “1984”, que es el título de la popular novela de George Orwell (1903-1950), escrita en 1949, esto es, un año antes de su muerte y a 35, de su llegada. La novela describe una sociedad totalitaria, en el que una dictadura interfiere en la vida privada de los ciudadanos en términos que es imposible escapar a su control. La sociedad que describe puede ser la comunista, que, evidentemente, tuvo en mente, pero también presenta analogías con la actual, en la que el control a los ciudadanos, coercitivo o no, se halla más perfeccionado que en ningún otro momento de la historia de la humanidad.

El totalitarismo no es hoy el problema central de la humanidad. En febrero de 2007, en Paris, se dieron a conocer las conclusiones de los científicos contenidas en el cuarto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambios Climáticos, GIEC, que contienen las evidencias científicas del calentamiento global. El informe anterior fue dado a conocer el 2001. Recientemente, la Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático que se celebró en la isla de Bali alcanzó un acuerdo final, después de que Estados Unidos cediera a las presiones internacionales. Dicho consenso abrió el camino para negociar un nuevo pacto sobre cambio climático más ambicioso que sustituya al Protocolo de Kioto a partir del 2012.

El calentamiento global del planeta es producto del efecto invernadero y éste, de la acción humana y en conjunto, una amenaza para la vida de todos los seres que lo habitan. Las manifestaciones del cambio climático son cada vez más evidentes y el hombre común los percibe en el aumento de la temperatura, en el derretimiento de los casquetes polares y glaciares, en el aumento del nivel del mar y sus efectos colaterales se multiplican y los vemos a diario en los noticieros de TV.

Este es el mundo que los individuos de nuestra generación estamos entregando a nuestros hijos y nietos. Cumpliré 79 años, en 2018. ¿Cómo será el mundo entonces? Pero veamos que tan trágico es esto de nuestra herencia. Mi nieto Martín Vidaurre Bravo tiene dos años y tendrá 79 años el 2084. ¿Cómo será el mundo entonces? Los efectos del calentamiento global es pues, una amenaza real y actual a nuestras familias que no deberíamos seguir ignorando..

Nigel Calder publicó en 1965 el libro “El mundo en 1984”, cuya versión en español fue editada en 1967 por Editorial Siglo XXI. En el recogió la opinión de centenares de especialistas, de todas las áreas del conocimiento, que procuraron anticiparse a la evolución de la humanidad. Busqué alguna referencia al calentamiento global del planeta y no encontré nada. La circunstancia que Calder sea hoy el más connotado de los críticos de la teoría del calentamiento global, no dice relación con dicha omisión: los hechos se precipitaron sobre nosotros, en un abrir y cerrar de ojos.

Así y todo, termina un año y empieza otro y vámosnos abrazándonos y deseándonos felicidades y prosperidad. Y eso es precisamente lo que haré. Hablando en serio, deseo a todos mis lectores y a sus familias un muy feliz año nuevo. Dicho lo cuál, me sumergiré en mi inconciente anonimato. Después de tod, no puedo hacer nada. ¿O si?

Friday, December 21, 2007

ELVIO ROMERO: NOSOTROS NO MENTIREMOS


"He pretendido que mis libros respirasen como los hombres; que contuvieran el aliento de nuestra naturaleza encendida por su vasto espacio verde y por el verano; por eso los poblé de personajes y de árboles que cantan y de gente cuyo oficio era sentarse en mitad de la luz del mediodía o del fulgor de la luna, de guitarreros demorados bajo las ventanas para entonar endechas; quise que esos libros invitasen a los viajeros a detenerse y a contemplar la magia de nuestra región escarlata y los he imaginado saliendo a las calles y andando como esos vecinos en cuyos hombros descansan las golondrinas después de un largo vuelo. Resumiendo: quise que mi obra oliese a huerta con azahares en flor, a valle perdido entre las colinas, a bosque o a persona trashumante, y que sus páginas tuvieran un color de banderas sobre los techos solitarios de los pueblos. Al fin y al cabo, yo había salido del silencio de esos pueblos y no podía vivir sino con la costumbre de llevarlos conmigo.” (“Credo poético”. Elvio Romero, (contratapa de sus Poesías completas I).

El paraguayo Elvio Romero (1926-2004), escribió 12 libros de poesía, un ensayo (El poeta y sus encrucijadas) donde figuran memorias personales de sus relaciones con algunos de las glorias literarias del siglo, como Alberti, Neruda, Hernández, entre otros, y una biografía novelada del poeta español Miguel Hernández (Miguel Hernández, destino y poesía). Uno de sus libros más celebrados se llama "Días Roturados". El y el novelista Augusto Roa Bastos son considerados los más importantes exponentes de la literatura paraguaya del siglo XX. En esta serie de grandes poetas sudamericanos publicamos el poema “Nosotros no mentiremos”.


Nosotros no mentiremos

Nosotros no mentiremos,
no habremos de renunciar al oro falso
como quienes apelan de pronto a una impostura;
no diremos que las lluvias traen paz y las
/inundaciones beneficio,
que pueden las cordilleras bajar a las llanuras,
o que en días aciagos el fervor se mantiene
como un metal de permanente brillo.

No, nosotros no mentiremos;
no elegiremos al hijo un sitio fatuo,
no instaremos a su alma a la mansedumbre
ni al inútil orgullo que desvía la luz de la justicia.

No iremos a compartir la mesa
de los mercaderes, no armaremos las trampas
que ellos preparan a los pájaros desorientados en
/invierno,
no deformaremos tampoco nuestra
historia de amor y de penurias
y la ofrecemos tal cual sea en su copa de fiebre y
/de tormento;
y si tuviésemos que edificar en la ilusión
y en el tul del ensueño, nuestro abrazo perenne
será veraz, desgarrador y puro,
de modo tal que puedan acercarse a este sitio los
/claros y los simples.
No, no diremos siquiera
que no envejeceremos, no subiremos a las nubes
/ni bajaremos de las nubes,
y sólo así, con el cáliz en alto, ayudaremos a vivir
con nuestra sola verdad clara, con el idéntico
gesto con que ayudamos a atravesar la calle a los
/mendigos,
y seremos los primeros y los últimos,
igual a todos los mortales masticando su yerba.

No, nosotros no mentiremos.

De “El viejo fuego” (1977)

Monday, December 17, 2007

EL RIO, EL PUENTE Y LA ALAMEDA

Puente de Palo o de los Suspiros, Barranca, Lima.

Chabuca Granda (1920-1983) dijo en una entrevista, poco antes de morir, refiriéndose a “La flor de la Canela”: "Esta canción a la que todo debo, la hice para Victoria Angulo, señora limeña de fina raza negra, por quien Lima tendría que alfombrarse para que ella la paseara de nuevo. A ella y desde ella, esta canción como un ínfimo homenaje a esta admirable raza que nos devuelve con ritmo, con sonrisas y con bondad, los hasta ahora incomprensibles años de injuria de la esclavitud, lo que la historia aún no ha calificado”. En otra entrevista afirmó: “Yo escribí un llamado al limeño moderno para que proteja lo que queda de la capital, para que no permita que se destruyan sus puentes, sus casas, sus recuerdos; que atesore lo antiguo y lo respete".

Chabuca Granda cantaba desde niña, pero sólo después de su divorcio, comenzó a componer canciones inspiradas en sus experiencias cotidianas, su familia, sus amigos, su barrio y sus parajes. En el proceso de sus creaciones no hay compulsiones ni urgencias. La idea es retratar su entorno, anclado en épocas pasadas, en tradiciones que se reproducen, en circunstancias, palabras, visiones, que se enlazan, que fluyen hasta convertirse en versos, acordes y reconocimientos. La composición de “La flor de la canela”, una de sus primeras obras y lejos, la más famosa, evidencia ese proceso.

Chabuca contó que en el año 1949 recibió un premio por una de sus canciones. Durante el almuerzo que siguió a la premiación hizo uso de la palabra el historiador Raúl Porras, que, como ella, era vecino de Barrancas. Durante su alocución pidió "piedad para el río, el puente y la alameda". Esa frase la impactó íntimamente y se convirtió en el primer antecedente de la canción.

Por la misma época Chabuca quería dedicarle una canción a Victoria Angulo de Loyola, su amiga desde la infancia, que era la "Madrina de la Primera Cuadrilla de Cargadores del Señor de los Milagros". Cuando se lo dijo, Victoria se sonrojó. De este hecho nimio y en alusión a las incipientes canas de la homenajeada, habría surgido el verso "jazmines en el pelo y rosas en la cara". Victoria acostumbraba a caminar de regreso a su casa, atravesando el puente para llegar a la alameda. A Chabuca le fue fácil imaginar su andar garboso y elegante "por la vereda que se estremece al ritmo de su cadera". En 1950, la canción seguía siendo un proyecto. A comienzos de ese año, Chabuca asistió a la celebración del cumpleaños de su amigo José Moreno, en su departamento de la Plaza Dos de Mayo, donde en plena tertulia, al abrir la ventana del balcón y contemplar desde allí el cielo, se encontró, súbitamente, con la que, en definitiva, fue el primer verso de la canción: "¡Déjame que te cuente limeño!". En el verso “Ay! Deja que te diga moreno mi pensamiento”, Chabuca hizo un juego de palabras con el apellido de su amigo, al reemplazar, en este verso, la palabra “limeño” por “moreno”.

En una entrevista realizada por Marina de Navasal en Santiago, en 1959, Chabuca explicó el sentido de la primera frase de la canción: "En cuanto al comienzo, la frase "¡Déjame que te cuente limeño!", es una expresión muy nuestra, que se usa en todos los diálogos. El "¡Déjame que te cuente!", es una llamada impaciente al interlocutor que no deja de hablar, porque todos los limeños hablamos al mismo tiempo".

Ella consignó como fecha final de su obra el 7 de enero de 1950 y se la cantó por primera vez a Victoria Angulo el día de su cumpleaños, el 21 de julio de ese año.

Tengo la impresión que la canción se las ingenió por si misma para escapar del estrecho círculo al que estaba confinada por su autora. Su destino no era su incorporación al repertorio de su compositora o de algún artista que la hiciera popular ni un estudio de grabación. Las biografías de Chabuca no hablan de interpretaciones, de giras, de grabaciones. En Perú no se conoce con certeza quién la cantó por primera vez al público masivo y no hubo una grabación satisfactoria sino varios años después.

Al parecer “Los cuatro hermanos Silva”, fueron los primeros chilenos en grabar “La flor de la canela”, que incluyeron en el long-play “Folklore latinoamericano” (1957).

Wednesday, December 12, 2007

¡MI REINO POR UN CABALLO!



En el post “El asesinato de Julio César según Shakespeare”, Junio 2007, recordé una escena del drama de William Shakespeare “Julio César”. Se trataba del discurso de Marco Antonio en su funeral. Ahora quiero recordar otra escena, esta vez de “Ricardo III”, que, en este caso, mi memoria registra no por la lectura de la obra sino por la magistral interpretación del actor Laurence Olivier, en un film que el mismo dirigió en 1954.

La historia:
En la segunda mitad del siglo XV, la guerra civil estalla en Inglaterra: es la "guerra de las rosas", entre las casas de Lancaster y York, la rosa roja y la rosa blanca, según el distintivo de su heráldica. La victoria de Mortimer Cross desplazó del trono a los Lancaster y Eduardo IV, de York, fue proclamado rey. Ricardo III (1452-1485) fue Rey de Inglaterra entre 1483 y 1485. Hijo de Ricardo de York, hermano de Eduardo IV, luchó en la batalla de Barnet (1471) contra las tropas de la familia Lancaster, contribuyendo a la victoria final. Tras la muerte de Eduardo IV, Ricardo, duque de Gloucester, se convirtió en regente del reino, puesto que su sobrino Eduardo V, era menor de edad. Mediante una acusación de ilegitimidad, logró convencer al Parlamento para que desposeyera a su sobrino. Eduardo V y su hermano fueron encarcelados en la Torre de Londres, y posteriormente asesinados. Ricardo III fue proclamado rey en medio de una creciente oposición, que a la postre sería aprovechada por el conde de Richmond, Enrique Tudor, quien, tras desembarcar en Millford Haven, lo derrotó en la batalla de Bosworth Field y le dio muerte.

El drama:
“Ricardo III”, escrita en 1591, es la cuarta obra que Shakespeare escribió sobre la historia de Inglaterra. Se trata de una adaptación de acontecimientos históricos. la crónica del último rey inglés que murió en el campo de batalla, de su espectacular camino hacia el trono y de su rápida caída. Ricardo, duque de Gloucester, es un ser monstruoso y satánico. Está decidido a ser Rey y para conseguirlo usará el engaño, la hipocresía, la crueldad (asesinó a su hermano, su cuñada y sus sobrinos). En la obra, Ricardo III busca justificar sus actos presentándose al público como víctima de las circunstancias y de su deformidad física (era jorobado).

Las escenas recordadas:

Acto quinto. Escena IV

(Otra parte del campo)
Toques al arma, incursiones. Entran Norfolk y fuerzas; se le acerca Catesby.
Catesby: ¡Socorro, lord Norfolk, socorro, socorro! El Rey hace más pródigios que un hombre, atreviéndose a enfrentarse con todos los peligros: le han matado el caballo y combate a pie, buscando a Richmond en la garganta de la muerte. ¡Socorro, ilustre señor, o si no, la batalla está perdida!
Toques al arma. Entra el Rey Ricardo.
Ricardo: ¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo!
Catesby: Retiraos, señor: os ayudaré a encontrar un caballo.
Ricardo: ¡Villano, he echado la vida a una tirada de dados, y afrontaré el azar de la suerte! Creo que hay seis Richmond en el campo: he matado a cinco en vez de él. ¡Un caballo, un caballo! ¡Mi reino por un caballo! (Se van)

Acto quinto. Escena V

(Otra parte del campo)
Toques al arma, incursiones. Entran por lados opuestos el Rey Ricardo y Richmond; luchan y se van luchando. Retirada y toque de trompeta. Luego vuelve a entrar Richmond, con Stanley, que lleva la corona, y otros Lores, y fuerzas.
Richmond: ¡Dios y vuestras armas sean alabados, victoriosos amigos! La jornada es nuestra: ha muerto el perro sanguinario.
Stanley: Valeroso Richmond, bien te has portado. Mira, aquí, esta realeza tanto tiempo usurpada, la he arrancado de las sienes muertas de ese miserable sanguinario, para agracias con ella tu frente: llévala, disfrútala y házle honor.
Richmond: ¡Gran Dios del cielo, di amén a todo esto! Pero, decidme: ¿está vivo el joven George Stanley?
Stanley: Lo está, señor: sano y salvo, en la ciudad de Leicester, adonde, si os place, nos retiramos ahora. Richmond: ¿Qué hombres de importancia han muerto en ambos bandos?
Stanley: John, duque de Norfolk, Walter, lord Ferrers, sir Robert Brakenbury y sir William Brandon.
Richmond: Enterrad sus cadáveres como corresponde a sus prosapias: proclamad un perdón para los soldados huidos que vuelvan con nosotros con sumisión, y luego, como hemos jurado sacramentalmente, uniremos la rosa blanca con la rosa roja. ¡Sonría el cielo sobre esta bella unión, después que tanto tiempo ha fruncido el ceño sobre su enemistad! ¿Qué traidor me oye sin decir amén? Inglaterra ha estado mucho tiempo loca, hiriéndose a sí misma: los hermanos vertían ciegamente la sangre de sus hermanos, los padres, ataban coléricamente a sus propios hijos; el hijo, obligado, era matarife de su padre. Todo esto desunía a York y Lancaster, separadas en horrenda discordia. ¡Oh, ahora Richmond e Isabel, legítimos sucesores de ambas casa reales, se unan por hermosa ordenación de Dios! ¡Y que sus herederos -si así lo quieres, Dios- enriquezcan el porvenir con la paz de liso rostro, con sonriente abundancia y bellos días de prosperidad! ¡Derriba el filo de los traidores, generoso Señor, que quieran reproducir otra vez esos días sangrientos, haciendo llorar a la pobre Inglaterra en ríos de sangre! ¡No les dejes vivir para probar la prosperidad de este bello país! Ahora las heridas civiles están cerradas, y la paz vuelve a vivir para que viva aquí mucho tiempo, Señor, ¡di amén!
(Se van)

La película:

Laurence Olivier dirigió en 1954 el film “Ricardo III e interpretó el rol del sanguinario rey. Como era previsible, el film modifica la obra para permitir adaptarla a las exigencias de la cinematografía. En la película y en la actuación de Olivier, la escena en que, en el fragor de la batalla, Ricardo pierde su cabalgadura y clama al cielo “¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!”, es de tal sinceridad que produce en el espectador el efecto que Shakespeare buscaba: el deseo que Dios escuche a Ricardo y lo provea de un caballo que le permita continuar la lucha, por injusta que sea. La escena es inolvidable.

El cuadro:

La foto que ilustra este post es del “Retrato de Laurence Olivier en el papel de Ricardo III”, de Salvador Dalí. Conocí esta pintura porque fue reproducida en un reportaje fotográfico publicado en la edición internacional de la revista brasilera “O Cruzeiro”, del 1 de Julio de 1957, sobre el actor británico, que ahora tengo a la vista. La idea era scanear la foto, para publicarla. Según el reportaje, el cuadro pertenecía al actor, que mantenía en Londres una importante colección privada. Actualmente la obra pertenece a la “Fundación Gala”, Se trata de un óleo sobre tela, de 73.50 x 63.00 cm. No tuve necesidad de scanearla, una tincada de último momento me hizo buscar el retrato entre las imágenes de Google y ¡ahí estaba! Aparece como una adquisición reciente de la Fundación y forma parte de la exposición “Salvador Dalí en el epicentro del cine”.


Monday, December 10, 2007

DOS LONGEVOS, REBELDES Y GENIALES




Mr. B. Russell y Mr. B. Shaw
El siguiente artículo fue publicado por la revista literaria “La máquina del tiempo” (http://www.lamaquinadeltiempo.com/). Su autor es el filósofo y matemático inglés Bertrand Russell (1872-1970), Premio Nobel de Literatura en 1950, quién, además, fue un connotado pacifista perseguido y encarcelado por sus ideas. Recuerdo haber visto en un noticiario de TV, cuando, a los 89 años de dad fue detenido en una manifestación callejera, en Londres. Russell recuerda en este artículo la trayectoria de George Bernard Shaw (1856-1950), destacado dramaturgo que obtuvo el mismo premio en igual mención años antes que Russell (1926), como reconocimiento a su obra que renovó el teatro de su época. Se trata pués, de dos longevos geniales.


BERNARD SHAW

Por Bertrand Russell


La dilatada vida de Bernard Shaw podría dividirse en tres fases. Durante la primera, que duró aproximadamente hasta sus cuarenta años, era conocido, en un círculo bastante amplio, como crítico musical y, en un círculo mucho más restringido, como polemista fabiano, admirable novelista y enemigo peligrosamente ingenioso de la impostura. Luego, vino su segunda fase, la de escritor de comedias. Al principio, no consiguió que sus obras fuesen representadas, porque no eran exactamente iguales a las de Pinero; pero, finalmente, incluso los empresarios teatrales se dieron cuenta de que eran divertidas, y Shaw alcanzó un éxito muy bien merecido. Creo que Shaw, durante toda esa primera parte de su vida, acarició la esperanza de que, una vez que consiguiese un auditorio para sus bromas, podría lanzar eficazmente su mensaje serio. En consonancia con esa esperanza, en la tercera y última fase de su vida, se presentó como un profeta que pedía la misma admiración para Santa Juana de Arco que para San José de Moscú.
Conocí a Shaw en todas esas fases y, durante las dos primeras, me pareció divertido y útil. En su tercera fase, sin embargo, descubrí que mi admiración tenía límites.Oí hablar de él, por primera vez, en 1890, cuando yo era estudiante y conocí a otro que admiraba la Quintessence of Ibsenismo de Shaw; pero a éste no lo conocí hasta 1896, con ocasión de un Congreso Internacional Socialista reunido en Londres. Yo conocía a muchos de los delegados alemanes, pues me había dedicado a estudiar la Social Democracia alemana. Consideaban a Shaw como una encarnación de Satanás, porque no podía resistir el placer de avivar las llamas dondequiera que hubiese una discusión. Mi opinión sobre él, sin embargo, provenía de los Webbs, y admiraba su ensayo fabiano en donde empezaba a trabajar para desviar de Marx el socialismo británico. En aquel tiempo Shaw era un tímido. En realidad, creo que su ingenio, como el de muchos humoristas famosos, se había desarrollado como defensa ante el temor de burlas hostiles. Entonces estaba empezando a escribir obras de teatro y fue a mi piso para leer una de ellas a un pequeño grupo de amigos. El nerviosismo le hacía temblar y empalidecer y no anunciaba, de ningún modo, la impresionante personalidad que llegó a ser más tarde.
Poco después, estuvimos los dos con los Webbs en Monmouthshire; entonces, Shaw estaba aprendiendo la técnica dramática. Escribía los nombres de los personajes en pequeños rectángulos de papel y, mientras escribía una escena, colocaba los nombres de los personajes que salían en aquella escena sobre un tablero de ajedrez que había frente a él.Fue entonces cuando él y yo tuvimos el accidente de bicicleta que, por un momento, me hizo temer iba a poner fin prematuramente a su carrera. Todavía estaba aprendiendo a montar, y chocó con mi bicicleta con tal fuerza, que se vio arrojado por el aire y aterrizó sobre su espalda a veinte pies del lugar del choque. A pesar de ello, se levantó sin ningún daño y continuó su marcha. En cambio, mi bicicleta quedó estropeada, y tuve que regresar en tren. Era un tren muy lento y, en cada estación, Shaw aparecía en el andén en su bicicleta; metía la cabeza en el vagón, y me hacía burla. Sospecho que consideraba el accidente, en su conjunto, como una prueba de las excelencias del vegetarianismo.
Almorzar con Mr. y Mrs. Shaw en Adelphi Terrace era una experiencia algo curiosa. Mrs. Shaw era un ama de casa muy buena y solía preparar a Shaw unas comidas vegetarianas tan deliciosas, que todos los invitados lamentaban comer sus menús más convencionales. Pero Shaw no podía resistir el repetir, con bastante frecuencia, sus anécdotas favoritas. Todas las veces que contaba el caso de su tío, que se suicidó metiendo la cabeza en un maletín y cerrándolo luego, aparecía un gesto de malestar intolerable en la cara de Mrs. Shaw y, si uno se sentaba cerca de ella, tenía que tener cuidado y hacer que no oía a Shaw. Pero esto no afectaba para nada la solicitud de ella hacia él. Recuerdo un almuerzo al que asistió una joven y encantadora poetisa, con la esperanza de leer sus poemas a Shaw. Cuando nos despedíamos, Shaw nos dijo que ella se quedaba todavía con ese fin. Sin embargo, al irnos, nos encontramos con ella en la puerta; Mrs. Shaw la había llevado allí por medios que no tuve el privilegio de conocer. Cuando, poco después, supe que esa misma joven se había cortado el cuello ante Wells, porque éste rehusaba hacerle el amor, concebí un respeto aún mayor que antes por Mrs. Shaw.La solicitud de su mujer por Shaw no era ninguna sinecura. Cuando los Shaws y los Webbs tenían casi ochenta años, todos ellos, vinieron a verme, a mi casa de South Downs. La casa tenía una torre desde la que se veía un bello paisaje, y todos subieron las escaleras. Shaw iba el primero y Mrs. Shaw detrás. Durante todo el tiempo que duró el ascenso, la voz de ella llegaba desde abajo, advirtiendo: "¡GBS, no hables, mientras subo la escalera!" Pero su consejo fue totalmente ineficaz, y siguieron fluyendo, sin ninguna interrupción, las frases de Shaw.

Los ataques de Shaw a la insinceridad y a la hipocresía victorianas fueron tan beneficiosos como divertidos y, por ellos, los ingleses han contraído una deuda de gratitud con él. El disimulo de la vanidad formaba parte de la insinceridad victoriana. Cuando yo era joven, todos representábamos la comedia de no considerarnos mejores que nuestros vecinos. A Shaw le resultaba fatigoso ese esfuerzo, y ya había abandonado esa actitud cuando empezó su vida pública. La gente inteligente acostumbraba a decir que Shaw no era anormalmente vanidoso, sino, solamente, anormalmente cándido. He llegado a pensar, más tarde, que esto era erróneo. De ello quedé convencido cuando presencié dos incidentes. El primero tuvo lugar en un almuerzo que se daba en Londres en honor de Bergson, al que Shaw había sido invitado, como admirador, junto con algunos filósofos profesionales que consideraban a Bergson con más sentido crítico. Shaw empezó a exponer la filosofía de Bergson al estilo del prefacio a Matusalén. En su versión, era difícil que la filosofía bergsoniana obtuviera el respeto de los filósofos profesionales, y Bergson interrumpió, suavemente: "No, no. No es exactamente eso." Pero Shaw no se inmutó en absoluto, y respondió: "Mi querido amigo, entiendo su filosofía mucho mejor que usted." Bergson cerró los puños y estuvo a punto de estallar; pero, con mucho esfuerzo, consiguió dominarse, y el monólogo expositivo de Shaw continuó.

El segundo incidente ocurrió en una entrevista con el anciano Masaryk, que estaba en Londres en visita oficial y que, por medio de su secretario, dio a entender que existían algunas personas a las que desearía ver a las diez de la mañana, antes de que comenzasen sus deberes oficiales. Yo fui uno de ellos, y cuando llegué descubrí que el resto estaba formado solamente por Shaw, Wells y Swinnerton. Todos llegamos puntualmente, con la excepción de Shaw que llegó tarde. Fue directamente hacia el gran hombre y le dijo: "Masaryk: la política exterior de Checoslovaquia es completamente errónea." Desarrolló este tema durante diez minutos y se fue, sin esperar la respuesta de Masaryk.Shaw, como muchos hombres de ingenio, consideraba al ingenio como adecuado sucedáneo de la sabiduría. Podía defender cualquier idea, por estúpida que fuera, con tanta inteligencia que pareciesen locos los que no la aceptaran. Me encontré con él una vez en un "Erewhon Dinner" en honor de Samuel Butler, y vi, sorprendido, que aceptaba, como si fuera el evangelio, todas las palabras proferidas por aquel hombre sabio, incluso teorías que sólo pretendían ser chistes, como, por ejemplo, que la Odisea había sido escrita por una mujer. La influencia de Butler sobre Shaw fue mucho más grande de lo que cree la generalidad. De él proviene la antipatía de Shaw hacia Darwin, antipatía que posteriormente hizo de él un admirador de Bergson. Es curioso que las concepciones que adoptó Butler, con el fin de tener una excusa para discutir con Darwin, formaron parte de la ortodoxia oficialmente impuesta en la URSS.El desdén de Shaw por la ciencia es indefendible. Como Tolstoi, no podía creer en la importancia de nada que no conociese. Era un enemigo apasionado de la vivisección. Creo que ello se debía, no a su simpatía por los animales, sino a la desconfianza en el conocimiento científico que con la vivisección se pudiera alcanzar. También creo que su vegetarianismo no se debía a impulsos humanitarios, sino a impulsos ascéticos, a los que dio plena expresión en el último acto de Matusalén.

La gran fuerza de Shaw estaba en la controversia. Shaw descubría infaliblemente todo lo que hubiese de inconsistente o de insincero en su contradictor, con gran regocijo de sus partidarios en la controversia. Al empezar la primera guerra mundial, publicó su El sentido común acerca de la guerra. Aunque no escribiese como pacifista, irritó a la mayoría de la gente patriótica, al rehusar su aquiescencia al hipócrita tono altamente moral del gobierno y sus seguidores. En este aspecto, su valor era inapreciable, hasta que fue víctima de la adulación del gobierno soviético y perdió, de repente, su capacidad crítica y su capacidad de descubrir la insinceridad, si lo criticable y lo insincero provenían de Moscú. Por excelente que fuera en la controversia, no era, ni mucho menos, tan bueno cuando se trataba de establecer sus propias opiniones, que eran algo caóticas hasta que, en sus últimos años, se adhirió al marxismo sistemático. Shaw tuvo muchas virtudes que merecen la mayor admiración. Carecía en absoluto de miedo. Expresaba sus opiniones con el mismo vigor cuando eran populares que cuando eran impopulares. Era un enemigo despiadado de los que no merecían ninguna piedad; pero, a veces, también, de las que no merecían ser sus víctimas. En resumen, se puede decir que hizo mucho bien y algún mal. Como iconoclasta, era admirable; pero como icono, lo era bastante menos.

Wednesday, December 05, 2007

EL COLOR DE MIS CALCETINES



Cada vez que sale conmigo, mi esposa termina dejándome sentado en algún lugar. “Espérame aquí, no te muevas”, dice. Si bien no me queda otra alternativa que esperarla, tranquilo, siempre vuelve (¿quién es la que viene aquí, tan bonita y tan gentil? ¿Quién es la que viene hacia mi¿), -si no me arranqué antes, cuando podía, hoy no me queda sino esperar. (Esperare/a que vayas por donde yo voy,/ a que tu alma me des como yo te la doy). Esperaré, ¡ah!, pero me moveré, eso si que no lo transo.

Esta vez el asiento es cómodo. Lo malo es que a mi lado duerme una vieja gorda. Se que duerme porque ronca, se que es vieja, porque todas las viejas son viejas y se que es gorda porque me doy cuenta que no puede controlar sus gases y porque, además, irradia un calor maligno.

Desde que me senté aquí he permanecido inmóvil. (La verdadera causa final reside en los seres inmóviles, como lo muestra la distinción establecida entre las causas finales, porque hay la causa absoluta y la que no es absoluta. El ser inmóvil mueve con objeto del amor, y lo que él mueve imprime el movimiento a todo lo demás). Estoy cómodo, con las piernas cruzadas, la izquierda sobre la derecha. Cambiare de posición, pondré mi pierna derecha sobre la izquierda, y luego al revés, un cambio incesante, cada vez más rápido. Presumo por un cierto barullo que mis cambios de piernas atraen la atención del público. Un niño, lo reconozco por su voz, no es mi ángel de la guarda, pregunta con candidez ¿señor, porque hace eso?. Trato de cazarlo con mis ojos y respondo, “primero porque me gusta; hacerlo me recuerda una película de Sharon Stone, que me gustó mucho. Luego, para contrariar a mi mujer”. Mi respuesta provoca la risa de los observadores.

Las risas despiertan a la gorda, la que, al parecer, se levanta y se enreda entre mis piernas, que, por lo largas, siempre me causan molestias; a veces no tengo donde ponerlas (“¿Qué tan largas deben ser las piernas de un hombre?. Respuesta, lo suficiente para que lleguen al suelo”). “¿Qué nunca le enseñaron como sentarse?", me espeta la vieja. Me doy por aludido y respondo como el caballero que soy: “Estimada señora, me disculpo si le causo alguna molestia. En cuanto a su pregunta, la verdad es que siempre tuve mala memoria pero con el tiempo se me acentuó, de modo que no lo sé”. La vieja vuelve al ataque con una violencia verbal inaudita, -“debería darle vergüenza exhibir esos calcetines horribles”. Poco a poco las risas se disipan y vuelvo a lo mío.

Al rato se sienta a mi lado un caballero, que hace un comentario que no capto, sobre el calor, algo así. Se hace un silencio que me encargo de romper. Miro a mi derecha y hablo con ponderación. “Estimado señor, es posible que me informe de que color son mis calcetines?” Sólo dejo constancia de su respuesta, aunque me doy cuenta que la gente no está acostumbrada a este tipo de consultas. “Supongo que es no vidente ¿verdad? Sus calcetones son… bueno, no son blancos invierno, ni crema. Tampoco son café o beige, Sabe, para ser franco, son color caca de guagua…” “!Ah!, insisto, “¿Diría usted que son horrorosos? “Pués si, son horrorosos”.

¡”Hola flaco, ¿me demoré mucho”? Respondo con un escueto “no, vamos”? (“En una casa se encuentra un calcetín huacho. Se sentía triste y conversaba con otro calcetín, huacho también, y le decía que iba a quedarse un par de meses en una caja y que nadie lo iba a ayudar”).

Saturday, December 01, 2007

CENTENARIO DE SAMUEL ROMAN

La ciudad de Santiago fue fundada por Pedro de Valdivia el 12 de Febrero de 1541. El 4 de septiembre de 1545, el Gobernador Valdivia envió al emperador Carlos V una carta, donde describe las bondades de la nueva colonia, que constituye una fuente relevante de nuestra historia patria. Esta carta es recordada por un singular monumento instalado en la avenida Libertador Bernardo O’Higgins, en el cerro Santa Lucía y consiste en una piedra de 2 metros labrada con un párrafo extractado del texto de dicha carta. Se trata de una obra del escultor chileno Samuel Román, quién si estuviera vivo, murió en 1990, habría cumplido cien años el 8 de Diciembre de este año.
En mi época de estudiante estuve frente a este monumento varias veces. Es posible que en alguna de ella fuera para copiar su texto, como tarea escolar. Hoy, el estudiante no necesitaría ir al cerro, dicho texto está en Internet:
"Y para que haga saber a los mercaderes y gentes que se quiesen venir a avecindar que vengan; porque esta tierra es tal que para vivir en ella y perpetuarse, no la hay mejor en el mundo, digolo porque es muy llana. Sanisima de mucho contento; tiene cuatro meses de invierno no más que ellos si no es cuando hace cuarto la luna que llueve un día o dos todos los demás hacen tan lindos soles que no hay para que llegarse al fuego, el verano es tan templado y corren tan deleitosos aires que todo el día se puede el hombre andar al sol que no le es importuno. Es la más abundante de pasto y sementeras y para darse todo género de ganado y plantas que se puede pintar mucha e muy linda madera para hacer casas infinidad otra de leña para servicio dellas y las minas riquísimas de oro e toda la tierra está llena dello y donde quieran que quisieren sacarlo allí hallaran en que sembrar y con que edificar. Y agua. Leña y yerba para sus ganados, que parece la crio Dios a posta para poderlo tener todo a la mano".
Carta enviada por el Gobernador de Chile Don Pedro de Valdivia a S.M. el rey Carlos V el 4 de septiembre de 1545”

Samuel Román realizó una prolífica obra, en greda, yeso, bronce, terracota y piedra. En 1964 recibió el Premio Nacional de Arte. Fue el primer escultor en ganar este Premio.
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