TESEO Y YO
“El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni vestigio de sangre. “-¿Lo creerás, Ariadna? – dijo Teseo--. El minotauro apenas se defendió.”
(Jorge Luis Borges: “La Casa de Asterión”)
Mi apellido materno es fonéticamente idéntico a TESEO, el personaje de la mitología griega. Siempre supuse que el apellido TESSEO era de origen italiano. Yo no conocí a mi abuelo materno, que falleció cuando mi madre era niña. Sólo se por ella que era inglés, hijo de padre italiano y de madre inglesa. Mi abuelo se llamaba Salvatore Torino Tesseo Lane. Cuando estuve en Roma examiné el directorio telefónico con la esperanza de encontrar a alguien que tuviera este apellido, pero no encontré ningún Tesseo.
Como es lógico, desde mi niñez me interesó la leyenda de Teseo, entre otras razones, por que muchas veces tuve que explicar la leyenda del Laberinto de Creta, del Minotauro y de todos los personajes de la mitología griega que se relacionan con ella.
El primer personaje de esta historia es el Minotauro, monstruo que tenía el cuerpo de un hombre y la cabeza de un toro. Poseidón, dios del mar, envió a Minos, Rey de Creta, a su ruego, un toro blanco como la nieve para ser sacrificado. Esta petición tenía un sentido. Según la leyenda, Zeus disfrazado de toro blanco raptó a Europa, una bella princesa fenicia y cruzó con ella a nado el mar, llegando a Creta, donde Europa tuvo tres hijos, uno de ellos Minos. Poseidón acogió la solicitud de Minos y un toro blanco llegó nadando a la isla, pero Minos se negó a sacrificarlo provocando la ira del dios del mar. Para castigarlo, Poseidón hizo que Parcifae, la esposa de Minos, se enamorara del toro y engendrara un monstruo. Para encerrarlo, Minos ordenó a Dédalo que construyera un laberinto, construcción compuesta de pasadizos y habitaciones tan intrincadas, que impedía la salida del que era encerrado o entraba en el edificio.
Egeo, Rey de Atenas y padre de Teseo, mató a Androgeo, hijo de Minos. En venganza, marchó éste contra la ciudad griega y con la ayuda de los dioses logró desencadenar contra ella la peste y el hambre. Para poner término a estas calamidades, los atenienses se vieron forzados a dar a los cretenses las satisfacciones sugeridas por el oráculo de Delfos, enviar a la isla, periódicamente, siete mancebos y siete doncellas que debían perecer devorados por el Minotauro.
Teseo obtuvo que su padre lo enviara a Creta, junto al grupo de jóvenes que debian ser sacrificados. La leyenda dice que Ariadna, la hija de Minos, se enamoró del príncipe ateniense a primera vista y, por ello, le reveló la única forma de entrar y salir del laberinto, que le había sido confidenciada por Dédalo. Ariadna, bajo promesas de amor, le entregó a Teseo un ovillo de hilo que sujetó a la entrada del laberinto. Teseo lo iba desovillando a medida que penetraba en su interior. Al encontrar al Minotauro, Teseo lo enfrentó y lo mató, liberando de este modo a los jóvenes que iban a morir en sus fauces.
La literatura, la historia y la arqueología nos proporcionan nuevas luces para completar la visión de Teseo.
Los historiadores nos informan que hacia el año 3000 AC floreció en la isla de Creta una civilización cuya influencia cultural y económica se expandió por toda la región del mar Egeo, incluyendo la península de Los Balcanes. Los cretenses bajo la conducción de Minos desarrollaron una una poderosa flota que les aseguraba el dominio del mar. Sus principales ciudades fueron Cnossos, Faistos y Haga Triada, cuya fundación se atribuye a Minos. Por ello se denomina a dicha civilización con el nombre de “minoica”. Su máximo esplendor lo alcanzó, al parecer, alrededor del siglo XVII AC, para entrar después a una lenta pero sostenida decadencia. Fue pues Creta, antes que Atenas, el centro de la civilización griega. Ello explica que Atenas debiera rendir tributos a Creta, enviando a su jóvenes para ser devorados por el minotauro.
Plutarco, historiador griego, que vivió durante el primer siglo de nuestra era, escribió una extensa biografía de Teseo, en la que recogió todas las aventuras que la mitología le atribuye, que, dicho sea de paso, se extienden mucho más lejos que su estadía en la isla de Creta. Dicho relato constituye el primer capítulo de sus “Vidas Paralelas”, biografías de hombres ilustres de la antigüedad, en las que compara la vida de un griego y un romano. Plutarco en esta obra compara a Teseo con Rómulo, a quién se atribuye la fundación de Roma.
Teseo era descendiente de Erecteo, Rey de Atenas, y de los primeros “autónomos”, esto es, de los hombres brotados espontáneamente de la tierra. Este es un antecedente interesante. Plutarco nos informa, indirectamente, que los griegos primitivos no tenían como otros pueblos una teoría religiosa del origen de la vida. La teoría de los “autónomos” nos recuerda modernas concepciones sobre la evolución de las especies.
La arqueología también hizo aportes substanciales para cotejar el mito de Teseo con sus evidencias materiales. H.W. Janson, destaca en su obra “Historia del Arte”, los resultados de las excavaciones que Sir Arthur Evans encabezó en la isla de Creta, a comienzos del siglo XX. Estos trabajos le permitieron identificar las ruinas del Palacio de Minos, que data del año 1700 A.C. la más imponente de las construcciones descubiertas, y que, por sus características, responde a las del laberinto que según la mitología habría construido el célebre Dédalo, por ordenes del Rey Minos.
Para concluir digamos que la literatura también se ha ocupado e interpretado el mito griego. En su drama “Teseo”, el escritor griego Nikos Kazantzakis, autor de obras como “Alexis Zorba” y “La Ultima Tentación de Cristo”, el hijo de Egeo no es el vencedor del minotauro, sino su libertador". Luego de su lucha con Teseo, Kouros recupera su rostro humano. No pierde la vida en sus manos, sólo su cabeza de toro. Jorge Luis Borges es autor de un cuento notable, “La casa de Asterión”, una suerte de monologo, en el que el Minotauro sueña con su liberación. Por último, debo mencionar en este recuento a la novelista inglesa Mary Renault escribió dos novelas que tratan del mito de Teseo; “El Rey debe Morir”, que narra la época de la juventud y “Teseo, Rey de Atenas”, que relata su regreso a Atenas, después de su victoria de Creta.
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