Friday, May 23, 2008

LA NOSTALGIA Y EL CAMBIO

La Isla Utopía, ilustración de Ambrosii Holbein,
para la edición de 1518

“Un mapa del mundo que no incluye Utopía no es digno de echarle una mirada”
Oscar Wilde

Siempre supe que todo cambiaría con los años y así fue. Ya no soy el mismo hombre de los años 60, 70 o 90; pero también cambiaron mis parientes, mis amigos, mis vecinos, los barrios en que viví, la ciudad, el país. Y cambió el mundo. El dilema no era el cambio, en si mismo, sino su naturaleza, su sentido. El cambio estaba, desde siempre, en la esencia de todas las cosas; ese no era el tema que nos ocupaba en los años 60. La transformación que esperábamos, tenía que ver con los individuos (“el hombre nuevo”) y con la sociedad, es decir, el que nos habían anunciados nuestras respectivas utopías. El cambio, incluso el cambio que lo revolucionó todo, lo hicieron, sin embargo, los que, en la misma época, se oponían a todo cambio, en el que veían sólo amenazas. Los cambios los hicieron los mismos que los vienen haciendo desde la revolución industrial, los que nos proveen de mercaderías superfluas, innecesarias, pero que debemos adquirirlas con urgencia, como si en ello nos fuera la vida. No hubo un cambio en lo social, la sociedad es la misma; tampoco político; seguimos donde mismo, o, más bien, volvimos donde mismo, al momento en que se nos es permitido pensar que es posible un cambio, como el que nos interesaba. Pero ahora no contamos con utopías en las que pudiéramos confiar. Después de todo, también nosotros las hemos abandonado y se encogieron, se oxidaron, se apolillaron. Hoy, “ser” es sinónimo de “consumir”. Lo vital es “el consumo”, más bien “nuestro consumo”.

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