!AY OLVIDOS¡
Cuando en una conversación olvido un nombre o un dato, siento que es un soplo la vida y que la memoria no es un amor que se vuelva resistente a los años. Un simple olvido se presenta, entonces, en este escenario, como una mueca del tiempo, que acecha como un ladrón detrás de la puerta. Es posible que exagere, que este tipo de accidentes sea un hecho cotidiano, inocuo, pero, a esta altura de mi vida, activa todas mis alarmas.
Sucede que mis principios siempre incluyeron el mandato socrático “conócete a ti mismo”. Sin embargo, nunca me interesé en la biología. Desde niño padecí una alta miopía, que se acentuó en los últimos años. Cuando consulté a un oftalmólogo me explicó el origen de mi pérdida de visión y me dio el nombre de dicha afección, que después no pude recordar. Esta vez podría justificar este olvido por las conclusiones del especialista: la imposibilidad de una intervención quirúrgica, atendido el deterioro de la retina. La denominación daba lo mismo y seguí hablando de miopía. Días atrás, a raíz de los olvidos que originaron estas reflexiones, decidí que era hora de saber exactamente el nombre de mi enfermedad ocular y lo encontré en internet, se llama “degeneración macular seca relacionada con la edad”. En este caso, mi olvido era, además, una consecuencia de una ignorancia: no recordaba la existencia de la mácula. Todo indica que debo haberla estudiado en clase de biología, pero la olvidé. No es que no conozca la palabra, que siempre asocié a la idea de mancha. Tal vez haya contribuido a este olvido el uso frecuente en nuestro idioma, en una acepción religiosa, de la palabra “inmaculada”, es decir, sin mancha.
Para cerrar el círculo, diré que está dolencia está relacionada con la edad, se presenta siempre en personas mayores de 60 años y afecta a millones de personas en todo el mundo. Es la segunda causa más frecuente de la ceguera, después de la diabetes.
Sucede que mis principios siempre incluyeron el mandato socrático “conócete a ti mismo”. Sin embargo, nunca me interesé en la biología. Desde niño padecí una alta miopía, que se acentuó en los últimos años. Cuando consulté a un oftalmólogo me explicó el origen de mi pérdida de visión y me dio el nombre de dicha afección, que después no pude recordar. Esta vez podría justificar este olvido por las conclusiones del especialista: la imposibilidad de una intervención quirúrgica, atendido el deterioro de la retina. La denominación daba lo mismo y seguí hablando de miopía. Días atrás, a raíz de los olvidos que originaron estas reflexiones, decidí que era hora de saber exactamente el nombre de mi enfermedad ocular y lo encontré en internet, se llama “degeneración macular seca relacionada con la edad”. En este caso, mi olvido era, además, una consecuencia de una ignorancia: no recordaba la existencia de la mácula. Todo indica que debo haberla estudiado en clase de biología, pero la olvidé. No es que no conozca la palabra, que siempre asocié a la idea de mancha. Tal vez haya contribuido a este olvido el uso frecuente en nuestro idioma, en una acepción religiosa, de la palabra “inmaculada”, es decir, sin mancha.
Para cerrar el círculo, diré que está dolencia está relacionada con la edad, se presenta siempre en personas mayores de 60 años y afecta a millones de personas en todo el mundo. Es la segunda causa más frecuente de la ceguera, después de la diabetes.
1 Comments:
No te preocupes Jorge. Mal de muchos.... consuelo de "otros".
A mi me pasa a cada rato que olvido cosas.
Bueno... ¿Qué es lo que te iba a decir en este comentario?
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