COROLIANO, UNA MAQUINA DE GUERRA
“Menenio: Cuando camina se mueve como una máquina de guerra…Su voz es un tañido fúnebre, su refunfuñar un redoble de tambores”. Coriolano, Acto V, esc. 4
La primera lectura de Coriolano, uno de los dramas históricos de William Shakespeare, me impresionó por la violencia de su trama. Esta impresión sobrevivió al recuerdo de su argumento. Me percaté de este hecho cuando reencontré la misma historia en uno de los capítulos de “Vidas Paralelas”, de Plutarco, que coteja las biografías del general romano y del griego Alcibiádes. Después de releerla, mi atención se fijó en el conflicto entre Coroliano y la plebe.
La primera lectura de Coriolano, uno de los dramas históricos de William Shakespeare, me impresionó por la violencia de su trama. Esta impresión sobrevivió al recuerdo de su argumento. Me percaté de este hecho cuando reencontré la misma historia en uno de los capítulos de “Vidas Paralelas”, de Plutarco, que coteja las biografías del general romano y del griego Alcibiádes. Después de releerla, mi atención se fijó en el conflicto entre Coroliano y la plebe.
Shakespeare tuvo la obra de Plutarco, como única fuente para escribir la tragedia. Cayo Marcio fue un general romano que se destaco en la guerra contra los volscos y en la conquista de la ciudad de Corioles (493 a.C.) acciones que recuerda su apodo. A causa de su despotismo y por haber prohibido la distribución de trigo a la plebe, fue exiliado de Roma; refugiándose junto a los volscos, sus antiguos enemigos. Para vengarse de su patria los levantó en armas contra Roma. Esta acción fue detenida a las puertas de la ciudad por su propia madre (Veturia) y su mujer (Voluminia), quienes le convencieron para que se retirara. Los volscos lo consideraron un traidor, y lo condenaron a muerte.
La historia de Cayo Marcio le permitió a Shakespeare construir un personaje complejo, prisionero de su carácter, de su temperamento, del que no le es posible liberarse, lo que le da a la obra la categoría de tragedia. La plebe, por su parte, detestaba su despotismo así como sus costumbres, que favorecían a los patricios.
En el Acto II esc. 3, exclama:
“Coroliano: ¡Que las llamas de lo más profundo del infierno envuelvan al pueblo! ¡Llamarme traidor a él! ¡Injuriador tribuno! ¡Aun cuando veinte mil muertes amenazaran en tus ojos; aun cuando tus manos contuvieran millones de amenazas y tu lengua el doble, te diría que mientes con una voz tan libre como aquella con que ruego a los dioses!”
La obra gira sobre este punto, en el que el personaje no puede sino ser consumido por los acontecimientos que desata, que no comprende y que no puede combatir:
“Coriolano: ¿Qué pedís, perros, que no queréis ni la paz ni la guerra? La una os asusta; la otra os hace arrogantes”. (I, 1.)
“Coriolano: ¿Cómo he de decir “Os ruego señor… mío?” !Mala peste! No puedo exponer mi lengua a un paso semejante. ”Mirad mis heridas señor; las he ganado en servicio de mi país, cuando algunos de vuestros hermanos enrojecían de temor y huían ante el ruido de nuestros propios tambores” (1,2).
Aquí el centro no es el conflicto social, la lucha entre patricios y plebeyos, la lucha de clases del “Manifiesto Comunista”, de Marx, sino el complot de los patricios contra el odioso militar. La plebe no es agente del cambio, sólo carne de cañón:
“Bruto: (a Sicinio) Es necesario, en efecto, que la ruina le alcance a el o a nuestra autoridad. Para llegar a este fin, debemos recordar a los plebeyos que odio les ha tenido siempre” (II,1).
“Sicinio: …estaremos ante la ola popular, y esta revuelta que hemos aguijoneado parecerá nacida de un solo movimiento, lo que es verdad en parte” (II,3)
El dramaturgo alemán Bertold Bretch reescribió Coroliano y en su versión el general romano aparece como un individuo que rema contra la corriente de la historia, que intenta detener su curso. El pueblo no es un sujeto pasivo, como en la original, sino el que hace la historia. Pero este podría ser tema de otro post.
1 Comments:
Hola Jorge:
Comento por asociación de ideas.
También hay quienes en nuestros días pontifican contra los suyos, o los logros de los suyos.
Actualmente circula un libro, bastante caro, en que un periodista
joven despotrica contra nuestro Mundial del 62, calificándolo de mito y llenándo páginas con diatribas que lo presentan como el peor de la historia.
Los que lo vivimos no podemos negar que tuvo muchas imperfecciones, pero a la vez generó miles de emociones positivas.
En verdad, los parámetros de comparación con otros mundiales
no resultan del todo aceptables.
Para que veas que en toda época, es fácil tratar de desconocer méritos de compatriotas de otros tiempos.
Saludos.
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