Saturday, November 17, 2007

TRENES RIGUROSAMENTE AÑORADOS III

"La Copiapina", locomotora del primer ferrocarril chileno



En abril de este año, aprovechando la festividad de Semana Santa, visité a mi hija Carmen, recién avecindada en Copiapó por razones laborales. En una breve visita a Caldera. tuve la oportunidad de conocer la ahora remodelada estación del primer ferrocarril que existió en Chile, que unió las ciudades. Este recuerdo me permite continuar esta serie dedicada a los trenes, ahora desde una perspectiva distinta, la de un visionario emprendedor y de dos viajeros alemanes del siglo XIX.

William Wheelwright (1798-1873) nació en Newbury Port, Massachussets. Hizo fortuna en el negocio del transporte marítimo, actividad que desarrolló en Chile desde 1829. En 1840 fundó la “Pacific Steam Navigation Company”. Como consecuencia natural de su éxito como empresario naviero, Wheelwright proyectó unir Copiapó y el puerto de Caldera mediante una vía férrea, lo que le permitía transportar mercancías y pasajeros entre ambas ciudades, en forma más rápida y eficiente. Obtuvo la concesión gubernamental a fines de 1849 y la construcción de la vía se inició en marzo de 1851. El ferrocarril se inauguró el 25 de diciembre del mismo año. Wheelwright fue, además, creador del primer cuerpo de bomberos del país, en 1851, de la primera línea de telégrafo, que conectó Valparaíso con Santiago, en 1858.i
En un sitio de la universidad de Atacama hay dos relatos de viajeros alemanes que escribieron sobre el ferrocarril.

Paul Treutler llegó a Chile en 1851, para trabajar en actividades mineras. En el libro que publicó a su regreso a Alemania, 15 años más tarde, relata su viaje en el tren, en el que hace algunas observaciones interesantes. Cuenta que al escuchar el “pito agudo de la locomotora” los pasajeros a Copiapó, tenían que caminar “jadeando por la arena profunda” para subir al tren. Los vagones tenían un largo de 12,40 m, un pasillo central con dos puertas a los extremos. A los dos lados del pasillo habían asientos. Paul Treutler se extraña que durante el viaje los pasajeros podían cambiarse de asiento e, incluso, de vagón. Estima como “bien económico” el valor de los pasajes. Cuenta que se sorprendió cuando advirtió que en el último vagón se había instalado “la banca para jugar.” El viaje duró alrededor de tres horas. Treutler hace descripciones detalladas del desértico paisaje. El párrafo final del relato es una buena fotografía de la vida material y de las costumbres de la época, que no terminan de sorprender al viajero: “En la estación esperaron la llegada del tren personas de todos los tipos y coches elegantes de dos caballos. Mucho mejor que en Valparaíso. Muchos carros con mulas para llevar el equipaje de nosotros”. Explica que por el volumen de su equipaje, demoró en salir de la Estación, lo que le permitió descubrir que algunos pasajeros del último vagón continuaron jugando tranquilamente, después de su arribo a Copiapó. “!Que pasión!”, es su único comentario.

Herman Burmeister, un científico prusiano, amigo de Alejandro von Humboldt, viajó por América del Sur, antes de radicarse en Argentina, donde contribuyó al desarrollo de las ciencias naturales. En su relato “Recorrido por tren entre Copiapó y Caldera”, cuenta que el 1 de abril (1860) a la una me subí al tren de Copiapó hacia Caldera, el puerto nuevo, construido en 1842, en una distancia de 18 leguas (75 km) a la ciudad. Se paga tres pesos para la primera clase y 4 reales para un bulto de equipaje de tamaño regular. El tren necesita 3 horas y llega a las 4 en la tarde a Caldera”. Como Treutler, Burmeister hace un pormenorizada descripción del paisaje que observa desde su asiento, pero lo que queremos destacar aquí es la situación de los pasajeros: “El viento del mar, que sopla cada tarde aquí igual que en Copiapó y que puede ser muy molestoso por el polvo fino que se levanta de los caminos de tierra. Siempre con este viento estábamos adentro de los vagones cerrados como en un horno, no solamente por el calor, también por el polvo que entró por cualquier hendidura y nos pintó como panaderos. La ropa y la piel tomaron un color realmente amarillo – blanco por las partículas de polvo. Y eso había que sufrir una hora y media”.Algunas de sus observaciones son propias de un científico: “Un poco abajo de la estación de Monte Amargo el viajero especialmente sí es científico puede observar un fenómeno natural muy interesante: Un antiguo fondo marino con enormes cantidades de conchas de almejas y caracoles, como las que todavía se encuentra en la misma forma como el mar las dejó a su retirada... Aquí la distancia hacía al mar es 5 leguas (21 km) y la altura es 400 pies (125m) sobre el nivel del mar. Las almejas datan de una época histórica de nuestra tierra… y se puede encontrar en forma viva hoy día en el mar cercano. Ellas prueban que la tierra se levantó tantos metros del océano hasta donde hoy se encuentran. Se conoce este fenómeno desde hace mucho tiempo, y muchos geognósticos se dedicaron de este fenómeno en una forma muy detallada. Especialmente Darwin en sus “Geological Observations on South-America” en el segundo capítulo de su libro toca este tema muy profundo. Burmeister narra un episodio curioso, cuando, por un momento se comporta como un colegial indisciplinado: “Mientras tanto el tren se paró en la última estación, 2 leguas (8,5 km) antes de llegar a Caldera, en una altura de 350 pies (108m) sobre el nivel del mar, yo me rápidamente bajé del tren para recolectar algunos de estas almejas. Así yo agarré con suerte un buen poco del material. En el momento donde el tren empezó de moverse yo salté rápidamente hacia adentro y ningún oficial se preocupó de mi y nadie me molestó durante este acción. ¡Qué dijeron en un ferrocarril alemán en una situación así!

La traducción de ambos relatos al español es malísima. El resultado sería parecido si Federico tradujera y escribiera en español lo que Otto le dicta en alemán. Bueno amigos: Yo me bajo aquí.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Muy simpático e interesante el artículo sobre el tren entre Caldera y Copiapó. En el libro de historia sostenían que este era el primer tren que se había construído en América del Sur. Por lo menos eso creo que decía. Lo de la fecha si lo llevo registrado en la memoria 1851. Para mi, de chico, eso era extraordinariamente antiguo. Además, los trenes siempre han producido una profunda fascinación en todos los espíritus jovenes. Este castellano salió peor aún que el de los alemanes mencionados en la crónica.

Oscar

1:14 AM  

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