NOTICIAS Y LIBROS
Recuerdo tres casos en los que una noticia publicada en un periódico sirvió como argumento literario. El poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum publicó “El amor desenterrado y otros poemas”, en el año 1995. El extenso poema que da nombre al libro, está precedido de la reproducción de una información:
“La Dra. Karen E. Stothert, profesora en la Universidad de Fordham, en Bronx, Nueva York, acompañada de Paula Rogasner, de la Universidad de Guayaquil, y de Eugenia Rodríguez, Marcelo Villalba e Iván Cruz, de la Universidad Católica de Quito, con los auspicios del Museo Arqueológico del Banco Central del Ecuador, descubrió en la Península de Santa Elena, provincia del Guayas, un cementerio paleoindio –el más antiguo del Ecuador y uno de los primeros de América (8.000 a. de C.) con varias clases de entierros y de ofrendas. Un excepcional hallazgo fue el de los llamados “amantes de Sumpa”: dos esqueletos ligados en actitud amorosa sobre los cuales se han colocado algunas piedras, al parecer después de su muerte. (De los periódicos)”
El dramaturgo alemán Carl Zuckmayer escribió el drama “Cántico en la hoguera”, sobre la base de dos informaciones que leyó en la Nacional Zeitung, de de Basilea, publicó el 8 de octubre de 1948, bajo el epígrafe de “Noticias breves”, las que transcribo a continuación:
“Traidor condenado a muerte
De los muchos dramas sangrientos que se desarrollaron durante la ocupación de Francia en el territorio saboyano vecino a Ginebra, difícilmente habrá otro que cause una profunda impresión como la tragedia de H… La impresión resultó tanto más punzante cuanto que los sucesos tuvieron lugar en Nochebuena; en el año 1943. En el antiguo castillo de la mencionada aldea se habían congregado para un baile multitud de jóvenes del lugar, muchos de los cuales pertenecían al movimiento de la resistencia y habían sido delatados a los alemanes. En medio de la alegría de la fiesta irrumpió la policía militar alemana, que dio muerte a veinte de los bailarines o los hizo perecer en las llamas del incendio provocado por ella alrededor de edificio. La responsabilidad de esa fechoría, según el tribunal militar de Lyon, que acaba de juzgar el caso, cae sobre el francés Louis C., de 28 años de edad, que desde 1943 estaba al servicio de la Gestapo. Louis C. había pasado toda una semana en el castillo de H., punto de reunión de todos los refractarios al servicio de trabajo obligatorio y otros elementos de la Resistencia. Entre otras delaciones, Louis C. reveló también a los alemanes el campo de resistencia de Estellon…El acusado confesó sus infamias. El tribunal ha condenado a muerte al traidor.
Cuarenta y cuatro ballenas varadas
El jueves, se acercaron nadando desde alta mar a la costa de Florida, 44 ballenas, que fueron arrastradas a la arena por las olas y allí perecieron en su mayoría al cabo de poco tiempo. Pocas quedaron con vida y los pescadores las remolcaron de nuevo hacia el mar. Los expertos manifiestan que en los últimos tiempos se ha dado varias veces el caso de que manadas enteras de ballenas, con inexplicables propósitos, se dejan llevar por las olas a los bancos arenosos de Florida. Cuando se las volvía a empujar hacia el mar siempre regresaban nadando a la costa”.
“Estos dos telegramas, explica Zucmayer, tal como se sucedían en el periódico, sin relación visible, sirvieron de ocasión para el argumento de y contenido de este drama que no se funda en otros hechos o documentos”. Todo un reto.
Alexandr Solzhenitsyn, en la introducción de su celebre “Archipiélago GULAG”, la curiosa anécdota, que si bien no inspira el libro, le sirve como un símbolo. Transcribo el fragmento que menciona la noticia y la fuente:
“En el año de mil novecientos cuarenta y nueve, unos amigos y yo dimos con una nota curiosa en la revistaPriroda de la Academia de Ciencias. Decía en letra menuda que durante unas excavaciones en el río Kolymá se había descubierto, no se sabe cómo, una capa de hielo subterránea. Esa capa había conservado congelados desde hacía decenas de miles de años especimenes de la misma fauna cuyos restos se habían encontrado en la excavación.
Fueran peces o tritones, lo cierto es que se conservaban tan frescos — atestiguaba el reportero científico — que, tras desprenderles el hielo, los integrantes de la expedición se los habían comido ahí mismo con sumo placer.
Podría parecer que la revista pretendía impresionar a sus pocos lectores con la alta capacidad del hielo para conservar el pescado. No obstante, pocos supieron captar el otro sentido, más verdadero y épico, que tenía la imprudente nota.
En cambio, mis amigos y yo lo comprendimos enseguida. Pudimos imaginarnos nítidamente la escena hasta en el menor detalle: los integrantes de la expedición quebrando el hielo ávidos y presurosos, y cómo, pasando por alto los excelsos intereses de los ictiólogos, luchaban a codazos por hacerse con un trozo de pescado milenario, derretirlo al fuego y saciar su hambre.
Lo comprendimos porque nosotros mismos fuimos en su día integrantes forzosos de este tipo de expediciones, habíamos pertenecido a la poderosa y singular estirpe de los zeks la única del mundo capaz de comerse un tritón con sumo placer”.
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