VIVIR Y MORIR EN CARTAGENA
por su amor y lealtad a
Cartagena.Jorge Bravo
Según informa un sitio de Internet, el epitafio de la tumba de Vicente Huidobro fue escrito por su amigo, el poeta Eduardo Anguita. La primera vez que lo leí me impresionó su belleza. La tumba, en si misma, es modesta, pero si he vuelto más de una vez al lugar, es para releer estos versos:
“Aquí yace el poeta Vicente Huidobro
Abrid la tumba
Al fondo de esta tumba
se ve el mar”.
El artículo que publicamos a continuación habla de los últimos días de vida del poeta y de sus funerales.
VIVIR Y MORIR EN CARTAGENA
Por Darío Oses (1)
El genio poético tutelar de Cartagena es Vicente Huidobro.
Según informa un sitio de Internet, el epitafio de la tumba de Vicente Huidobro fue escrito por su amigo, el poeta Eduardo Anguita. La primera vez que lo leí me impresionó su belleza. La tumba, en si misma, es modesta, pero si he vuelto más de una vez al lugar, es para releer estos versos:
“Aquí yace el poeta Vicente Huidobro
Abrid la tumba
Al fondo de esta tumba
se ve el mar”.
El artículo que publicamos a continuación habla de los últimos días de vida del poeta y de sus funerales.
VIVIR Y MORIR EN CARTAGENA
Por Darío Oses (1)
El genio poético tutelar de Cartagena es Vicente Huidobro.
El 24 de septiembre de 1947, pocos meses antes de morir, Huidobro le contaba a su amigo, el poeta español Juan Larrea, que se había quedado con parte de una hacienda de sus padres y abuelos, a la orilla del mar. Ahí vivía en paz, arreglando el parque de la sencilla casa rural.
El poeta solía invitar a sus amigos a esta casa en Cartagena. Entre los visitantes frecuentes estaba Eduardo Anguita, que encantaba a Vladimir -hijo de Huidobro- con el cuento de que el subsuelo del balneario era un mundo poblado por duendes.
Volodia Teitelboim, en su biografía Huidobro, la marcha infinita, señala que al regresar por última vez de Europa, ya en la etapa final de su vida, el poeta se retiró a ese pedazo de la hacienda de la familia. Le gustaba salir a dar largos paseos a caballo, acompañado por sus perros.Huidobro viajaba en tren desde Santiago y llegó hasta la estación de Cartagena en los últimos días de diciembre de 1947 para pasar allí el año nuevo. Como de costumbre se fue a pie y cargando su maleta, hasta su casa ubicada en la parte más alta del balneario. Tal vez el esfuerzo le provocó, poco después, un derrame cerebral.
Su biógrafo, Volodia Teitelboim anota que fue un año nuevo nefasto. El poeta estaba postrado, debatiéndose entre la vida y la muerte, cuando comenzaron a llegar los invitados a la fiesta.Eduardo Anguita contaba, poco después, que con el repicar de las campanas y los estallidos de los fuegos artificiales, Huidobro se había incorporado en la cama, inquieto. A ratos no reconocía a las personas y decía tener miedo, sin saber de qué.El poeta murió en su casa de Cartagena, la tarde del viernes 2 de enero de 1948. Un alcalde prestó una tumba en el Cementerio de los Pescadores para que se lo sepultara provisoriamente. Más tarde se lo trasladaría al lugar que él mismo había elegido, en el terreno de su casa.
En uno de los artículos recogidos en el libro Pretérito presente, Alone relata lo que él mismo llama la "ceremonia triste, patética, rara, desolada y tan terriblemente significativa" de los funerales del poeta: "aquel cortejo, esa marcha interminable tras un furgón hermético: misterio pintado de negro. Bajar hacia el mar desde la falda de las colinas y seguir por senderos de arenas, por dunas, por eucaliptus...".
El cortejo llega por fin a un cementerio mínimo, escondido detrás de las casas. Cuesta entrar el ataúd por la puerta estrecha: "Cuando quieren depositarlo en el nicho no cabe. Imposible. Miran entonces alrededor y divisan por allá un hueco desocupado". Una voz dice que es de Fulano y otra replica que ese no piensa todavía en morirse, así es que miden la boca del nicho y el ancho del ataúd con una rama, y al comprobar que entra, lo dejan allí.
Concluye Alone su artículo, observando que Huidobro, que había juzgado estrecho y mezquino el escenario que le ofrecía su país natal, por una incongruencia muy suya, "marchó escoltado por huasos del fundo hereditario hasta el menos exótico de los sepulcros chilenos".
Cuentan los trabajadores que cuando se retiraron los restos del poeta del nicho aquel donde lo habían dejado, apareció una banda de cerca de medio centenar de jotes que siguieron al ataúd durante todo el trayecto del traslado a su tumba definitiva.
Así, Huidobro se quedó para siempre en Cartagena. Se tejieron muchas leyendas a su alrededor. Decían, por ejemplo, que se aparecía en las noches como jinete fantasma. Volodia Teitelboim hace notar que, tomando en cuenta los estudios de ocultismo que el poeta hizo en París y algunas de sus obras donde explora los mundos sobrenaturales, tal vez no le hubiera extrañado ni desagradado convertirse en superstición local.
A Cartagena se retiró también a vivir el escritor Luis Enrique Délano. Su casa, cercana a la hoy destruida estación de trenes, fue heredada por su hijo Poli Délano, que se convirtió en uno de los principales animadores de un grupo de amigos del balneario, que en los años 90 organizó memorables festivales artísticos y culturales en Cartagena.
El pintor y escritor Adolfo Couve, también eligió vivir y morir en Cartagena. Dicen que la infancia es la patria de los poetas. Tal vez la segunda patria sea algún balneario.
(1) DARÍO OSES nació en Santiago (Chile) en 1949. Es periodista y actualmente trabaja en la Universidad de Chile. Es autor de una numerosa producción cuentística repartida en revistas y antologías. Ha publicado Rockeros celestes (1992), Machos tristes (1992), El viaducto (1994), La bella y las bestias (1998) y 2010: Chile en llamas (1998), entre otros volúmenes. Este artículo forma parte de uno de mayor extensión publicado en el sitio www.nuestro.cl
(1) DARÍO OSES nació en Santiago (Chile) en 1949. Es periodista y actualmente trabaja en la Universidad de Chile. Es autor de una numerosa producción cuentística repartida en revistas y antologías. Ha publicado Rockeros celestes (1992), Machos tristes (1992), El viaducto (1994), La bella y las bestias (1998) y 2010: Chile en llamas (1998), entre otros volúmenes. Este artículo forma parte de uno de mayor extensión publicado en el sitio www.nuestro.cl
1 Comments:
Jorge, en nombre de nuestra suegra común, que pese a su mente joven no creo que a los 90 abriles llegue a entender de blogs, agradezco el recuerdo y el homenaje.
Saludos.
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