Saturday, August 08, 2009

SABATO: SOBRE LA EXISTENCIA DEL INFIERNO

Gustave Doré: El Infierno


El ensayo de Ernesto Sábato que publicaré en esta ocasión fue tomado de la Revista “Janus”, número 6, julio-septiembre de 1966, versión en español, dedicada al tema “ciencia o presencia del porvenir”. Tengo solamente los primeros seis números, únicos que pude comprar, y creo que es la mejor revista que tuve en mis manos. En cada ejemplar se publicaron trabajos de los más destacados intelectuales franceses de la época y de algunos extranjeros, como Borges o el propio Sábato. Contaba, además, con un formato moderno y una gráfica notable. Este homenaje es necesario, ya que en Internet no hay informaciones sobre esta revista, salvo algunos anuncios de venta de la colección completa.


SOBRE LA EXISTENCIA DEL INFIERNO


Ernesto Sábato

Ignoro si la teoría que escuetamente expondré en estas páginas ha sido alguna vez ha sido adelantada por otro. Se me ha ocurrido como consecuencia de algunas experiencias personales y, seguramente, bajo la presión de fuertes obsesiones inconscientes.

Parte de un hecho, que por ser un hecho está fuera de discusión: la existencia de premoniciones. Aún admitiendo que el sueño trágicamente profético de la mujer de César sea el producto de una mera leyenda, los investigadores serios de los fenómenos parapsicológicos, desde William James hasta Ch. Richard, han recogido gran número de casos documentados. Recordemos únicamente dos: el naufragio del Lusitanía previsto por misstress King y el otro, clásico también. Citado por Richet, referente al ministro Berteaux, a quién le predijeron en 1874 que sería “rico, honrado, pero que moriría como general en jefe, arrollado por un carro volante”; como sed sabe el accidente ocurrió treinta y siete años más tarde, el 21 de mayo de 1911, y tal como fue vaticinado. No mencionaré aquí mis experiencias personales, que, por serlo, son para mi de enorme e impresionante importancia, pero que para los otros carecen de valor probatorio; debo decir, sin embargo, que son estas experiencias personales así como el sonambulismo que me aquejó de niño, lo que me han empujado hacia el l estudio de la parapsicología. Relataré, en cambio, el extraordinario sueño del pintor surrealista Oscar Domínguez, porque aunque estuvo vinculado a mi por amistad y algunos trabajos en común, excede la experiencia meramente privada, ya que aquel episodio no fue solo público sino que motivó estudios y publicaciones.

Fue poco tiempo antes de la segunda guerra mundial, en Paris. En una fiesta que se llevaba a cabo en un atelier de pintura, Domínguez borracho y enfurecido. Contra uno de lo s asistentes; pero al lograr éste esquivarlo, el vaso dio en la cara del pintor Víctor Brauner, arrancándole un ojo. Lo asombroso es que Víctor Brauner venía venía pintando una serie de rostros con los ojos pinchados y arrancados y, si mal no recuerdo, un autorretrato con una flecha clavada en su ojo derecho de la que colgaba la letra D.( No tengo aquí la revista Minotaure en la que Pierre Mabille hace toda la historia detallada y, por lo tanto, debo confiar un poco en la memoria)Atribuir semejante fenómeno a una suma de coincidencias casuales es solo deseo de negar la auténtica explicación: el instinto premonitorio del artista, la visión profética que suele caracterizarlo al menos en instantes excepcionales. Fíjense si no: primera casualidad, que Brauner estuviera en ka reunión; segunda, que Domínguez arrojara ek vaso en su dirección sin que pensase en él: tercera, que la persona atacada lograse esquivar el golpe; cuarta, que el vaso diera en la cara de Brauner; quinta, que precisamente le arrancara un ojo en lugar de cualquiera otra posibilidad(hematoma, herida, en otra parte de la cara, etc.)

Admitida la existencia de premoniciones y vaticinios, ¿cómo explicarlos? Es este un gigantesco problema que hasta ahora ha resistido todos los intentos de racionalización: es de el espiritismo hasta la cuarta dimensión y el Eterno Retorno. .Por lo demás, muchas veces esos intentos han confundido los planos filosóficos, atribuyendo por ejemplo al espíritu lo que es propio de la materia, como cuando se ha aplicado sin más ni más, la teoría de Einstein válida para el universo físico al mundo del espíritu que es ajeno al determinismo de la materia y a sus formas espacio-temporales.

El cuerpo humano, como objeto material que es, se halla sometido efectivamente a las leyes del universo físico, obedece a la ley de causalidad y vive en el espacio y en el tiempo (astronómico). Para el hay “antes” y “después”, como para un proyectil o un planeta.

Pero lo que podemos denominar “alma” aunque encarnada (y por lo tanto obligada a seguir las vicisitudes del cuerpo) pertenece a un orden esencialmente distinto ni está en el espacio material ni regida por el tiempo astronómico; su tiempo propio es el tiempo existencial o bergsoniano y solo en la medida que participa de las vicisitudes corporales (por ejemplo, ciertos procesos físico-químicos, en el dolor provocado por una quemadura o --fenómeno de parecido género) está sometido al determinismo físico siendo ajena a el en una medida que ignoramos pero que ciertamente podemos imaginar, si tenemos presente la intuición que todos tenemos de nuestra libertad para los actos voluntarios. Esto explica el libre albedrío: que, y por las razones que acabo de señalar, no es absoluto sino relativo: una libertad dentro de ciertas condiciones ineludibles; físicas y sociales (tanto el cuerpo como la sociedad son condiciones objetivas ajenas al sujeto.

Ahora bien, si por algún procedimiento el alma pudiese ser descarnada siquiera transitoriamente, la conciencia podría contemplar su cuerpo desde fuera, por así decirlo, y seguir su marcha por el espacio. Colocada fuera del tiempo físico (ya he dicho que su estructura se lo permite pues no está regida por esa clase de tiempo), podría ver allá abajo como alguien que desde una colina contempla el paisaje a sus pies, el mapa espacio-temporal, tal como se concibe en la teoría einsteiniana. Desde esta posición privilegiada podría contemplar no solo el pasado sino el futuro. Daré una burda comparación pero que tiene el mérito de de aclarar esta idea- Sialguién sigue un sendero en la montaña puede saber que unos cuantos pasos más allá, detrás de una loma, ha de encontrarse con una fiera; pero alguien colocado en lo alto de la montaña puede ver el panorama total simultáneamente y lo que para el caminante es futuro (la fiera) y por lo tanto incognoscible para el espectador privilegiado es puro presente. Vaticinar, para él, es simplemente ver todo en presente. Algo parecido sucede o sucedería con el alma liberada del cuerpo, Al salirse de su cárcel espacio-temporal colocada por encima de ese orden físico, podría ver como un puro presente lo que en el cuerpo es pasado, presente y futuro.
En “La rama dorada”, de Frazier, aprendemos que en casi todas las culturas primitivas (culturas que tienen una sabiduría más irracional pero más profunda que la nuestra en lo referente a todos los misteriosos ámbitos irracionales) se supone que durante el sueño el alma se desprende del cuerpo y puede así, libre de su prisión de carne y y tiempo, viajar por el cielo intemporal, donde no hay ni antes ni después y donde los hechos que más tarde sucederán o parece dan suceder, a su propio cuerpo abandonado, están ahí, eternizados como estatuas de la Felicidad o del Infortunio.
De este modo, para quién sepa interpretarlos, (ya que no siempre esas visiones son temporales ni claras), los sueños constituyen no solo vestigios del pasado sino visiones o símbolos de lo por venir. Pero como en nuestro futuro espera siempre la muerte ¿por qué hechos de nuestra vida no han de ser también válidos para una posible existencia de ultratumba? ¿No podría ser que ciertos sueños venturosos fueran visiones del Paraíso, así como ciertas pesadillas visiones del Infierno?

Esta es la primera parte de mi teoría. Explicaré ahora la segunda. Lo que el hombre corriente experimenta en sus sueños, seres anormales lo viven en sus trances: los videntes, los locos, los artistas, los místicos. En el acceso de locura el alma sufre un proceso parecido, si no idéntico, al que sufre todo hombre en el instante de dormirse, se “sale” del cuerpo e ingresa en otra realidad de ahí las exactísimas y antiguas palabras que califican este tremendo acontecimiento: ponerse “fuera de si”, , enajenarse, alienarse. . Siempre tuve la (espantosa) sensación) de que los locos furiosos que padecen males infernales, pero ahora comprendo que con clarísima luz que su alma está ya en el infierno, sus movimientos feroces, sus sufrimientos inenarrables, sus gestos y actitudes de fiera acorralada por horrendos peligros, sus sus aparentes delirios no son otra cosa que á rxperiencoa directa y actual del Infierno. En suma, padecen despiertos lo que nosotros sufrimos en las peores pesadillas. En algunos casos, este descenso a los antros infernales puede ser sólo transitorio, tal como desde la abtiguedad ha venido sucediendo con esas personas que, con notable intuición, se calificó de “endemoniados”, seres que únicamente después de complicadas , que sólo ciertos iniciados eran capaces de llevar a cabo, eran devueltos a la vida normal, como despertándolos de su atroz pesadilla,. De modo inverso pero semejante, los enajenados beatíficos qye suelen encontrarse en los manicomios o en algunas novelas (el Príncipe Muchkin, por ejemplo), son personas que asisten de modo directo y actual a la experiencia del Paraíso.

Esta enajenación puede suscitarse también de modo voluntario tal como acontece en los místicos, los poetas (Je dis qu´il faut etre voyant, se faire VOYANT”) y los adivinos, aunque también pueda suceder que en ocasiones estos seres excepcionales accedan espontánea e inesperadamente a esas regiones priivilegiada. Mediante la ansiedad y el ayuno, el tenaz propósito y la facultad nativa, la inspiración divina o demoníaca, los místicos logran el éxtasis, es decir ese salirse de su propio cuerpo ese colocarse en la región de la pura eternidad,; tal como los yoghis en el Oriente, en esa muerte de sí mismo para renacer a otra existencia, liberándose de la cárcek corporal; tal como el hombre común mediante esa pequeña muerte transitoria que es el sueño.

Ahora me voy a referir al último de los seres que tienen este pavoroso privilegio: el artista. Platón no hace sino repetir lo que el pensamiento antiguo consideraba evidente: que el poeta, inspirado por los demonios, repite palabras que nunca habría dicho en su sano juicio, describiendo las visiones de regiones sobrenaturales, exactamente del mismo modo que el místico en sus éxtasis. En tal estado de enajenación, el alma posee una percepción distinta de la normal, borrándose las fronteras entre el objeto y el sujeto, entre la vida y la muerte, entre lo real y lo imaginario, entre el pasado y el futuro. Y así como personas ignorantes b han sufrido repentinamente visiones y han pronunciado palabras lenguas que desconocen, una muchacha de vida inocente como Emily Bronté pudo escribir un libro terrible, describiendo con sobrecogedora precisión un alma como la de Heathcliff, entregada a las potencias infernales.

Esta descarnación del alma del artista en el momento de la inspiración, que permitiría la explicación de un conocimiento del mal como en el caso de Emily Bronté también explicaría el carácter profético que alcanza en algunos momentos, aunque sea en la forma enigmática y ambigua que también peculiariza a los sueños. En parte, por la índole oscura de ese territorio, que quizá entrevea nuestra alma, como a través de un vidrio turbio o de una espesa neblina por la imperfecta desencarnación que en tales instantes la caracteriza; en parte porque nuestra conciencia racional sea inapta para describir un universo que no se rige por nuestra lógica cotidiana ni por nuestro principio de causalidad; en parte, en fin, porque el hombre no parece capaz de soportar la infinita cruealdad de ciertas visiones infernales, y y nuestro instinto de conservación (el instinto de conservación de nuestro cuerpo)nos preserva con máscaras y símbolos de lo que de otro modo insoportable y y hasta mortífero.

Digo pues: los teólogos han razonado sobre el Infierno, y a veces han probado su existencia como se demuestra en un teorema: more geométrico. Pero solo los grandes poetas nos han revelado de verdad su existencia, dándonos visiones detalladas de sus antros. Son nombres terribles e indisputables Blake, Milton y Dante, Rimbaud y Baudelaire, Lautrèamont y Sade, Strimberg y Dostoievsky, Hölderlin y Kafka, ¿Quién osaría poner en duda sus testimonios?¿Quién sería capaz de afirmar que mienten? Los creadores de las grandes ficciones serían así los seres que sueñan por los demás, los que por (desdichado) encargo de los dioses están destinados a revelar los misterios de la existencia. No se dónde leí que Dante no hizo otra cosa que traducir las ideas y sentimientos su época, los prejuicios teológicos y las supersticiones en boga; de modo que, lejos de ser su poema una visión de la realidad sobrenatural, sería, simple aunque genialmente, la descripción de la conciencia y subconciencia de una cultura determinada. Hay mucho de verdad en esta afirmación, pero nop en el sentido que le atribuyen esos sociólogos del horror, Yo pienso que Dante vió, como todo gran poeta con espantosa nitidez ki que la gentes presentían de manera más o menos imprecisa. Y de ahí la resonancia de su obra. Los italianos que veían pasar al poeta por las calles Ravena, silencioso y enjuto comentaban en voz baja, con sagrado recelo y sin intención metafórica: “Ahí va el que estuvo en el Infierno”. Porque si esos visionarios no fueron no fueron más que mitómanos individuales si sus visiones no fueran más que delirios de estricto valor privado,¿cómo explicar su trascendencia universal? ¿y cómo explicar que el resto de los mortales los tomen por como intérpretes de sus confusas angustias y esperanzas?¿Cómo explicar, en fin, que la palabra vate significa a la vez Poeta y Adivino?

3 Comments:

Blogger esteban lob said...

Impactante. Nunca perderá actualidad.


Saludos.

1:30 PM  
Anonymous Anonymous said...

Bueno, diría yo, fuerte la necesidad humana de encontrar maneras para salirnos de lo material "lo que podemos denominar alma aunque encarnada .... pertenece a un orden esencialmente distinto...", etc. Pero si eso se puede aplicar a todo! Basta para ello reemplazar el sustantivo alma por otra abstracción!

Después, cuando nos acercamos al artista y su obra no olvidemos que la creación artística se practica, al igual que la brujería, la adivinación y la estafa: protejida en las sombras y la soledad; no olvidemos que al objeto del arte se le elabora, se le deja a un lado, se le retoma, se le cepilla, se le agregan o se le retiran adjetivos, se le borran o se le repintan detalles con paciencia, trabajo y, a veces, con ayudantes, mientras que a la memoria se la rodea de toda clase de medios técnicos, grabadoras, música, fotografías, lecturas, investigaciones y hasta a la imaginación se la apuntala con tazas de café, bebidas, drogas y tabletas.

Salud, Oscar

3:18 AM  
Blogger Carlo said...

Excelente ensayo, gracias por compartir tal raridad! Sábato también la expone, aunque en forma de diálogo, en su novela "Abaddón el Exterminador".
En 1954, Aldous Huxley también expuso una teoría similar, en "Las Puertas de la Percepción", y afirma que además, de las prácticas religiosas, el ayuno, los sueños o el arte, otra manera de adentrar el mundo de las visiones es a traves de algunas drogas, como el LSD, la psilocibina o la mezcalina, y la privación sensorial. De cualquier manera, Sábato afirma en el inicio de su ensayo desconocer cualquier teoría semejante a la suya, así que parece estar descartada la posibilidad de influencia de Huxley. Y si a alguien le interesa la teoría de Sábato, los libros de Huxley como "Las Puertas de la Percepción" y "Cielo e Infierno" son muy recomendables.

8:47 PM  

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