OSCAR WAISS, “FIRME JUNTO AL PUEBLO”
En 1963, comencé a trabajar, como procurador, en el estudio del abogado Oscar Waiss. Un aviso publicado en “El Mercurio”, me dio esa oportunidad. Cuando me entrevistó me preguntó directamente si yo era “beato”. Le dije que no. Me preguntó, en seguida, si militaba o tenía simpatías por algún partido político. Le dije que si, que pertenecía al GUR, Grupo Universitario Radical. Agregué, poniéndome en guardia, que la mayoría de los estudiantes éramos radicales. Aceptó mis respuestas y me contrato. “Por lo menos no es beato”, comentó, a modo de rúbrica. Estoy convencido que cualquiera hubiese sido mi respuesta me habría contratado igual. De esta manera se inició una etapa, rica en experiencias.
Oscar Waiss tenía en esa época algo más de 50 años. Era de origen judío. Su aspecto físico era peculiar, bajo de estatura, calvo, de tez rosada, gordo. Usaba lentes ópticos diminutos y vestía con elegancia. Tenía problemas a la cadera, por lo que cojeaba al caminar. Cuando cruzaba la Corte, de un extremo al otro, lo hacía a pasos cortos y rápidos, como Pedro Picapiedra o Pablo Mármol, solo que bamboleándose de norte a sur, en forma perpendicular a su desplazamiento, siempre con su portadocumentos en una mano y su sombrero tirolés, en la otra, con una actitud solemne y digna, que impedía que sus colegas se rieran a su paso.
Tenía un gran sentido del humor que le permitía reírse de si mismo. En una oportunidad nos pidió al junior y a mi que escucháramos el himno oficial del MIR, un antiguo himno revolucionario, cuya letra había adaptado al efecto. Sin más ni más, se puso a cantar, con la mayor seriedad. Su voz era tan increíblemente desafinada, que quedamos estupefactos primero, y luego estallamos en carcajadas. Lo curioso es que doña Elena Waiss, su hermana, era una concertista destacada y, además, Directora de la Escuela Moderna de Música.
Tratándose de sus ideas políticas, y sólo en este tema, Oscar Waiss era intransigente, las defendía contra viento y marea. En este campo era un polemista feroz. Desde muy joven se había integrado a la actividad política en su ciudad natal, Concepción, donde estudió Derecho. Integró el grupo “Avance!”, formado por intelectuales y estudiantes de izquierda, militó en la “Izquierda Comunista” e ingresó al “Partido Socialista”, a la época de su fundación, siempre vinculado a las corrientes trotskistas. Como consecuencias de sus actividades políticas en dos oportunidades, en 1931, en la Isla Mocha, durante la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, y en 1956, en Pisagua, durante el gobierno de Gabriel González Videla. En 1973, a la caída de Allende, fue detenido en el Estadio Nacional, donde permaneció prisionero de la dictadura durante varios meses, siendo luego exiliado, en Alemania del Este.
Oscar Waiss se consideraba a sí mismo como el único teórico del socialismo chileno. Había dedicado su vida a publicar estudios, folletos, revistas, libros, sobre la coyuntura política o para polemizar con sus adversarios políticos, generalmente los dirigentes de turno del socialismo chileno. Sus polémicas con Raúl Ampuero, por ejemplo, trascendieron el ámbito del socialismo y de la izquierda. Escribió “Socialismo sin Gerentes”, para impugnar su expulsión del Partido Socialista; “El Espejismo del 64”, para explicar porque era imposible que Allende llagara a la Presidencia de la República por la vía electoral. Antes había publicado “Nacionalismo y Socialismo en América Latina” y “Los Problemas del Socialismo Contemporáneo”
Waiss fue, por otra parte, un destacado periodista. En la época que lo conocí era columnista , primero, y luego encargado de la página editorial de “Clarín”. A la caída de Allende, se desempeñaba como Director de La Nación.
En la época que comencé a trabajar en la oficina, Oscar Waiss era el abogado de “Clarín”, y, en consecuencia, le correspondía defender al tabloide y al director responsable de turno, de las querellas por injurias y calumnias que interponían en su contra los dirigentes de los partidos políticos de derecha, en respuesta a sus publicaciones. El propietario del diario era Dario Sainte-Marie, un personaje muy controvertido en su tiempo, a quién Waiss había conocido en el breve periodo en que una fracción del Partido Socialista apoyó la candidatura de Ibañez y que formó parte de su segundo gobierno. El Director de “Clarín” era el periodista Alberto Gamboa, el “Gato”, como lo apodaba el medio y sus amigos. Tengo la mejor opinión del “Gato”, se que su desempeño en la dirección del diario ha sido controvertida históricamente. `pero sucede que en oportunidades, los hombres deben desempeñar determinados roles, les guste o no.
Cada vez que el Director responsable era sometido a proceso en alguna causa, era necesario reemplazarlo. De este modo, en más de alguna oportunidad, hasta el portero del diario fue ascendido a la dirección.
El tiraje de “Clarin”, de lunes a viernes, superaba al de “El Mercurio” o “La Tercera”. El gancho con el público eran sus titulares. Alberto Gamboa, además de Director, era el encargado de la diagramación de la primera página. Su ingenio y simpatía, que era un factor decisivo a la hora de las ventas, lo manifestaba, además, en otra sección del periódico. Entonces, Alberto Gamboa se transformaba en el “Profesor Jean d’ Fremisse”, el más popular y audaz de los consejeros sentimentales de su tiempo, precursor y maestro del “Rumpy”, el “Chacotero Sentimental”.
Oscar Waiss, además de abogado, era columnista de “Clarín”. Escribía con el seudónimo de “Lord Callampa”. Tiempo después, se hizo cargo de la página editorial. Contra lo que pudiera creerse, o no obstante lo que la mayoría pueda recordar, yo que conocí de cerca al diario en esa época puedo afirmar que tenía muy buenos columnistas. Recuerdo, entre otros, a Ricardo Boizard, “Picotón”, a Raúl Morales Alvarez, Premio Nacional de Periodismo; a Gabriel Sanhueza, autor de una notable biografía de Santiago Arcos (“Santiago Arcos: comunista, millonario y calavera”). Eugenio Lira Massi me contó la forma como ingresó a “Clarín”. Trabaja en una fiscalía militar, en la calle Zenteno, al lado del diario. Solía visitar el periódico porque aquí tenía un amigo. Un día falto alguien a quién había que reemplazar, parece que en Deportes, y Eugenio Lira se quedó trabajando en el diario. Es autor e un libro humorístico que retrató, en gruesas e incisivas pinceladas, los senadores de la época.
Cada vez que el Director responsable era sometido a proceso en alguna causa, era necesario reemplazarlo. De este modo, en más de alguna oportunidad, hasta el portero del diario fue ascendido a la dirección.
El tiraje de “Clarin”, de lunes a viernes, superaba al de “El Mercurio” o “La Tercera”. El gancho con el público eran sus titulares. Alberto Gamboa, además de Director, era el encargado de la diagramación de la primera página. Su ingenio y simpatía, que era un factor decisivo a la hora de las ventas, lo manifestaba, además, en otra sección del periódico. Entonces, Alberto Gamboa se transformaba en el “Profesor Jean d’ Fremisse”, el más popular y audaz de los consejeros sentimentales de su tiempo, precursor y maestro del “Rumpy”, el “Chacotero Sentimental”.
Oscar Waiss, además de abogado, era columnista de “Clarín”. Escribía con el seudónimo de “Lord Callampa”. Tiempo después, se hizo cargo de la página editorial. Contra lo que pudiera creerse, o no obstante lo que la mayoría pueda recordar, yo que conocí de cerca al diario en esa época puedo afirmar que tenía muy buenos columnistas. Recuerdo, entre otros, a Ricardo Boizard, “Picotón”, a Raúl Morales Alvarez, Premio Nacional de Periodismo; a Gabriel Sanhueza, autor de una notable biografía de Santiago Arcos (“Santiago Arcos: comunista, millonario y calavera”). Eugenio Lira Massi me contó la forma como ingresó a “Clarín”. Trabaja en una fiscalía militar, en la calle Zenteno, al lado del diario. Solía visitar el periódico porque aquí tenía un amigo. Un día falto alguien a quién había que reemplazar, parece que en Deportes, y Eugenio Lira se quedó trabajando en el diario. Es autor e un libro humorístico que retrató, en gruesas e incisivas pinceladas, los senadores de la época.
Alberto Fuguet dedicó su novela “Tinta Roja” a Alberto Gamboa. El narrador, estudiante de periodismo, si hubiese hecho su en práctica en “Clarín”, no habría extrañado el clima o la atmósfera informal que se respiraba en este diario. Los personajes de la novela bien pudieron ser periodistas de “Clarín”, en una época que esta actividad no se aprendía en las Universidades, sino en la práctica diaria.
Un capítulo menos conocido en la vida de Oscar Waiss fue su paso fugaz por el Mir, en el que lo acompañó nada menos que el mítico sindicalista Clotario Blest. En efecto, el año 1965, junto a algunos de sus antiguos camaradas descontentos con la conducción del Partido Socialista, entre los que recuerdo el doctor Enrique Sepúlveda, Gabriel Smirnow, el historiador Luis Vitale y otros, junto con jóvenes universitarios de Concepción, cuyos líderes eran Luciano Cruz, Miguel Enríquez, Bautista von Schowen y Andres Pascal, constituyeron el Movimiento de Izquierda Revolucionario. Durante algún tiempo, estuvo a cargo de un boletín, cuyo formato recuerdo con claridad. Un día tomó un libro que estaba leyendo “¿Para qué sirve la literatura?”, que era la transcripción de un debato entre escritos franceses, editado por Jean-Paul Sartre. Me dijo “esto me parece interesante” y me pidió que se lo prestara. Al poco tiempo me exhibió el primer boletín del Mir. La tapa tenía la misma diagramación del libro, solo cambiaban los colores y, por supuesto, el tenor del texto. No tengo claro cuanto duró su militancia pero me parece que fue efímera. Lo concreto es que durante la campaña de 1970. el diario “Clarín” y su propietario, Darío Sainte-Marie, apoyaron por igual a Salvador Allende y a Radomiro Tomic.
Es posible que el Presidente Allende, al designar a Oscar Waiss como Director de “La Nación”, haya querido agradecer ese apoyo.
Un capítulo menos conocido en la vida de Oscar Waiss fue su paso fugaz por el Mir, en el que lo acompañó nada menos que el mítico sindicalista Clotario Blest. En efecto, el año 1965, junto a algunos de sus antiguos camaradas descontentos con la conducción del Partido Socialista, entre los que recuerdo el doctor Enrique Sepúlveda, Gabriel Smirnow, el historiador Luis Vitale y otros, junto con jóvenes universitarios de Concepción, cuyos líderes eran Luciano Cruz, Miguel Enríquez, Bautista von Schowen y Andres Pascal, constituyeron el Movimiento de Izquierda Revolucionario. Durante algún tiempo, estuvo a cargo de un boletín, cuyo formato recuerdo con claridad. Un día tomó un libro que estaba leyendo “¿Para qué sirve la literatura?”, que era la transcripción de un debato entre escritos franceses, editado por Jean-Paul Sartre. Me dijo “esto me parece interesante” y me pidió que se lo prestara. Al poco tiempo me exhibió el primer boletín del Mir. La tapa tenía la misma diagramación del libro, solo cambiaban los colores y, por supuesto, el tenor del texto. No tengo claro cuanto duró su militancia pero me parece que fue efímera. Lo concreto es que durante la campaña de 1970. el diario “Clarín” y su propietario, Darío Sainte-Marie, apoyaron por igual a Salvador Allende y a Radomiro Tomic.
Es posible que el Presidente Allende, al designar a Oscar Waiss como Director de “La Nación”, haya querido agradecer ese apoyo.
1 Comments:
Estimado Jorge:
me pareció muy interesante tu relato acerca de Oscar Waiss, de quien no es mucho lo que se sabe. Por ejemplo, no he conseguido encontrar la fecha de su nacimiento, ni de su muerte (presumo que ha fallecido), ni mayores datos biográficos suyos, aparte de los que tú aportas.
Te agradecería enormemente si pudieras conseguirte tales fechas.
Cordialmente, te saluda,
Hermes H. Benítez (Autor del libro LAS MUERTES DE SALlVADOR ALLENDE.)
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