Thursday, November 09, 2006

LO QUE REALMENTE OCURRIO CON LA LLAMA DE LA LIBERTAD




Por Morgan Fomich


Esta mañana llegó la noticia desde Castellgandolfo: ya no es sustentable el sistema operativo de la Llama de la Libertad. Su presupuesto de US$ 4 millardos excede las posibilidades incluso del Vaticano. Creo que hicimos mal en regalársela. A nosotros nos costaba por supuesto la impaciencia de algunos, pero a ese precio un monumento patrio puede salvar todas las dificultades. Es cierto que fue un recordatorio odioso de los años de infortunio, pero era secreta e inofensiva, confinada y protegida en su impenetrable plaza de piedra. En medio del tráfago urbano apenas era perceptible el borboteo de su surtidor de gas. A un centenar de metros, en la Moneda, la discusión era por quién pagaba la cuenta. Algunos esbirros de la antigua administración prometían pagarla de su propio peculio, como si se les impusiera ahora una obligación moral, como si se auto exigieran cumplir con la idea superior del bienestar común, al que antes jamás se adscribieron, porque estaban empapados de felonía, malas intenciones y codicia. El hecho es que el debate no tuvo resultados y nuestro gobierno optó por ofrecerla Urbi et Orbi; como se esperaba, pocos mostraron un real interés. La Llama de la Libertad es un objeto extraño para los tiempos que corren; a todas las Repúblicas les incomodó la idea de alojarla, siquiera temporalmente. Por fin, el Vaticano la aceptó como un gesto de buena voluntad y le arregló un cómodo rinconcito en Castellgandolfo porque, según trascendió, al Papa le agradaba la idea de abrigar en ella sus viejas manos.
En realidad los problemas comenzaron un año más tarde. A la guardia de carabineros, entrenada durante arduos años para ese único propósito, les fue imposible acostumbrarse al Latín, lengua oficial e ineludible en el Vaticano. Para qué decir que los Suizos no querían ni acercarse a ella, victimas acaso de un sagrado terror por ese trasto que no comprendían, aunque especulaciones más recientes afirman que sólo deseaban mantener en buenas condiciones sus costosos trajes[1]. Las infranqueables barreras de contención verdes se herrumbraron al poco tiempo con el aire salobre de la residencia papal. No se pudo restaurar su sólida apariencia. Incluso el pontífice encontró problemas de acceso y disponibilidad, pues pensaba ocupar la mentada hornilla como barbacoa en sus concilios. Le habían llegado rumores de la excelencia de cocinar al disco, pero toda tentativa fue prontamente disuelta por la guardia. En eso los Carabineros ( les agradaba sobremanera que los llamaran Carabinieri ) se mostraron celosos de su deber. Hubo más de un enfrentamiento al pie de las escaleras y algunos Cardenales perdieron más que un poco de sangre. Por eso se obligó a la guardia a retornar a Chile. El Ejecutivo no se pronunció, y la Llama quedó por esas latitudes abandonada, pero siempre funcionando, inconscientemente obstinada del símbolo que representa.
Con esta noticia surge la idea, justa a mi entender, de repatriarla, pero ¿ Dónde ubicarla ahora? ¿ En la cumbre del edificio del Bicentenario?
¿En la diestra mano de la Virgen del San Cristóbal? ¿Al final del Parque de los Reyes? ¿ En el frontis esplendente de la no menos esplendente Fundación Pinochet?
Se sabe de antemano que en al explanada de la ciudadanía no hay lugar disponible. Es suficiente con las crueles reliquias de tanto mártir de la patria que merece estar allí[2] porque no hay lugares realmente adecuados para depositar sus urnas. Nadie se ha ofrecido para dar una solución viable a la urgencia de la Llama. El transporte en barco para Europa ya fue suficiente humillación para su deslucida figura. Alguno la imaginó tan esperada como la Estatua de la Libertad, pero lo cierto es que entre éstas, aún siendo primas hermanas, hay una diferencia que la lógica no alcanza a explicar.
El edificio corporativo de cierto banco capitalino ostenta una llama fija, de burdo latón rojo, y según se sabe ha mostrado interés en albergar el entredicho símbolo como una señal de su intención participativa para con Chile. Se entiende que los capitales extranjeros están siempre dispuestos a dar una prueba de su lealtad a quienes les abrieron las puertas al floreciente mercado de una nación de idiotas. Este es el caso de Banco SS[3] . Ahora, no queda claro si la Fundación está dispuesta a desprenderse de su más caro emblema, de la chispa prometeica donada por su semidiós que recibe, solo y aquejado, la visita diaria del buitre en forma de juez, y al que le llueve sobre mojado, porque a los consabidos problemas de la senectud se deben agregar los sinsabores de algún juicio en ciernes, y el sufrir la deslealtad de tantos ingratos que solían esculpirle la espalda a palmetazos y que ante el primer atisbo de peligro se escaparon a cuarteles y posiciones más seguras. Por sus asuntos financieros se viene una seria pugna por los derechos del nombre de la Fundación Daniel José Ramón López Ugarte. Los monumentos construidos bajo su cetro de hierro pierden nitidez e importancia. Las estatuas ecuestres de sus próceres son llevadas a otras pesebreras, sus cenizas podrán ser distribuidas entre los consumidores de drogas duras, la reliquia patriotera será regateada por ávidos comerciantes en las ferias libres o los mercados persas. Es el destino de Augusto José Ramón y de sus inofensivos símbolos. Creemos, sin embargo, que la llama debe prevalecer, que deberá conservarse como pieza sagrada y ejemplar de un pasado mucho más romántico, una edad distante cuando los estandartes propagandísticos de una República nada tenían que ver con su verdadera naturaleza.
El edificio corporativo de cierto banco capitalino ostenta una llama fija, de burdo latón rojo, y según se sabe ha mostrado interés en albergar el entredicho símbolo como una señal de su intención participativa para con Chile. Se entiende que los capitales extranjeros están siempre dispuestos a dar una prueba de su lealtad a quienes les abrieron las puertas al floreciente mercado de una nación de idiotas. Este es el caso de Banco SS[4] . Ahora, no queda claro si la Fundación está dispuesta a desprenderse de su más caro emblema, de la chispa prometeica donada por su semidiós que recibe, solo y aquejado, la visita diaria del buitre en forma de juez, y al que le llueve sobre mojado, porque a los consabidos problemas de la senectud se deben agregar los sinsabores de algún juicio en ciernes, y el sufrir la deslealtad de tantos ingratos que solían esculpirle la espalda a palmetazos y que ante el primer atisbo de peligro se escaparon a cuarteles y posiciones más seguras. Por sus asuntos financieros se viene una seria pugna por los derechos del nombre de la Fundación Daniel José Ramón López Ugarte. Los monumentos construidos bajo su cetro de hierro pierden nitidez e importancia. Las estatuas ecuestres de sus próceres son llevadas a otras pesebreras, sus cenizas podrán ser distribuidas entre los consumidores de drogas duras, la reliquia patriotera será regateada por ávidos comerciantes en las ferias libres o los mercados persas. Es el destino de Augusto José Ramón y de sus inofensivos símbolos. Creemos, sin embargo, que la llama debe prevalecer, que deberá conservarse como pieza sagrada y ejemplar de un pasado mucho más romántico, una edad distante cuando los estandartes propagandísticos de una República nada tenían que ver con su verdadera naturaleza.

[1] Con tanta púrpura y oro es de notar que en la cede Papal se preocupen por estas nimiedades, pero lo cierto es que la guardia es celosa con su indumentaria. Orgullosos de que ésta sea irrepetible no han dado en pensar jamás que nadie les envidiaría esas camisas de juglar de parque temático, ni la golilla, ni el morrión, ni la pesada alabarda. Sólo que les sacan tantas fotos, sobre todo los turistas japoneses (que descreen de una religión que cohabita tan fastuosamente con los poderes seculares), que ellos mismos se han creído parte ineludible de todo paseo correctamente ejecutado. El impacto de eliminar este vestuario no es tan vasto porque entiendo que sólo hay un sastre en la faz de la tierra que fabrica tamaño modelito.

2 Merecer es un decir. La verdad es que la patria está cada vez más necesitada de héroes puesto que las últimas generaciones de soldados no han aportado con ninguno, en el ámbito de la oficialidad; pero en el caso de las barracas... suficiente con recordar a los mártires de Antuco. Cf. “Oda Escrita en 1966” , J.L.Borges, donde dice: Nadie es la Patria. Ni siquiera los símbolos./ Nadie es la Patria. Ni siquiera el tiempo/ cargado de batallas, de espadas y de éxodos...

3) Es una mera coincidencia que las siglas del Banco sean las mismas que la fatalmente famosa brigada Nazi. No hay que ver en este alcance un deseo de sus directivos de identificarse con tan nefasta entidad. (Hablo del Banco, no de los Nazis)



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