Monday, October 02, 2006

GONZALO ROJAS: PERDI MI JUVENTUD


Gonzalo Rojas nació en Lebu, el 20 de Diciembre de 1917 y, en consecuencia, cumplirá 89 años. Es uno de los poetas chilenos más importantes y ha sido premiado en Chile, Premio Nacional de Literatura, año 1992, en México, Argentina y España, Premios Reina Sofía de poesía, año 1992 y Cervantes, en el año 2003. En la fotografía recibe este último galardón de manos del Rey de España, Juan Carlos. El poema que presento en esta oportunidad se llama “Perdí mi juventud” y es uno de los más conocidos del autor. Constituye, además, un buen ejemplo de su estilo y de su temática central: el amor, la muerte, la reflexión filosófica. Me interesa insistir que esta sección busca asombrar, capturar adeptos, no familiarizados con la lectura de la poesía, para uno de mis géneros literarios preferidos.


PERDI MI JUVENTUD


Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.

Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.

Pasábamos por ti como olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.

Perdí mi juventud en los burdeles
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.

Allí, bella entre todas,
reinabas para mi sobre las nubes,
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.

Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.

Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
que copiaban en vano tu hermosura.

Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
desnuda para mi, todo era olor.

No he podido nunca saciarme en nadie,
porque yo iba subiendo devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente
y te perdí y no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.

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