Thursday, February 01, 2007

EL SAPIENTISIMO BEN JALDUN




Una de mis recientes lecturas la debo a un escritor marrroquí, Bensalém Hímmich. Hímmich es en realidad un catedrático de filosofía en la Universidad de Mohammed V, ensayista y debator de enorme prestigio en los centros intelectuales del Magreb y participa a menudo en debates y simposios en España. Acabo de leer “El Sapientísimo”, novela histórica sobre la vida de un personaje que no mencionaban los libros de historia de mi liceo a pesar de que éste tunecino fuera uno de los primeros, sino el primero, en interesarse por escribir historia interpretada a la luz del análisis de los hechos, la experiencia y la reflexión. Se trata de nada menos que Abderrahmán Ben Jaldún. Se acaban de cumplir, lo menciono de paso, seis siglos de su fallecimiento, acaecido en 1406, en El Cairo. Lo que fue profusamente recordado en Túnez, su país natal, pero también en España y otras naciones. La obra más conocida de Ibn Jaldún es su “Prolegómenos a la Historia Universal”, cuya trascripción del título original en árabe sería Muqaddima. En la celebración del Sexto Centenario se hicieron exposiciones entre otros en el Alcázar Real de Sevilla, en el cual el diplomático árabe mantuviera negociaciones, entre 1536 al 1539, con el rey castellano Pedro I, conocido popularmente como Pedro el Cruel, por su ánimo violento y sanguinario. Entonces el tunecino comparecía a la corte de Castilla representando al reino de Granada.

Ben Jaldún o Ibn Jaldún, nunca he comprendido la diferencia en la trascripción de su nombre, sirvió bajo numerosos sultanes, reyes y emires en funciones de consejero, diplomático y jurista. En cada lugar, en Granada tanto cómo en el Magreb o en Oriente, acabó por echarse encima la odiosidad de unos, las iras de otros, la amistad de pocos y las envidias de los demás. Olfateando intrigas, éste hombre de paz, testigo de las luchas de poder de los poderosos, sobrevivió en varias ocasiones poniendo los pies en polvorosa pretextando la obligación de todo musulmán de acometer peregrinaje a los lugares sagrados en La Meca y Medina. Habiendo nacido en 1332, Ben Jaldún tenía 17 años cuando la peste negra barrió ciudades sin respetar creencias, ni geografías, y despobló naciones completas. Se llevó, entre otros, a todos los familiares y maestros del futuro historiador. Este estaba, por decir lo menos, desde su juventud preparado para resistir la adversidad.

Su visión analítica de la historia presenta rasgos de una teoría que podrían ubicarlo en corrientes modernas del pensamiento social. Para Ben Jaldún, la causa de todos los males está en la continua lucha política por el poder, en los desmanes de riqueza e insolencia que agobian los presupuestos, en los gastos siempre crecientes y excesivos dedicados a la mantención de ejércitos que son la maquinaria propia de esta política de poder – a menudo formado por libertos, baste nombrar a los mamelucos que gobiernan Egipto - cuyos miembros perciben salario y, sobretodo, en la imposición cruel y aplastante de tributos a los campesinos, la única clase que puede generar un excedente. Lo observa Ben Jaldún tanto en los estados en que la disputa por el poder tiene su origen en las estructuras de clanes, así como en aquellos reinos, como en Egipto, dónde el príncipe o el sultán logra reunir las claves del poder en sus manos.

La novela se sitúa en la última parte de la vida del historiador, transcurrida en El Cairo, bajo el régimen del sultán Záher Barbuc. Concluí que si tuviera que sacar la frase que mejor retrata el texto, la que me gusta más, es una en que Barbuc dice, en voz baja y la mirada ausente:

"He convocado a los dos sabios malikíes más ilustres de mi feliz reino para consultarles sobre las acciones que podemos emprender contra el tirano mongol Timur el Cojo a quien Dios arruine la carrera y aniquile a su estirpe".

Me gusta mucho pues sin poner ni quitar nada indica ya un estado de cosas catastrófico en el reino, pero también el alma del sultán. Tamerlán, el azote del siglo, ha entrado ya en Siria con sus mongoles. Amenaza con poner sitio a Damasco, última línea de defensa dónde el sultán puede salir a hacerle frente con sus tropas. Se mostrará más adelante que Záher Barbuc, la Espada del Islám, está enfermo, y morirá, sin llegar a enfrentar a su enemigo. Será reemplazado por un niño de trece años, el que para colmo de males es aficionado al vino. Los nobles y altos personeros de la corte mameluca se mostrarán dispuestos a abandonar a Damasco a su suerte.

Ben Jaldún da en esa reunión una lección de sus cualidades analíticas. Ha estado construyendo lo que hoy llamaríamos un perfil psicológico del descenciente del Gengis Kan. Sus consejos, que podrían ser útiles para examinar invasiones más recientes perpetradas en contra de la comunidad islámica de hoy, serán desatendidos por la cúpula gobernante egipcia, pese a las aclamaciones aprobatorias del docto en derecho musúlman Ben Támasi, el segundo sabio malikí presente, el que condimenta los argumentos de Ben Jaldún de una manera muy poco científica con diversos versos extraídos del Corán y hadices o dichos del Profeta. Pongo un ejemplo: "Vale más un sabio con su ciencia que mil fieles con su oración".

Ben Jaldún coronará su carrera intentando dialogar con Timur, el tirano, cojo y mongol. Comerá abundantemente en la tienda dispuesta por Tamerlán, junto a una numerosa comitiva de doctos en derecho musúlman, sufies y jueces, todos los cuales se dirigen al Príncipe más poderoso que jamás haya existido en este planeta (que nunca fue mejor y nunca será peor que hoy) para obtener de éste algo de miramiento y una migaja de respeto para la población de la ciudad de Damasco, despoblada ya de ricos, nobles y poderosos. Según la costumbre oriental, al parecer por todos respetada, primero se come, después se habla. Mientras comen, afuera canta alguno estos versos:

Disfruta de estos manjares, cuyo amable recuerdo
celebrarás con parientes, si vives para contarlo.
Y si mueres, contemplarás al menos
la grandeza del Señor con el vientre lleno.

A este punto quepa nada más recordar que tanto los que comen dentro de la tienda como los que vigilan fuera de ella, profesan todos el mismo Islám y citan todos al mismo Profeta.

Oscar Bravo Tesseo
Estocolmo, Febrero de 2007

2 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Una salvedad únicamente. Ben Jaldún no negoció, ni residió en la corte de Pedro I de Castilla en 1536 como describí en el artículo. Lo hizo entre 1356 hasta 1359. Según he leído por ahí, Pedro I ofreció al sabio árabe devolverle tierras de propiedad de los antepasados de Jaldún, a cambio de que le sirviera en la corte, a lo cual el tunecino declinó. Para 1536, ambos el historiador y el rey castellano estaban ambos bien muertos y enterrados. Pido disculpas por esta errata de la cual soy único culpable. Quién desee investigar en el pensamiento de Jaldún podrá encontrar interesante la documentación ofrecida por UNED en el siguiente sitio

http://www.uned.es/congreso-ibn-khaldun/ponencia.htm

6:53 AM  
Blogger JORGE BRAVO TESSEO said...

Transcribo la siguiente información tomada de un sitio de la Unesco que da cuenta de la visita de Bensalem Himmich a Chile: "Este jueves 24 de noviembre en el Centro Cultural Estación Mapocho de Santiago, la UNESCO celebrará el Día Mundial de la Filosofía, actividad que reunirá en Chile a 38 destacados intelectuales de los cinco continentes para abordar desde la filosofía los grandes temas y problemas del mundo actual.

El encuentro internacional, realizado en el contexto del 60 aniversario de la organización, tiene por objetivo que los distintos filósofos nacionales y extranjeros invitados difundan la filosofía y su vocación universal al servicio de la diversidad cultural y la paz en el mundo.

Entre los participantes están León Olivé (México), Walter Kohan (Brasil), Tu Weiming (China), Bruno Climent (Francia), William Mac Bride (EE.UU.), Mahamade Savadoro (Burkina Faso), Bensalem Himmich (Marruecos) y Agustín Squella (Chile).

4:46 PM  

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