PRONTO SABRE QUIEN SOY
No se que edad tenía Jorge Luis Borges cuando escribió su “Elogio de la sombra”. Podría averiguarlo fácilmente, pero tengo prisa: este blog me impone ritmos vertiginosos; como la vida. Además, no es necesario, el poema es un espejo en el que el autor se refleja como quiere ser visto, no como lo vemos. La vejez “es el nombre que los otros le dan”, no es su problema; ve en ella una oportunidad; “puede ser el tiempo de nuestra dicha”.
El tiempo hizo su trabajo de decantación: “El animal ha muerto o casi ha muerto./ Quedan el hombre y su alma”. Coincido con mi tocayo, es posible que alguien no lo sepa, pero todos llevamos consigo la evolución de la especie, somos animales concientes, mientras más concientes, más humanos.
Pero hay algo más. El poeta vive -como vivo yo- “entre formas luminosas y vagas/que no son aún la tiniebla”. Y agrega, “Esta penumbra es lenta y no duele;/ fluye por un manso declive/y se parece a la eternidad”. También yo podría decir como Borges que “Mis amigos no tienen cara,/ las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,/ las esquinas pueden ser otras,/ no hay letras en las páginas de los libros”.
Conozco muy bien lo que significa tener la vida acotada al mínimo de sus posibilidades y lo que es hacer, cada día, el inventario de lo imprescindible. Dice Borges: “De las generaciones de los textos que hay en la tierra/sólo habré leído unos pocos,/ los que sigo leyendo en la memoria,/ leyendo y transformando./ Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,/ convergen los caminos que me han traído a mi secreto centro./ esos caminos fueron ecos y pasos, mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,/ días y noches,/ entresueños y sueños,/ cada ínfimo instante del ayer/y de los ayeres del mundo,/ la firme espada del danés y la luna del persa,/ los actos de los muertos,/ el compartido amor, las palabras,/ Emerson y la nieve y tantas cosas” .
Borges nos había anticipado ese último verso: “¡Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas” y, por mi parte, tenía anunciada la decantación: “Ahora puedo olvidarlas./ Llego a mi centro,/ a mi álgebra y mi clave,/ a mi espejo”. Todo para concluir con una soberbia declaración: “Pronto sabré quién soy”.
Me identifico en este poema. Como Borges, me acerco a esa etapa “que los otros le dan” el nombre de vejez, pero la enfrento, además, con la amenaza de la ceguera. Cuando uno esta en esta situación, no tiene otra alternativa que aceptar la evidencia y volverse hacia uno mismo, para buscar todo aquello que debe ser preservado del olvido y desechar el resto y, lo más importante, sacar conclusiones una y otra vez, sobre el sentido de la vida, sobre la existencia y la esencia de lo humano, sobre la vida y la muerte, acercarse lo más posible al secreto centro de que nos habla Borges, saber , exactamente, quienes somos.
Ese es el sentido que tiene este blog.
El tiempo hizo su trabajo de decantación: “El animal ha muerto o casi ha muerto./ Quedan el hombre y su alma”. Coincido con mi tocayo, es posible que alguien no lo sepa, pero todos llevamos consigo la evolución de la especie, somos animales concientes, mientras más concientes, más humanos.
Pero hay algo más. El poeta vive -como vivo yo- “entre formas luminosas y vagas/que no son aún la tiniebla”. Y agrega, “Esta penumbra es lenta y no duele;/ fluye por un manso declive/y se parece a la eternidad”. También yo podría decir como Borges que “Mis amigos no tienen cara,/ las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,/ las esquinas pueden ser otras,/ no hay letras en las páginas de los libros”.
Conozco muy bien lo que significa tener la vida acotada al mínimo de sus posibilidades y lo que es hacer, cada día, el inventario de lo imprescindible. Dice Borges: “De las generaciones de los textos que hay en la tierra/sólo habré leído unos pocos,/ los que sigo leyendo en la memoria,/ leyendo y transformando./ Del Sur, del Este, del Oeste, del Norte,/ convergen los caminos que me han traído a mi secreto centro./ esos caminos fueron ecos y pasos, mujeres, hombres, agonías, resurrecciones,/ días y noches,/ entresueños y sueños,/ cada ínfimo instante del ayer/y de los ayeres del mundo,/ la firme espada del danés y la luna del persa,/ los actos de los muertos,/ el compartido amor, las palabras,/ Emerson y la nieve y tantas cosas” .
Borges nos había anticipado ese último verso: “¡Siempre en mi vida fueron demasiadas las cosas” y, por mi parte, tenía anunciada la decantación: “Ahora puedo olvidarlas./ Llego a mi centro,/ a mi álgebra y mi clave,/ a mi espejo”. Todo para concluir con una soberbia declaración: “Pronto sabré quién soy”.
Me identifico en este poema. Como Borges, me acerco a esa etapa “que los otros le dan” el nombre de vejez, pero la enfrento, además, con la amenaza de la ceguera. Cuando uno esta en esta situación, no tiene otra alternativa que aceptar la evidencia y volverse hacia uno mismo, para buscar todo aquello que debe ser preservado del olvido y desechar el resto y, lo más importante, sacar conclusiones una y otra vez, sobre el sentido de la vida, sobre la existencia y la esencia de lo humano, sobre la vida y la muerte, acercarse lo más posible al secreto centro de que nos habla Borges, saber , exactamente, quienes somos.
Ese es el sentido que tiene este blog.
1 Comments:
Hummm!
Bueno acercarse al centro, enfocar, el tiempo pasa. Por fin nos vinimos a enterar cual era el sentido de este blog en el articulo borgiano, esto es, el tema socratico... Y resulta que de acuerdo a la declaracion de valor estaba destinado a : jugar con las ideas, propias y ajenas, a divulgar las que me influyen y combatir las que me incomodan.
Perdonad la ausencia de acentos, ordenador arrendado funciona como le da la gana.
Oscar
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