Wednesday, June 23, 2010

EN LA FILA PARA PEDIR PERDON II


El Presidente de la República Patricio Aylwin dió a conocer a la ciudadanía el informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, conocida como Comisión Rettig, mediante un discurso transmitido por cadena de televisión y radio, el 4 de marzo de 1991. Luego de hacer un resumen del contenido del documento, manifestó lo siguiente:
“Muchos compatriotas piensan que es tiempo de poner “punto final” a este asunto. Por el bien de Chile, debemos mirar hacia el futuro que nos une más que al pasado que nos separa que tenemos que hacer para construir una sociedad democrática, impulsar el desarrollo y alcanzar la justicia social, para que desgastemos nuestros esfuerzos en escudriñar heridas que son irremediables”. /-) “No se puede progresar profundizando las divisiones. Es la hora del perdón y la reconciliación".
Más adelante, agregó “…sin embargo, hay que empezar por precisar quiénes son los ofendidos llamados a perdonar y quiénes los ofensores que han de ser perdonados. Yo no puedo perdonar por otro. El perdón no se impone por decreto. El perdón requiere arrepentimiento de una parte y, de la otra, generosidad.
Cuando fueron agentes del Estado los que ocasionaron tanto sufrimiento, y los órganos competentes del Estado no pudieron o no supieron evitarlo o sancionarlo, y tampoco hubo la necesaria reacción social para impedirlo, son el Estado y la sociedad entera los responsables, bien sea por acción o por omisión. Es la sociedad chilena la que está en deuda con las víctimas de las violaciones a los derechos humanos”.

(-) “Por eso que yo me atrevo, en mi calidad de Presidente de 1a República, a asumir la representación de la nación entera para, en su nombre, pedir perdón a los familiares de las víctimas.
Por eso, también, pido solemnemente a las Fuerzas Armadas y de Orden, y a todos los que hayan tenido participación en los excesos cometidos, que hagan gestos de reconocimiento del dolor causado y colaboren para aminorarlo”.

Como era de esperar, el mensaje del Primer Mandatario cayó en el vacío. Los violadores de los derechos humanos durante la dictadura ocupaban ahora posiciones de fuerza. Augusto Pinochet fue Comandante en Jefe del Ejército durante todo el periodo presidencial de Patricio Aylwin y de dos tercios del de Eduardo Frei y, luego, se convirtió en Senador Vitalicio, todo ello, en virtud del engendro constitucional del fundador e ideólogo de la UDI, Jaime Guzmán Errázuriz. Solo la sorpresiva detención de Pinochet en Londres permitió abrir un forado en la línea de flotación del pinochetismo, que había demostrado todo su poder en el caso de los pinocheques.

En el frente civil del pinochetismo, tampoco había interés de ocuparse de los temas sugeridos por el Presidente Aylwin. Para los colaboradores civiles de la dictadura los excesos cometidos eran problemas de los militares.
Por otra parte, no tenía sentido pedirle a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos que perdonaran a sus victimarios, mientras no se estableciera la verdad y no se juzgara y condenara a los responsables..

La cruda realidad se impuso: las Fuerzas Armadas y de Orden y quienes participarón en los excesos cometidos, como autores, cómplices y encubridores, no hicieron los gestos de reconocimiento del dolor causado y no colaboraron para aminorarlo, como quería, con tan buenos fundamentos, el ex Presidente.

Tendrían que transcurrir 12 densos años, antes que un Comandante en Jefe del Ejército hiciera un reconocimiento formal de las violaciones de los derechos humanos en dictadura. En junio de 2002, en el marco de su visita a la I División de Ejército, en Calama, el general Juan Emilio Cheyre sostuvo que su institución "estába “viviendo una gran transformación. Estamos construyendo el Ejército del Siglo XXI. Junto a ello, hemos dado pruebas que nuestro proceso se ha comprometido a nunca más violaciones a los Derechos Humanos".


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