Friday, August 04, 2006

ENEMIGOS

Vi tres de las cinco películas que el actor Klaus Kinski filmó bajo la dirección de Werner Herzog. La primera cinta rodada por el cineasta alemán fue “Lope de Aguirre, la ira de Dios” (1972), que lo convirtió de inmediato en un referente del cine alemán y europeo. En esta cinta Kinski interpretó el rol del soldado español (vasco) que, en el siglo XVI, a mitad de una expedición para encontrar el tesoro de “El Dorado”, se alzó contra el Rey de España. Herzog y Kinski se conocían desde niños. Al momento del estreno, cinco años más tarde, surgieron por doquier, versiones de prensa, alimentadas por los propios protagonistas, que hablaron de la conflictiva relación existente entre ambos, que amenazó con hacer colapsar el proyecto cinematográfico de Herzog.

Kinski murió en el año 1991. Al año siguiente se publicó su autografía, bajo el título “Yo necesito amor”. Cuando leí algunos de los fragmentos de dicho libro que bajé de internet, quede asombrado por el grado de virulencia del relato. La narración comienza cuando Herzog llega al departamento de Kinski, para informarlo de su proyecto: Según Kinski, Herzog se quedó “estúpidamente” parado en la puerta y que se vio obligado a “remolcarlo” adentro.

“En cuanto está dentro del piso, empieza a explicarme la película sin que yo se lo haya pedido. Le digo que ya he leído el guión, y, por lo tanto, conozco la historia. Pero no me escucha y habla y habla y habla. Creo que no podría dejar de hablar aunque se lo prohibiese. No es que hable de prisa, “por los codos”, como se suele decir cuando alguien habla mucho y de prisa, escupiendo las palabras, al contrario. Tiene una manera de hablar plúmbea, más perezosa que un sapo, minuciosa, quisquillosa, fragmentaria; de su boca brotan cascadas de palabras, que intenta retener al máximo, como si le pagaran intereses por ellas. Pasa una eternidad hasta que al fin se saca del cerebro uno de sus mocos mentales resecos. Luego se contornea en doloroso éxtasis, como si tuviera llenos de azúcar sus dientes podridos. Una lentísima máquina de parlotear. Un modelo anticuado, cuyo interruptor no funciona y es imposible parar, a menos que se desconecte su interruptor central de la corriente. En fin, debería partirle la cara. No, debería dejarlo inconsciente a puñetazos. Pero incluso inconscientemente seguiría hablando. Aunque le rajasen el gaznate y lo decapitasen, seguirían botándole vaciedades de su boca, como los gases producidos por una putrefacción interior.

No entiendo en absoluto de lo que está hablando, excepto que está enamorado de si mismo sin motivo aparente y está fascinado por su propia osadía que no es más que la ignorancia de un diletante. Cuando cree que ha llegado el momento que yo comprenda lo cojonudo que él es me confiesa, sin más preámbulos y con aire de estar de vuelta de todo, las condiciones de vida y de trabajo que me esperan, como si estuviera leyéndome una merecida sentencia. Y afirma, con el mismo descaro y ramplonería (por decirlo así, relamiéndose los labios, como si se tratare de un bocado delicioso) que todos los que participan en el proyecto están dispuestos a privaciones que les esperan, con tal de seguirle los pasos a él, a Herzog “

No obstante sus aprehensiones, Kinski decide aceptar el rol asignado en el filme, no sin un evidente entusiasmo:

“Le digo a Herzog que Aguirre tiene que ser un tullido, porque no tiene que parecer que su poder procede de su físico. Tendré una joroba. Mi brazo derecho será demasiado largo, como el brazo de un mono. El izquierdo en cambio será demasiado corto, de modo que tenga que llevar sujeta a la parte derecha del pecho, soy zurdo, la vaina de mis espada...”

Kinski hace un extenso relato de las peripecias de la expedición en la selva amazónica peruana, por aire, tierra y rios. La comitiva afronta incomodidades, calor extenuante, la sed, el hambre, la violencia del ambiente, las enfermedades. Herzog quiere que el elenco sufra las mismas inclemencias que las que asolaron a los expedicionarios españoles del siglo XVI. Kinki acusa una y otra vez aHerzog, de todo lo que se le ocurre. La indumentaria de Lope de Aguirre pesa alrededor de quince kilos, que Kinski debe cargar permanentemente porque así lo exige la filmación y el cretino de Herzog.

“Con toda la armadura puesta, me caigo en un charco pantanoso, intento liberar mi cuerpo del fango, pero me hundo cada vez más. Grito inflamado de furia ciega: ¡Yo me largo¡ ¡Aunque tenga que remar hasta el océano Atlántico¡
-Si te largas, acabo contigo, dice ese calzonzazos de Herzog, con cara de susto debido al riesgo que está corriendo.
-¿Cómo vas a acabar conmigo bocazas?, le pregunto con la esperanza de que me ataque y así matarlo en defensa propia”.

Más adelante -he bajado once páginas de internet, que he resumido al máximo-- agrega “Se estrena “Aguirre” en Paris (¡después de cinco años!). Herzog, director inepto, productor inepto y un inepto a la hora de comercializar la película, la ha malvendido por cuatro duros (escalofriadamente mal doblada al inglés) a una distribuidora francesa de mala muerte. En la otra versión, aún peor, (en alemán, con subtítulos, no es mi voz la que se oye --me negué durante años a hablarle... El supuesto “dossier de prensa” no es más que un cúmulo de fanfarronadas hinchadas y mentiras desvergonzadas en favor de Herzog. Su responsable es un baboso “jefe de prensa”que se ha fijado como meta para el resto de su vida lamerle a Herzog su asqueroso culo. En el dossier de prensa aparece por primera vez esa historia analfabeta según la cuál Herzog me forzó por las armas a ponerme delante de la cámara.”

A pesar de todas estas diatribas, Klaus Kinski actuó en otras cuatro películas dirigidas por Herzog, aunque la guerra continuara con la misma intensidad durante sus filmaciones.

En el año 1999, 8 años después del fallecimiento de Kisnki, Herzog presentó el documental “Enemigos íntimos”, donde narra su relación de amistad y odio con Kinske, su “egomaniaco” compatriota. En una entrevista concedida a Ruth Valentini, publicada en “Le Nouvel Observateur”, a propósito de dicho estreno, se explaya sobre dicha relación.

R.V: “Durante el rodaje de Fitzcarraldo en la selva virgen del Amazonas, después de una rabieta del actor, los extras indios estaban aterrorizados por tu mutismo. Te propusieron eliminar a Kisnki, el diablo. ¿Por qué lo rechazaste?”
W.H: Todavía lo necesitaba y solo me importaba el resultado de la pantalla. Pero más tarde lamenté haberles llevado a abandonar el proyecto.

R.V: “Te hubieran metido a la cárcel...!
W.H; “Imagínate, en la selva virgen de Perú, la ley de la jungla está en vigor. El puesto de policía más cercano se encontraba a 400 kilómetros. Algunas buenas botellas de whisky y un par de cientos de dólares hubieran sido suficientes para atestiguar el accidente de caza (Herzog, hombre que sonríe muy poco, ríe a carcajadas)”.

La versión de Kinski se encuentra en www.a`pocatastasis.com/konski-herzodg y la de Herzod en www.temakel.com/cineherzog.

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