Tuesday, April 27, 2010

TENER O NO TENER

En la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, en 1960, conocí a dos magníficos recitadores. Uno de ellos era Genaro Arriagada, el mismo en el que está pensando, que recitaba con pasión “Antoñito el Camborio”, de Federico García Lorca, que usted conoce y que comienza con los versos “Voces de muerte se oyeron/cerca del Guadalquivir”. El otro, Lucho Acuña, prematuramente fallecido, recitaba con convicción “Tengo”, del cubano Nicolás Guillén, en el que “…Juan sin Nada no más ayer/y hoy Juan con Todo”, concluye su testimonio con un elocuente “Tengo lo que tenía que tener”.
La revolución cubana no cumplía aún dos años, pero nosotros no dudábamos que los sueños de libertad, de democracia y de justicia social, de millones de americanos, se estaban realizando en la lejana isla caribeña. Sus líderes no tenían nada que ver con los de otras latitudes o de épocas anteriores, y anunciaban una nueva era que los jóvenes de todo el mundo abrazaron como propia.

Pero era prematuro para que Juan sin nada, no más ayer, pudiera proclamar que ya tenía lo que tenía que tener.

Este es el poema que motivó estos recuerdos:

TENGO


Nicolças Guillén


Cuando me veo y toco
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.

Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.
Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple,
tengo el gusto de ir
¡es un ejemplo!
a un banco y hablar con el administrador,
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero como se dice en español.
Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.

Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,no jailáif,
no tennis y no yatch,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.
Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,tengo que ya aprendí a escribir
y a pensary a reír.

Tengo que ya tengo
donde trabajary ganar
lo que me tengo que comer.

Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.

Saturday, April 17, 2010

CUATRO AÑOS EN LA WEB


Este blog cumple hoy 4 años; ha publicado 326 posts y fue visitado 44.225 veces. El Indice general de sus publicaciones es el siguiente:

AÑO 2006:
ABRIL:
Uno nunca sabe
Nota Farandulera
Entre el cero y el infinito
MAYO:
Teseo y yo
Mis 7 maravillas del mundo
Mínima antología poetica universal
Bolivia y la cruz
Secretos de pacotilla
Epigramas de antología
JUNIO:
El alma de los perros
El desasosiego
Dos muchachas
La vorágine, el destino implacable
Mi primera final
JULIO:
Saramago y la izquierda
Li Po, ante el vino de mi copa
20 años…
Carta abierta al señor Brown
Y…era inmortal
Oda a los lentes de contacto
AGOSTO:
Miguel Otero Silva, Estocolmo y Arezzo
Enemigos
Lope de Aguirre ¿Príncipe de la libertad o Azote de Dios?
Santiago en 300 palabras
Linea de flotación
¿De qué trata el disco de Raudales?
SEPTIEMBRE:
Septiembre
El hombre invisible difamado
La campaña de 1970
El factor Dios
El hombre imaginario
Matices
OCTUBRE:
El hombre lobo y viceversa
Gonzalo Rojas: Perdí mi juventud
Lanzamiento de disco de Raudales en La batuta
La derrota
El año 1939
Y quizás no existio
NOVIEMBRE_
Variaciones sobre el rema del fuego
Piel Roja suelto en La Tirana
Raudales en La batuta
Oscar Waiss: firme junto al pueblo
Ciudades y libros
Lo que realmente sucedió con la llama de la libertad
Jorge Teillier: Nieve nocturna
DICIEMBRE_
Vivir y morir en Cartagena
Bagatelas
A partir de mañana
La muerte de Pinochet
El tiempo según Martín Fierro
Otras vaeuacuibes sobre el tema del fuego
La vida es sueño de una noche de verano
Enrique Lihn: Porqué escribí
Una crónica sobre La Reina

AÑO 2007
ENERO:
Asesinato en Fago
Turista en Santiago
Abril Revisitado
Orhan Pamuk: Nobel de literatura 2006
Asociación de ideas
Oscar Hahn: En una estación de metro
Temerosa sombra
FEBRERO
Carta Al señor Bernard Weber
¿Hasta que la muerte nos separe?
El desierto que viene
Eduardo Anguita: Venus en el pidridero
Charles, Edith, Yves y los otros
El sapientísimo Ben Jaldun
MARZO:
Gonzalo Millán: Apocalipsis doméstico
La triste historia del osito Knut
La aventura noruega de la princesa palestina Anastasia Jerusalem
Hipatía, una mujer excepcional
Secuencia poética: el fuego
Una historia divertidísima
Una niña mala, pero muy buena
ABRIL:
Días, vidas y libros
El gran Chico
Un año en la blogósfera
La flor de la canela
Las razones del Sultán
Variaciones con el tema del fuego
MAYO
Alberto Gamboa y su viaje por el infierno
Linnea y el Noria en el Xoro
Jorge Enrique Adoum: Coinciobediencia
Los amantes de Sumpa
La gran semana de Raudales
La expulsión de los moriscos de España
Yo no vengo a vender
Chico Buarque de Holanda: Construcción
JUNIO
Jean-Paul Sartre: existencia y esencia
César Vallejo: Piedra blanca sobre piedra negra
Jaque mate
Región y poesía en Chile
Sitiar a Manuela
El asesinato de Julio César según Shakespeare
JULIO:
Ladrones de bicicletas
Felix Weil y la Escuela de Frankfurt
Juan Gelman: Mi Buenos Aires querido
Reflexiones sobre la consecuencia
Nimiedades
El último día de la espera
Agnus Dei
AGOSTO:
Exposicion fotográfica
Alvaro Mutis: Umn bel morir
Jaime Galté, su vida paranormal
Santiago en 300 palabras
El arte de escuchar
El perro y la niebla
Un premio literario chileno
Ser o ser
SEPTIEMBRE:
Bienvenida primavera
Infancia y bugambilias
Pablo Neruda: Alturas del Macchu Pocchu
Inasible fulgor de la patria
Salvador Allende, una tarea pendiente
Los misiles mal guiados de la religión
Edward Albee y la violencia
Irse de teclado
OCTUBRE
Mario Benedetti: Te quiero
Calles de La Reina
La flor de la canela
Emil Zatopek, la locomotora humana
Tolerancia cero
Historias de un día histórico
El maletín literario
Robots, de Rossum a Brooks
NOVIEMBRE:
Vinicius da Moraes: Soneto da fidelidade
Repudio a caza de ballenas
La culpa es de Bielsa
Trenes rigurosamente vigilados I
Trenes rigurosamente vigilados II
Trenes rigurosamente vigilados III
Preguntas frecuentes
DICIEMBRE:
(2008-2084)
Elvio Romero: Nosotros no mentiremos
El puente, el rio y la alameda
¡Mi reino por un caballo!
Dos longevos, rebeldes y geniales
El color de mis calcetines
El centenario de Samuel Román

AÑO 2008
ENERO:
El Peneca, cien años
Jit Narain:Con el fin de matar una serìente
El egecto mariposa
Héctor Barreto, pasajero del sueño
Calles de La Reina
Collage del destino
FEBRERO
Miguel Otero Silva: Siembra
¿Qué es la conciencia?
Neruda y sus calcetines
Un vistazo a la muerte
Te vi
MARZO:
La vorágine
La llorona, leyenda y canción
El cuento según dos tios
Guérnica
El miedo y la cobardía
Noticias y libros
Beber a la luz de la luna
Las fugas de J.C. Brauser
¡Ay, olvidos!
Dos años
Sueños afroamericanos
Algo de mi dolce vita
El retorno de Clavel Negro
MAYO:
El alma de los perros
La nostalgia y el cambio
Muros inteligentes
Donde hallar nuestro lugar
Donde esta Dios…aunque no exista
Ascanio Cortés, entre dos mujeres
Delacroix, Eluard y la libertad
JUNIO
Juan Gelman, Premio Cervantes 2008
Las Verónicas de Kieslowski
Una celebración falaz
¡Y que vivan los novios!
Oficios de tinieblas por Galileo Galilei
Bucarest
JULIO:
Santiago Arcos regresa a Chile
Mis últimos hallazgos em Youtube
La buena voluntad
Ubú Re y el Teatro del Absurdo
Presentación de Ubú Rey
Raymond Carver: Escribir un cuento
Sacar a 100 todo en 1000
AGOSTO.
Sarmiento, Wilde y el Niágara
Yusuf Islam, el hastío de la fama
Roger Garaudy: de Marx a Alá
Volar como una mariposa y picar como una abeja
Santiago en 100 palabras
5.000 años
SEPTIEMBRE:
Queltehues al desalojo
4 horas con el General San Martín
Utamara el músico
¿Prat o Allende?
OCTUBRE:
Músicos en el Metro
El día en que no se acabó el mundo
Cupido en el terremoto de Chillán
Las diabólicas
Martín Vidaurre Bravo, su candidato
Historias de un día histórico
NOVIEMBRE:
Cine latinoamericano en Estocolmo
¿Qué será lo que quiere el negro?
El silencio anterior
Ruido, mucho ruido
Melnick, teórico del golpe de estado
DICIEMBRE:
2.666, de Roberto Bolaño
Zapatos con historia
G.W. Busch: una agresión inaceptable
El post de las preguntas
Relato de un caso de telekinesia

AÑO 2009
ENERO:
Esperando a Godot
Esperando al zurdo
Esperando la carroza
Esperando nacer
FEBRERO.
La Itaca de Constantino Kavafis
Contar cantando, cantar contando
Volver a los ‘60
Gente como uno
Ultimo viaje
MARZO:
La Utopía de Oscar Wilde
No lo suficientemente alto
La primera muerte de Miguel Mascruz
La crisis: optimismo y pesimismo
El amor, la guerra y la paz
ABRIL:
La mujer que llegó en marzo
Estación de trenes
Palabras que no se llevó el viento
Un aullido interminable
El trabajo del diablo
MAYO:
Jan, el otro Neruda
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Malas noticias
¡Hola, soy Toumai!
Pronto sabré quién soy
Shoichi Yokoi,el Selkirk japonés
JUNIO:
Te recuerdo Olivia
Li Po, el vino y La vida
La danza del bien y del mal
Diablito de Talamí
JULIO:
Frei, Piñera y la Constitución de 1980
Los enemigos de los cambios
La guerra y el fútbol
Zumo de cebolla
Una columna fallida
AGSTO:
El conflicto mapuche
Primeros pasos en Facebook
Ernesto Sábato: Sobre la existencia del infierno
SEPTIEMBRE:
Contra esto y aquello
Esperando el Bicentenario I
Esperando el Bicentenario II
OCTUBRE:
Yo, librero
Bolero
La guerra sucia
NOVIEMBRE:
Sueño con final feliz
La mujer del prójimo
La línea de sombra: Derrotero de un mito
DICIEMBRE:
Roberto Garretón: Carta abierta a los chilenos
Las cartas en la mesa

AÑO 2010
ENERO:
Viaje a la semilla
Rl lobo hombre
La muchacha de La Guaira
FEBRERO
Estoy en Puertomarte sin Hilda
Todos los fuegos el fuego
La casa de Asterión
MARZO:
Voltaire y el terremoto de Lisboa
Paris sin aguacero
Un milagro portentoso
Centenario de Oscar Castro
ABRIL:

Volver o no volver
Jodida Kate

Friday, April 09, 2010

VOLVER O NO VOLVER



Mientras termino este post los dejo con estos temas. Voy y vuelvo, o sea, volveré, porque tengo que volver:

Volver a los diecisiete después de vivir un siglo, es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver a ser de repente tan frágil como un segundo, volver a sentir profundo como un niño frente a Dios, eso es lo que siento yo en este instante fecundo.

volver con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien...

y volver, volver, volver a tus brazos otra vez, llegaré hasta donde estés, yo sé perder, yo sé perder, quiero volver, volver, volver.


Y volverás en ese barco azul, te esperaré si me lo pides tú, te esperaré por siempre hasta morir, pues tu eres mi vivir;no me hagas más sufrir.
Y volveré como un ave que retorna a su nidal, verás que pronto volveré y me quedaré, por esa paz que siempre, siempre tu me das, que tu me das.

Vuelvo a casa, vuelvo compañera, vuelvo mar, montaña, vuelvo puerto, Vuelvo sur, saludo mi desierto, Vuelvo a renacer amado pueblo. Vuelvo, amor vuelvo, a saciar mi sed de ti, vuelvo, vida vuelvo, a vivir en mi país.
Vuelvo hermoso, vuelvo tierno, vuelvo con mi esperadura, vuelvo con mis armaduras, con mi espada, mi desvelo, mi tajante desconsuelo, mi presagio, mi dulzura, vuelvo con mi amor espeso, vuelvo en alma y vuelvo en hueso a encontrar la patria pura al pie del último beso.

Yo te juro que no volveré, aunque me haga pedazos la vida, si una vez con locura te ame ya de mi alma estarás despedida. No volveré te lo juro por Dios que me mira. Te lo digo llorando de rabia, no volveré.

No es que no vuelva porque me he olvidado, es que perdí el camino de regreso.

Thursday, April 01, 2010

JODIDA KATE



Ricky miró a Kate y pensó esta es la mina más flaca en todo este jodido avión. De todos modos retiró el audífono de la oreja, la escuchó pacientemente y buscó después el paquete de Pepper Mint. Lo extendió con la abertura hacia la mano delgada de ella. Kate sacó tres chicles y se los metió en la boca. El avión dio una sacudida y Ricky tuvo que sujetar el bolso de mano antes de que se viniera al piso. Al laptop no le pasó nada. Siguió en posición, la espalda ancha de Frank congelada hacía medio minuto.

¡Maldita sea! Exclamó Ricky, no va a terminar nunca. Cogió el tarro de coca cola y se echó un trago. Se estaba entibiando. ¡Maldita sea! dijo Ricky otra vez y se puso a apretar botones, encendió la lamparita de lectura, apretó más botones; a poco apareció la azafata. Hablaba puro español. Ricky le pasó el tarro a medio vaciar mostrando que quería otra. La tipa se fue a buscarla, Ricky observó que tenía un trasero dos veces más grande que el de Kate. Cuando la cola volvió, la carnicería había recomenzado en la pantalla del laptop y Ricky y Kate estaban absorbidos en ella, comiendo unos bocadillos de jamón crudo con manteca, siameses colgados del auricular compartido. Cada uno escuchaba con una oreja. Frank y Johnny comenzaban a contar cadáveres propios y ajenos. Johnny estaba decepcionado; a este ritmo, gruñó, nos vamos a quedar sin muchachos antes de que se acabe esta semana. Ricky acarició la mano de Kate y ella le dio una mirada agradecida. Estando cogidos de la mano Ricky recordó que no se habían puesto HD3 así que detuvo a Frank y lo dejó congelado examinando la pistola un largo rato mientras buscaba la crema. Le la pasó el pote a Kate y ella se puso y después Ricky y luego estuvieron ambos esparciendo la crema cuidadosamente en sus manos de dedos delgados. Ricky debe haber pesado 60 quilos, Kate, 45. Lo que es Johnny pesaría mínimo 95 quilos y del peso de Frank mejor ni hablar. Kate puso en marcha el laptop lo que reanimó significativamente a Frank y hasta lo puso sentimental. Esta pistola es un regalo de mi padre, comentó, con ella acribilló al legendario Jerry “Fat” Scangagoglio, en 1943.

- ¿Scanga qué? –preguntó Johnny.

Scangagoglio, contestó Frank, mi padre se lo cargó el 43, en Detroit. Ocurre que Scangagoglio estaba tratando de retener a los trabajadores de Detroit y meterlos a todos en su sindicato. Mi padre entró a su oficina y le pegó tres tiros, delante de todo el mundo. Eso hace un buen americano.

¡Carajos! Exclamó Ricky pero Kate no le escuchó. Estaba demasiado absorta siguiendo los pormenores en la pantalla del laptop. Johnny y Frank estaban empeñados en una partida de póquer con gente del clan de los Rebolledos. Frank se ve joven y tiene dos reyes, Johnny se ve joven y tiene un as y un siete. Los Rebolledos tienen una ancha sonrisa mexicana y les importa un cuerno verse jóvenes o no. Mucho menos les importa mirar sus cartas. El quinto hombre a la mesa, un mulato con pinta de clarinetista de jazz, reparte una carta más por nunca y luego entra en un estado de somnolencia, los ojos cerrados, el cigarrillo apenas pendiendo de sus labios como si estuviera apagado, el rostro ceniciento escondido debajo del sombrero. Uno de los Rebolledos, Juanito, adelanta un fajo de mil dólares. El otro Rebolledo, Manolo, le sigue. Los Rebolledos juegan a ciegas. A mitad de la mano todavía no han visto sus cartas. A Frank le dan ganas de sacar el revólver. Se decide a empujar hacia el centro de la mesa otro fajo de billetes. Johnny le sigue. Sobre la mesa hay ahora 16 fajos iguales con diez billetes de cien dólares cada uno. Frank mira su tercera carta. Ahora hay tres reyes juntos el uno al lado del otro como si fueran todos hijos de una misma madre. Johnny tiene un as y dos sietes. Los Rebolledos no saben lo que tienen pero siguen sonriendo como si tuvieran tres ases cada uno. Kate congela la partida y pregunta por enésima vez a Ricky cómo es que los chicanos no miran nunca sus cartas. Juegan póquer al modo de Detroit, sostiene Ricky, y como ella no dice nada, agrega: las escalas no valen, cinco colores de la misma pinta tampoco. Lo más que se puede juntar son cuatro ases. Si, insiste Kate, ¿pero porqué los mexicanos no miran sus cartas?

The Rebolledos brothers – Ricky imita ahora la voz de Johnny - don´t check their fucking cards because they are a punch of mother fuckers, that´s why!

Ah, dice Kate, satisfecha y echa a correr el laptop.

El mulato con facha de clarinetista (si es que un tío realmente puede tener facha de clarinetista) se despierta sobresaltado. En silencio, da una chupada y la brasa del cigarrillo se ilumina de un color naranja tirando para rojo, entonces reparte una carta más a cada quien. Frank recibe un ocho de corazón, una carta muy mala para uno que aspira a llevarse los fajos de arriba de la mesa. Johnny recibe un seis. Los Rebolledos actúan como si estuvieran drogados. Manolo se ríe y sube las apuestas con dos fajos más. Juanito le sigue. Johnny le sigue. Frank mira los fajos de billetes durante sesenta jodidos segundos. Parece una eternidad. Frank parece un zombie. El mulato parece una estatua de cera, un objeto arrumbado en el rincón más sucio del desván de un museo de personalidades de Paris representando un mulato con pinta de músico de jazz que redondea sus ingresos repartiendo cartas en juegos de póquer a la manera de Detroit. Todo parece muy jodio, a decir verdad, como una dueña de casa que se le acaba de quemar la comida con una docena de invitados sentados a la mesa. Frank espera un poco más y después se saca el sombrero y lo pone encima de la mesa, saca un pañuelo de color verde y se seca el sudor de la nuca. Los Rebolledos miran como si nunca en su vida hubieran visto a un tipo con sombrero que saca un pañuelo verde para secarse el sudor. Johnny sabe ahora que Frank tiene tres reyes. Frank dice voy y pone dos mil dólares en el pozo.

-No había quinta carta – explicará más tarde Ricky arriba del bus que los lleva desde Barajas al centro de la ciudad, Las reglas de póquer del jodido Detroit dicen que no es necesario dar más de cuatro cartas visto que ni los colores ni las escalas cuentan.

Entonces Frank da vuelta sus cartas y deja descubierto los tres reyes. Johnny no muestra carta alguna. Los Rebolledos siguen con sus cartas intactas arriba de la mesa. Frank extiende una mano para coger uno de los fajos de billetes y antes de que los hermanos Rebolledos hagan una movida Johnny ya tiene el revólver en la mano. El mulato ha vuelto a su estado de somnolencia y no dice esta boca es mía. Juanito Rebolledo sonríe pero su hermano Manolo está pálido de ira. Frank da vuelta las cartas de Juanito; hay un par de damas, un siete y un as. Frank da vuelta las cartas de Johnny y por allí aparece el segundo as. Ahora todos saben, menos Kate y el mulato con cara de clarinetista que anda vagando por otro planeta, que Frank ganó y que el menor de los Rebolledos a lo más podrá tener un trío de menos valor que los tres reyes de Frank.

La escena en la pantalla del laptop se va para otro lado. Ricky se da cuenta que esa escena ocurrió hace años atrás y que fue así como empezó la rivalidad entre Johnny y los Rebolledos, el declive de éstos y el ascenso de Johnny y Frank.

¡Carajos! Exclamó Ricky pero Kate no le escuchó. Sigue demasiado absorta los pormenores que se desarrollan en la pantalla del laptop. Johnny, sentado frente a un enorme plato de tallarines con boloñesa propone a Frank pedir una tregua a los Rebolledos. Frank opina que con esos puertorriqueños hijos de putas no se puede negociar. Chicanos, dice Johnny. Con esos chicanos hijos de putas no se puede negociar se corrige Frank. Y hasta allí llega Frank, obeso y pesado, canoso, de respirar hondo e inquieto. Kate lo detiene rozando apenas el teclado con un dedo. ¿Qué pasa ahora? Dice Ricky. Voy a pasar al lavabo dice Kate y salta por encima de las piernas de Ricky y se posa en el pasillo del avión. Ricky observa que ella va descalza y piensa que Frank tiene razón. Mejor no negociar con esos pistoleros latinos, chicanos o lo que sea. Luego saca un cambucho de chocolates y una revista del bolso y prueba un chocolate y después otro. Le quedan los dedos sucios. Cuidadosamente retira del bolso una loción de Hugo Boss y se enjuaga las manos. Mira a Frank, que ha enmudecido en medio de su negativa a hacer pactos con los Rebolledos. Frank sigue con la misma testarudez de hace dos minutos atrás. Ricky sigue esperando a Kate que parece que fue al baño. Abre la revista y la hojea. Con un ojo vigila a Frank, con el otro la revista. Hay una foto con la tumba de Dante en Rávena. En la página siguiente hay una foto de una muchacha y Frank sigue inmóvil. La chica es flaca como Kate, pero se ve más espigada y bonita, como una Kate retocada y muestra un hombro y una rodilla y lo demás va cubierto por un chaleco de lana (igual a uno que Ricky tiene en su casa) y esta Jodida Kate posa para una marca de relojes. Tiene la impresión que Frank acaba de mover un brazo en la pantalla del laptop. Llega Kate y trepa de nuevo sobre sus piernas y ocupa otra vez su asiento. Ricky está conforme con esta Kate. La Kate de la revista va a dar al piso y se queda tirada allí por el resto del viaje.

Se colocan los auriculares y ponen en marcha al laptop. Un Frank reanimado retoma la frase interrumpida y pronto llega la escena en que Frank levanta el fono y habla con un tipo, quizá con Johnny, y dice “cómo pudiste hacer esa cagada” y después se ve a Johnny en la cabina telefónica en una ciudad cualquiera hablando con alguien, a lo mejor es Frank, y dice “mejor te llamo mañana= y mientras tanto que Kate coge los tres últimos chicles del fondo de la bolsa y se los pone en la boca hay un tipo con cara de cubano de Miami que se acerca sin apuro a la cabina de Johnny. Ricky masca su chicle como un alienado, Frank deja el fono y se enjuaga el sudor de la frente con un pañuelo verde (que aunque no crean parece ser el pañuelo de hace treinta años atrás) y Johnny abre la puerta de la cabina y se apresta a salir. Entonces el cubano adelanta un paso y le da el primer tiro. Después se acomoda un poco para atrás como para ver mejor el efecto de su tiro. Johnny echa mano de su revólver y le da un tiro al cubano que resulta ser un pistolero sumamente lento y flojo. De todas maneras le grita gringo concha de tu madre a Johnny y Johnny hace a su vez algunos comentarios desfavorables sobre la madre del cubano y, ya conformes los dos con la parte de los insultos, se dan un tiro más cada uno, con harta parsimonia, como si en vez de un duelo entre pistoleros se hubieran topado en los cuartos de final de un abierto de ajedrez.

Ricky desea tener una cola helada pero la única que tiene está a temperatura ambiente. Está seguro de que por menos Frank se habría referido en términos poco caballerosos a la mitad de los habitantes de Detroit o de cualquier agujero para ratas en Oklahoma City. Va a llamar a la azafata cuando el capitán abre el jodido micrófono y anuncia a la jodida tripulación de la nave que comiencen a prepararse para el jodido descenso y aterrizaje en el aeropuerto de Madrid en 10 jodidos minutos más y que la temperatura local es de 22 grados.

La azafata avanza por el pasillo con cara de perros retirando vasos de plástico y tarros vacíos de coca cola. Kate congela a Johnny y al cubano que están felices dándose tiros y cierra el laptop. Las mesas se recogen. Los asientos se ponen en posición vertical. Ricky cierra los ojos y se coge de la mano de Kate. Odia los aterrizajes. Kate sonríe, feliz de la vida. Él se siente más tranquilo, jodida Kate.

Oscar Bravo Tesseo

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