Sunday, June 24, 2007

JEAN-PAUL SARTRE: "EXISTENCIA" Y "ESENCIA"


El día 29 de octubre de 1945, en el club Maintenant, Jean Paul Sartre pronunció su célebre conferencia “El existencialismo es un humanismo”. El objeto de la conferencia, que luego se publicó como ensayo, fue defender sus tesis de las impugnaciones desde el comunismo y el cristianismo y para exponer, en forma sistemática y pedagógica, sus postulados, que causaron en su época gran conmoción, a pesar que su visión del hombre, había sido ampliamente difundida a través de sus obras de teatro y filosóficas, como “El Ser y la Nada”. En el texto mencionado, Sartre caracteriza al existencialismo como la “doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implica un medio y una subjetividad humana”. Uno de los aspectos relevantes de esta doctrina es la formulación según la cuál la existencia antecede a la esencia. El texto de esta obra se encuentra en varios sitios en Internet.

A continuación reproducimos los párrafos en la que se refiere a la relación entre “existencia” y “esencia”:

“Lo que complica las cosas es que hay dos especies de existencialistas: los primeros, que son cristianos, entre los cuales yo colocaría a Jaspers y a Gabriel Marcel, de confesión católica; y, por otra parte, los existencialistas ateos, entre los cuales hay que colocar a Heidegger, y también a los existencialistas franceses y a mí mismo. Lo que tienen en común es simplemente que consideran que la existencia precede a la esencia, o, si se prefiere, que hay que partir de la subjetividad. ¿Qué significa esto a punto fijo?Consideremos un objeto fabricado, por ejemplo un libro o un cortapapel. Este objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se ha referido al concepto de cortapapel, e igualmente a una técnica de producción previa que forma parte del concepto, y que en el fondo es una receta. Así, el cortapapel es a la vez un objeto que se produce de cierta manera y que, por otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que produjera un cortapapel sin saber para qué va a servir ese objeto. Diríamos entonces que en el caso del cortapapel, la esencia —es decir, el conjunto de recetas y de cualidades que permiten producirlo y definirlo— precede a la existencia; y así está determinada la presencia frente a mí de tal o cual cortapapel, de tal o cual libro.
Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual se puede decir que la producción precede a la existencia.Al concebir un Dios creador, este Dios se asimila la mayoría de las veces a un artesano superior; y cualquiera que sea la doctrina que consideremos, trátese de una doctrina como la de Descartes o como la de Leibniz, admitimos siempre que la voluntad sigue más o menos al entendimiento, o por lo menos lo acompaña, y que Dios, cuando crea, sabe con precisión lo que crea. Así el concepto de hombre, en el espíritu de Dios, es asimilable al concepto de cortapapel en el espíritu del industrial; y Dios produce al hombre siguiendo técnicas y una concepción, exactamente como el artesano fabrica un cortapapel siguiendo una definición y una técnica. Así, el hombre individual realiza cierto concepto que está en el entendimiento divino. En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de Dios es suprimida, pero no pasa lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia. Esta idea la encontramos un poco en todas partes: la encontramos en Diderot, en Voltaire y aun en Kant. El hombre es poseedor de una naturaleza humana; esta naturaleza humana, que es el concepto humano, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal, el hombre; en Kant resulta de esta universalidad que tanto el hombre de los bosques, el hombre de la naturaleza, como el burgués, están sujetos a la misma definición y poseen las mismas cualidades básicas. Así pues, aquí también la esencia del hombre precede a esa existencia histórica que encontramos en la naturaleza.
El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto, y que este ser es el hombre, o como dice Heidegger, la realidad humana. ¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla”.

Friday, June 22, 2007

CESAR VALLEJO: "PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA"



César Vallejo es unas de las cumbres de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Nació en 1892, en Santiago de Chuco, una aldea de Los Andes peruano, ubicada a 3500 metros de altura (donde, según la FIFA, no se debe jugar fútbol, porque es dañino para la salud) y murió en Paris, como lo vaticinó en el poema que publicamos en este post, en 1938. En 1918 publica su primer libro de poemas: Los heraldos negros y en 1922, Trilce; un año después, publica algunas prosas y viaja a París, desde donde se desplazará entre la Unión Soviética y España, de donde será expulsado por razones políticas y a la que volverá clandestinamente, en 1932. Un año antes había publicado su novela Tugsteno. En 1939 se editan, de manera póstuma, los Poemas humanos.
Lo primero que leí de Vallejo fue Trilce, editado por la Editorial Losada, en buenos Aires, 1970, y que hoy está en Internet En el post que antecede, en el orden de publicación, se emcuentra el magnífico ensayo de José Carlos Mariátegui, que analiza la obra poética de su compatriota:

PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto7
a la mala y,jamas como hoy, me he vuelto,7
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…

Tuesday, June 19, 2007

CESAR VALLEJO



José Carlos Mariátegui (1)

El primer libro de César Vallejo, Los Heraldos Negros, es el orto de una nueva poesía en el Perú. No exagera, por fraterna exaltación, Antenor Orrego, cuando afirma que "a partir de este sembrador se inicia una nueva época de la libertad, de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal" 2.

Vallejo es el poeta de una estirpe, de una raza. En Vallejo se encuentra, por primera vez en nuestra literatura, sentimiento indígena virginalmente expresado. Melgar -signo larvado, frustrado- en sus yaravíes es aún un prisionero de la técnica clásica, un gregario de la retórica española. Vallejo, en cambio, logra en su poesía un estilo nuevo. El sentimiento indígena tiene en sus versos una modulación propia. Su canto es íntegramente suyo. Al poeta no le basta traer un mensaje nuevo. Necesita traer una técnica y un lenguaje nuevos también. Su arte no tolera el equívoco y artificial dualismo de la esencia y la forma. "La derogación del viejo andamiaje retórico -remarca certeramente Orrego- no era un capricho o arbitrariedad del poeta, era una necesidad vital. Cuando se comienza a comprender la obra de Vallejo, se comienza a comprender también la necesidad de una técnica renovada y distinta"3. El sentimiento indígena es en Melgar algo que se vislumbra sólo en el fondo de sus versos; en Vallejo es algo que se ve aflorar plenamente al verso mismo cambiando su estructura. En Melgar no es sino el acento; en Vallejo es el verbo. En Melgar, en fin, no es sino queja erótica; en Vallejo es empresa metafísica. Vallejo es un creador absoluto. Los Heraldos Negros podía haber sido su obra única. No por eso Vallejo habría dejado de inaugurar en el proceso de nuestra literatura una nueva época. En estos versos del pórtico de Los Heraldos Negros principia acaso la poesía peruana (Peruana, en el sentido de indígena).

Hay golpes en la vida, tan fuertes Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma Yo no sé!
Son pocos; pero son ... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre...Pobre ...pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ...Yo no sé!

Clasificado dentro de la literatura mundial, este libro, Los Heraldos Negros, pertenece parcialmente, por su título verbigracia, al ciclo simbolista. Pero el simbolismo es de todos los tiempos. El simbolismo, de otro lado, se presta mejor que ningún otro estilo a la interpretación del espíritu indígena. El indio, por animista y por bucólico, tiende a expresarse en símbolos e imágenes antropomórficas o campesinas. Vallejo además no es sino en parte simbolista. Se encuentra en su poesía -sobre todo de la primera manera- elementos de simbolismo, tal como se encuentra elementos de expresionismo, de dadaísmo y de suprarrealismo. El valor sustantivo de Vallejo es el de creador. Su técnica está en continua elaboración. El procedimiento, en su arte, corresponde a un estado de ánimo. Cuando Vallejo en sus comienzos toma en préstamo, por ejemplo, su método a Herrera y Reissig, lo adapta a su personal lirismo.

Mas lo fundamental, lo característico en su arte es la nota india. Hay en Vallejo un americanismo genuino y esencial; no un americanismo descriptivo o localista. Vallejo no recurre al folclore. La palabra quechua, el giro vernáculo no se injertan artificiosamente en su lenguaje; son en él producto espontáneo, célula propia, elemento orgánico. Se podría decir que Vallejo no elige sus vocablos. Su autoctonismo no es deliberado. Vallejo no se hunde en la tradición, no se interna en la historia, para extraer de su oscuro substratum perdidas emociones. Su poesía y su lenguaje emanan de su carne y su ánima. Su mensaje está en él. El sentimiento indígena obra en su arte quizá sin que él lo sepa ni lo quiera.

Uno de los rasgos más netos y claros del indigenismo de Vallejo me parece su frecuente actitud de nostalgia. Valcárcel, a quien debemos tal vez la más cabal interpretación del alma autóctona, dice que la tristeza del indio no es sino nostalgia. Y bien, Vallejo es acendradamente nostálgico. Tiene la ternura de la evocación. Pero la evocación en Vallejo es siempre subjetiva. No se debe confundir su nostalgia concebida con tanta pureza lírica con la nostalgia literaria de los pasadistas. Vallejo es nostalgioso, pero no meramente retrospectivo. No añora el Imperio como el pasadismo perricholesco añora el Virreinato. Su nostalgia es una protesta sentimental o una protesta metafísica. Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia.
Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí; /ahora que me asfixia Bizancio y que dormita
la sangre como flojo cognac dentro de mí.
("Idilio Muerto", Los Heraldos Negros)
Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: "Pero hijos..."
("A mi hermano Miguel", Los Heraldos Negros)
He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.
(XXVIII, Trilce)
Se acabó el extraño, con quien, tarde
la noche, regresabas parla y parla.
Ya no habrá quien me aguarde,
dispuesto mi lugar, bueno lo malo.
Se acabó la calurosa tarde;
tu gran bahía y tu clamor; la charla
con tu madre acabada/ que nos brindaba un té lleno de tarde
(XXXIV, Trilce)

-Otras veces Vallejo presiente o predice la nostalgia que vendrá:

Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.
("Ausente", Los Heraldos Negros)

Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
("Verano", Los Heraldos Negros)
Vallejo interpreta a la raza en un instante en que todas sus nostalgias, punzadas por un dolor de tres siglos, se exacerban. Pero -y en esto se identifica también un rasgo del alma india-, sus recuerdos están llenos de esa dulzura de maíz tierno que Vallejo gusta melancólicamente cuando nos habla del "facundo ofertorio de los choclos".

Vallejo tiene en su poesía el pesimismo del indio. Su hesitación, su pregunta, su inquietud, se resuelven escépticamente en un "¡para qué!" En este pesimismo se encuentra siempre un fondo de piedad humana. No hay en él nada de satánico ni de morboso. Es el pesimismo de un ánima que sufre y expía "la pena de los hombres" como dice Pierre Hamp. Carece este pesimismo de todo origen literario. No traduce una romántica desesperanza de adolescente turbado por la voz de Leopardi o de Schopenhauer. Resume la experiencia filosófica, condensa la actitud espiritual de una raza, de un pueblo. No se le busque parentesco ni afinidad con el nihilismo o el escepticismo intelectualista de Occidente. El pesimismo de Vallejo, como el pesimismo del indio, no es un concepto sino un sentimiento. Tiene una vaga trama de fatalismo oriental que lo aproxima, más bien, al pesimismo cristiano y místico de los eslavos. Pero no se confunde nunca con esa neurastenia angustiada que conduce al suicidio a los lunáticos personajes de Andreiev y Arzibachev. Se podría decir que así como no es un concepto, tampoco es una neurosis.
Este pesimismo se presenta lleno de ternura y caridad. Y es que no lo engendra un egocentrismo, un narcisismo, desencantados y exasperados, como en casi todos los casos del ciclo romántico. Vallejo siente todo el dolor humano. Su pena no es personal. Su alma "está triste hasta la muerte" de la tristeza de todos los hombres. Y de la tristeza de Dios. Porque para el poeta no sólo existe la pena de los hombres. En estos versos nos habla de la pena de Dios:
Siento a Dios que camina tan en mí
con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad...
Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.
Oh, Dios mío, recién a ti me llego,
hoy que amo tanto en esta tarde;
hoy que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.
Y tú, cuál llorarás tú, enamorado
de tanto enorme seno girador
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.
Otros versos de Vallejo niegan esta intuición de la divinidad. En "Los Dados Eternos" el poeta se dirige a Dios con amargura rencorosa. "Tú que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación". Pero el verdadero sentimiento del poeta, hecho siempre de piedad y de amor, no es éste. Cuando su lirismo, exento de toda coerción racionalista, fluye libre y generosamente, se expresa en versos como éstos, los primeros que hace diez años me revelaron el genio de Vallejo:
El suertero que grita "La de a mil",
contiene no sé qué fondo de Dios.
Pasan todos los labios. El hastío
despunta en una arruga su yanó.
Pasa el suertero que atesora, acaso
nominal, como Dios,
entre panes tantálicos, humana
impotencia de amor.
Yo le miro al andrajo. Y él pudiera
darnos el corazón;
pero la suerte aquella que en sus manos
aporta, pregonando en alta voz
como un pájaro cruel, irá a parar
adonde no lo sabe ni lo quiere
este bohemio Dios.
Y digo en este viernes tibio que anda
a cuestas bajo el sol:
¡por qué se habrá vestido de suertero
la voluntad de Dios!

  • "El poeta -escribe Orrego- habla individualmente, particulariza el lenguaje, pero piensa, siente y ama universalmente". Este gran lírico, este gran subjetivo, se comporta como un intérprete del universo, de la humanidad. Nada recuerda en su poesía la queja egolátrica y narcisista del romanticismo. El romanticismo del siglo XIX fue esencialmente individualista; el romanticismo del novecientos es, en cambio, espontánea y lógicamente socialista, unanimista. Vallejo, desde este punto de vista, no sólo pertenece a su raza, pertenece también a su siglo, a su evo.4.
Es tanta su piedad humana que a veces se siente responsable de una parte del dolor de los hombres. Y entonces se acusa a S mismo. Lo asalta el temor, la congoja de estar también él, robando a los demás:

Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién,
perdón, y hacerle pedacitos de pan fresco/
aquí, en el horno de mi corazón ...!
La poesía de Los Heraldos Negros es así siempre. El alma de Vallejo se da entera al sufrimiento de los pobres.

Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor.
La Hacienda Menocucho
cobra mil sinsabores diarios por la vida.
Este arte señala el nacimiento de una nueva sensibilidad. Es un arte nuevo, un arte rebelde, que rompe con la tradición cortesana de una literatura de bufones y lacayos. Este lenguaje es el de un poeta y un hombre. El gran poeta de Los Heraldos Negros y de Trilce -ese gran poeta que ha pasado ignorado y desconocido por las calles de Lima tan propicias y rendidas a los laureles de los juglares de feria- se presenta, en su arte, como un precursor del nuevo espíritu, de la nueva conciencia.

Vallejo, en su poesía, es siempre un alma ávida de infinito, sedienta de verdad. La creación en él es, al mismo tiempo, inefablemente dolorosa y exultante. Este artista no aspira sino a expresarse pura e inocentemente. Se despoja, por eso, de todo ornamento retórico, se desviste de toda vanidad literaria. Llega a la más austera, a la más humilde, a la más orgullosa sencillez en la forma. Es un místico de la pobreza que se descalza para que sus pies conozcan desnudos la dureza y la crueldad de su camino. He aquí lo que escribe a Antenor Orrego después de haber publicado Trilce: "El libro ha nacido en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética. Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora desconocida obligación sacratísima, de hombre y de artista: ¡la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente su más imperativa fuerza de heroicidad. Me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para que el ritmo no traspasara esa libertad y cayera en libertinaje! ¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva!" Este es inconfundiblemente el acento de un verdadero creador, de un auténtico artista. La confesión de su sufrimiento es la mejor prueba de su grandeza.
(1) José Carlos Mariátegui (1894-1930, Periodista, literato, político, pensador y ensayista peruano. Es considerado como uno de los grandes teóricos del marxismo en América Latina, Su obra más conocida, “7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana”,
(2) Antenor Orrego, Panoramas, ensayo sobre César Vallejo.
(3) Id.
(4) Id.

Saturday, June 09, 2007

JAQUE MATE



No se como ocurrió, pero hoy me levanté por el lado izquierdo de mi cama, con el pié izquierdo. Con terror me di cuenta de mi error, al verme parado junto a la ventana. Entonces me acosté, lo más rápido que pide, me arropé de nuevo y me volví a levantar, como debe ser, por el lado derecho y con el pie derecho. Pero no conseguí tranquilizarme; no saco nada con engañarme a mi mismo, es obvio que para todos los efectos de mi destino, la que vale es la primera levantada. Ahora me doy cuenta que esta no es la única señal negativa. Anoche dormí mal, tuve pesadillas con la Cloty. Soñé que pese a mis esfuerzos por impedirlo, lograba entrar a mi dormitorio y a mi cama y que me atacaba sexualmente. Todo indica que éste será un mal día.

Tengo que ajustar cuentas con mi subconsciente, no es posible que todavía tenga pesadillas con la Cloty. En los últimos dos años la vi muy poco. Cuando se divorcio del hotelero estaba embarazada y se quedó a vivir en Reñaca. El parto y, luego, el cuidado del bebé, la mantuvieron felizmente. lejos de mi. Su departamento de Santiago estuvo durante este tiempo al cuidado de la Flor, con la que, desde que la conocí, mantuve un ardiente y, a la vez, plácido romance, pero sin ataduras, que hizo que mi vida cambiara para bien. La tranquilidad de mi vida comenzó a tener sobresaltos cuando hace un par de meses la Flor viajó a Lima, para visitar a sus padres, que están enfermos y con dificultades económicas. Ellos tienen un pequeño negocio de abarrotes, que es el modesto sustento de sus vidas. Camilo tiene un año y medio, es un niño simpático, que, afortunadamente para mi, he visto muy poco. Ahora tengo que cuidarme del niño y de de su madre.

-“Flaco, que bueno que viniste temprano”. Todavía está en camisa de dormir y tengo a la vista todos sus atributos. Esta vez su belleza no me produce arrobamiento. Su saludo me puso los pelos de punta. “Afortunadamente para los dos, nuestra relación amorosa ha sido informal, hemos conservado la libertad necesaria para orientar nuestras vidas, sin amarrarnos a compromisos que no siempre se pueden cumplir…” Estoy helado, ¿De que habla la Flor?... “esto facilita las cosas, flaquito. Regreso definitivamente a Lima, me haré cargo de mis padres y del negocio. En Chile me fue bien, pero no puedo traerlos …” ”Espera un momento Flor --la interrumpo-- como piensas resolver los problemas de dinero? Me has dicho que para sacar adelante el negocio necesitas al menos, cinco millones de pesos.”. La cara de Flor se ilumina como si estuviera ante una aparición virginal. “Ese problema está resuelto: la señora Cloty es una santa, ella me dijo que mi deber estaba junto a mis padres y me prestó el dinero que necesito”. “¡La Cloty no es una santa, es una arpía! --grito desaforadamente-- ¡Lo que busca es separarme de ti!”. --“No lo tomes así, después de todo, tu siempre dijiste que era preciso conservar nuestra libertad, sin compromisos y ya no podemos cambiar de opinión. Ven, tomemos desayuno”.

Estoy triste. Hoy se fue la Flor y se que será difícil verla de nuevo. Soy incapaz de hacer algo que pudiera cambiar las cosas y eso me conforta. La fuimos a dejar al aeropuerto con la Cloty y el Camilo. Quería llevarla por mis propios medios, pero la Flor está muy agradecida de la Cloty y era mejor ir al aeropuerto en su automóvil. No sólo terminé aceptando subirme al auto de la Cloty, sino que me vi forzado a conducirlo y a tener como copiloto al Camilo. --“Los hombres adelante” resolvió la Cloty. La despedida fue emotiva, todos, salvo Camilo, lloramos desconsoladamente, aunque por motivos diferentes. Si bien nunca le contamos a la Cloty que éramos amantes, siempre entendimos que lo sabía, pero ella se hace la loca, su ego es tan grande que supone que puede manejar la vida de los demás como si fuese una diosa. Por ahora, lo mejor es actuar a la defensiva, mientas resuelvo el curso que daré a mi vida, que hoy, más que nunca, lo veo lejos de la Cloty.

De regreso del aeropuerto la Cloty me pidió que pasáramos al supermercado. Mientras me tomaba un café y cuidaba a Camilo, la Cloty recorrió con su carro los distintos pasillos. A juzgar por sus compras, prepara un banquete. Mientras regresábamos, dijo sentírse feliz de poder ayudar a los demás. Esta locuaz, se ríe, juega con su hijo. Pienso que alguien pudiera vernos y pensar que somos un matrimonio feliz y siento escalofríos, no me gusta esta comedia.

La Cloty es buena dueña de casa, me dejó a cargo de Camilo y en un dos por tres, tuvo lista la mesa, un magnífico aperitivo, un mariscal, pescado, vino, postre, bajativo. Sigo impaciente, conociéndola, estoy seguro que mostrará sus cartas ahora mismo. El alcohol me levantó el ánimo y contribuyo al ambiente seleccionando la música y alabando las habilidades de la anfitriona. En cierto sentido la partida de Flor me sacó un peso de encima, ya que, me parecía, habíamos llegado al límite posible y que estábamos a punto de comprometernos, en circunstancia que teníamos problemas objetivos que serían muy difíciles de afrontar.

La Cloty me sirve whisky con hielo y se sienta a mi lado. “Camilo duerme, como un angelito”, dice. En las manos tiene un gran sobre, extrae una fotografía de un niño recién nacido, desnudo, sobre una bandeja. Me pide que lo reconozca. Para mi asombro, se trata de una fotografía que mi madre me tomó al poco tiempo de nacer. No alcanzo a reaccionar y tengo ante mis ojos otras dos fotografías, en una doy mis primeros pasos y, en la otra, estoy sentado en la escalera de mi casa. Quiero saber de donde las sacó y dice que yo se las di. Recuerdo que una vez se las mostré pero no recordaba haberlas perdido. En todo caso son copias ampliadas de las originales. Luego me muestra una cuarta foto, de nuevo un niño recién nacida, desnudo en una bandeja. Me pide que la reconozca. Estoy sobrecogido, no quiero pensar. –“Es Camilo”, digo. Cloty tiene otras dos fotos en la que su hijo parece imitarme. Ahora las pone una al lado de la otra y me mira en la misma forma como un maestro de ajedrez anuncia a su rival un jaque mate. –“Dime si no son dos gotas de agua”, dice triunfalmente. Estoy mudo, bajo los efectos de un schock.

--¡”Vas a tener que hacerte el ADN, flaquito”!

Friday, June 08, 2007

REGION Y POESIA EN CHILE




Un dato y una hipótesis. El dato: Cuando preparaba las reseñas mensuales para la sección de poemas de poetas chilenos, me di cuenta que, en su enorme mayoría, habían nacido en las regiones. Como actualmente en nuestro país se habla mucho de regionalización, se me ocurrió mostrar esta información que nos mostraría que tratándose de poesía, dicha descentralización ya se produjo. La lista que presentamos es muy representativa de la poesía chilena del siglo XX, aunque no es exhaustiva, de modo que nadie me venga con reclamos porque deje a muchos afuera.

La hipótesis: Al parecer Santiago no tiene las características necesarias para que sus habitantes puedan desarrollar una relación equilibrada entre si y con la naturaleza. Estamos al lado de una cordillera imponente pero rara vez podemos verla, a diferencia de lo que siempre ocurrió con la humanidad, no podemos disfrutar del aire puro ni del sol, el silencio es casi imposible, etc.

Bueno esto era para rellenar, nada serio. Lo importante es que, de 17 poetas nacionales considerados en esta encuesta, sólo cinco son santiaguinos.

1) Gabriela Mistral nació en VICUÑA, el 7 de Abril de 1889, muere en Nueva York, el 10 de Enero de 1957.

2) Vicente Huidobro, nació en SANTIAGO, el 10 de Enero de 1893; muere en Cartagena, el 2 se Enero de 1948.

3) Pablo de Rokha, nació en LICANTEN, el 17 de Octubre de 1895; se suicidó en Santiago, el 10 de Septiembre de 1968

4) Pablo Nerida nació en PARRAL, 1904; murió en Santiago, el 23 de Septiembre de 1973.

5) Humberto Díaz-Casanueva nació en SANTIAGO, el 8 de Diciembre de 1906 y falleció el 23 de Octubre -de 1992.

6) Nicanor Parra, nació en SAN FABIAN DE ALICO, el 5 de Septiembre de 1914.
7) Andrés Sabella nació en ANTOFAGASTA, el 13 de Diciembre de 1912; murió en Iquique, el 26 de Agosto de 1989.
8) Braulio Arenas nació en LA SERENA, el 4 de Abril. 1913 y falleció en Santiago, el 12 de Mayo de 1988.
9) Teófilo Cid nació en CAUTIN, el 27 de septiembre de 1914; falleció el 13 de Junio de 1964.
10) Eduardo Anguita, nació en YERBAS BUENAS, el 14 de Noviembre de 1914; muere el 12 de agosto de 1992.
11) Gonzalo Rojas nació en LEBU, el 20 de Enero de 1917.
12) Enrique Lihn nació en SANTIAGO, el 3 de Septiembre de 1929 y murió en esta misma ciudad el 10 de Julio de 1988.
13) Efraín Barquero, nació en PIEDRA BLANCA (CURICO)
14) Jorge Teillier nació en LAUTARO el 24 de Junio de 1935 y falleció en Viña del Mar, el 2 de Abril de 1996.
15) Oscar Hahn nació en IQUIQUE, el 8 de Julio de 1938.

16) Gonzalo Millán nació en SANTIAGO, el 1947 y falleció el 14 de Octubre de 2006.

17) Raúl Zurita, nació en SANTIAGO, el día 10 en Enero el año 1950.

Monday, June 04, 2007

SITIAR A MANUELA



Hace días estoy esperando ver a Manuela. Vuelvo muy temprano cada mañana y estoy aquí, en el rellano de la escalera, en el patio o fumando en la vereda. Me voy por la noche, cuando tengo que aceptar de hecho que mi busqueda del día ha sido completamente inútil.

Se va a cumplir ya una semana o dos de esto, no estoy muy seguro.

A ratos bajo a la calle para fumar y vigilar desde ahí los autos que doblan la esquina de Vikingagatan, en dirección a la plazuela de Sant Erik.

Después subo hasta el tercer piso para llamar a la puerta que lleva el nombre de Manuela Ericsson grabado en el metal. Unos perros ladran, acusando mi presencia, desde uno de los departamentos vecinos. Nos une la misma ira: la tranquilidad que yo amenazo varias veces al día y que ellos defienden a ladridos, convencidos de estar en lo cierto, que se une con la creciente impaciencia mia. Alguna vez los encuentro en el pasillo frente al ascensor, conducido por su ama, una mujer rubia y muy bien parecida. Se paran entonces curiosos a olfatear las bastillas de mis pantalones. Estoy seguro que me reconocen pues se contentan con eso. La mujer hace un gesto de saludo rápido, musita alguna palabra que no logro escuchar. Pide acaso excusas por el interés descarado que muestran sus perros en mi persona.

Me asalta a ratos la impresión de que Manuela está allí, motivando mi presencia, e incluso deseándola. Es cuando llegan ruídos de adentro del dapartamento o bien suena la campanilla del teléfono. Pienso que la llaman sus amigos, los de sus tiempos del grupo de teatro. A veces llamo yo, es cierto, desde el celular.

Es como si las llamadas y yo mismo parado frente a la puerta de su vivienda nos remitieran de nuevo a los juegos de un pasado que estuvimos de acuerdo en dejar atrás. Vuelvo a creer que la puerta se va a abrir apenas, cualquiera de estas tardes, cuando empiece a caer la oscuridad. En ese minuto incierto, casi inexistente, en que todo parece poder ocurrir, cuando la luz débil de la tarde se filtra por las ventanas y aún no están encendidas las lámparas de la escalera. Entonces, durante un instante irreal, transparente, voy a verla a ella, a Manuela, vestida casi sin vestir, como mintiendo una desnudez.

A mediodía o en la tarde cuando el hambre, la sed y las ganas de fumar un cigarrillo me apremian, bajo y cruzo la calle, entro al Xoko y pido un café. Suelo ocupar la mesa de la ventana, desde la que logro controlar la esquina de Vikingagatan y Roerstrand. Pero ocurre también que no me queda otra alternativa que replegarme a una de las mesas apartadas con mi taza de café, y entonces apenas si veo la calle Roerstrand, los autos y nada más. Entonces saco el hato de papeles del bolsillo del vestón y releo la sentencia emitida por el tribunal de Solna que me prohibe acercarme a Manuela a una distancia inferior a doscientos metros.

Mi desprecio por este veridicto inútil de la justicia civil no puede ser mayor. A falta de papel, que no lo hay en casa, ocupo los márgenes y los espacios en blanco de la sentencia escribiendo estas letras que quizá lea Manuela algún día. Ella y yo sabemos que somos inseparables y no hay tribunal alguno que pueda cambiar eso.

Sentado en el café Xoco queda la posibilidad de que Manuela se escurra hacia la calle a escondidas, coja de a pie hasta la estación de trenes locales de Karlberg, eludiendo así mi vigilancia. Mientras estoy pensando en esta amenaza concreta a mis planes, una chica joven, cuya voz recuerda a la de Manuela, lanza una carcajada tan sonora que hiere el murmullo habitual del café como lo haría el filo de un cuchillo. Se hace un silencio molesto. Volvemos la mirada todos, esperamos que pase algo más. Cómo el grito deseperado de Manuela cuando celebramos no se qué y salió disparada hacia la calle, tropezándose con mozos que nos miraban alarmados. No estábamos borrachos, pero después vino la policia a buscarme.

De vuelta en el rellano de la escala vibra otra vez el celular en el bolsillo. No contesto. Me aburren los sermones de los que me conocen. Sus eternos mensajes y consejos de que busque trabajo en otra parte, que me mude a otra ciudad. ¡Qué la olvide!

Hay uno que llama mínimo dos veces por día, a quién ni siquiera creo conocer y que sostiene llamarse Peter Carleman. Se supone que lo ha nombrado el juez en Solna para que se ocupe de mi situación.

Peter Carleman llama puntualmente y me amenaza con informes escritos, multas y policias.

Pasa otro día. Otra tarde, otra jornada en el café. Cigarrillos fumados aprisa en la calle, frente a la puerta de entrada. Más tarde salgo a la calle otra vez. Nada de esto hace aparecer a Manuela. En la puerta me topo con la mujer rubia, sin los perros, cargando unas bolsas con comida. Se detiene a hablarme y me pregunta si he tenido noticias de Manuela. Contesto con evasivas. He aquí que la busco de hace varios días. Parece estar de viaje. Eso me tiene preocupado. Ella rsponde que hace tiempo que no ha visto a Manuela, que antes la veía a menudo. De repente me dice que viene de Fridhemsplan y que acaba de ver a un tipo tirarse al paso del metro. Hubo que esperar dos horas para que lo vinieran a sacar. Balbucea algo de un tal Rocky. Se supone que es él que se había ido a tirar delante del vagón. Nos estamos mirando a lo menos medio minuto sin hablar. Los rostros cerca el uno del otro. Por decir algo, le pregunto por los perros. Ella hace una gesto, murmura algo que ni ella escucha y sube con sus bolsos.

En la calle llamo al 133 y escucho mis mensajes. Carleman insiste en que no debo molestar a Manuela Ericsson. Anuncia la visita inminente de una pareja de policias… Resuella, amenaza, suspira, se resigna… Hace una pausa circunstancial. Va a decir algo más. Corto la comunicación. Su voz se pierde en el éter. Llega el siguiente mensaje: es Carleman, infaltable, otra vez. Corto de inmediato. Hay otro mensaje de un jovencito de una empresa que me invita a una reunión a la siete de la tarde con el pretexto absurdo de discutir mi economía. Menciona inversiones, plazos y fondos mutuos. En los bolsillos tengo ciento cincuenta coronas y en el banco una deuda de catorce mil o más. Debo tres meses de arriendos atrasados. Estoy sin trabajo, le debo plata a todo el mundo. No hay reunión que pueda arreglar eso.

Cuando trato de entrar de nuevo la puerta del edificio está cerrada. No logro pasar haciendo el código en el portero automático. Manuela no responde cuando hago su número. Vuelvo a pasear por la calle. Las pocas luces de los comerciales de Roerstrand iluminan la calle, dándole una mentirosa sensación de vida y de calor.

Oscurece por fin. Me encamino hacia cualquier lado, sin pensar, ni oir nada. No se si he visto a Manuela hoy. No lo recuerdo. Me parece que no. En el paisaje gris y confuso en el que me voy sumergiendo desde hace un tiempo, la gente, los cigarrillos, los libros que suelo cargar conmigo en el metro y las tazas de café que tomo cada día, van perdiendo su significado. Es cómo si han dejado de darle sentido a mi existencia. Poco a poco, los actos ingenuos con los que yo me empeñaba en tratar de seguir siendo el que soy, se volvieron imperceptibles y fueron subtituídos por este esperar sin término en el rellano de una escala, frente a la puerta de un piso que no logro imaginarme que se abre sin ruido para mostrarme aunque sea brevemente a Manuela.

Creo que la estoy perdiendo para siempre. Es quizás verdad lo que dice Carleman entre amenazas, suspiros y resuellos. Marcela se ha ido. Cambió de identidad. Marcela fue a dar al hospital. Se operó. Se murió. A lo mejor nunca existió. Creo que si la viera por la calle en Birkastan ya no la reconocería.

Estoy después en mi departamento. No recuerdo que pensamiento loco me trajo por aquí. Tengo que haber pasado varias horas mirando la oscuridad hasta que vino la alborada y trajo consigo la luz. Sin haber dormido, los fugaces rayos de luz que entran ahora por la ventana y se reflejan en el piso de parquet, me dan la fuerza necesaria para levantarme del sillón, arreglarme el cabello, estirar un poco las mangas del vestón arrugado y lleno de manchas. Voy a la puerta, tomo el ascensor, bajo al primer piso.

Me encamino hacia la estación de metro en la estación de Sundbyberg. Los titulares de los diarios hablan de bombas, de nuevos suicidas, de docenas de muertos. Los americanos están hablando con los iranies sobre cómo traer la paz en Iraq. Suecia derrota 3 - 0 a Dinamarca trás decisión del árbitro. Yo busco a tientas la bajada del metro, alcanzo la plataforma y subo al primer tren que me lleve a la plazuela de Sant Erik. Lo que queda en esta obsesión oscura que me atrevo a llamar vivir es hacer esto que hago. Sitiar a Manuela.

Oscar Bravo, Estocolmo, en Junio 2007


Saturday, June 02, 2007

EL ASESINATO DE JULIO CESAR, SEGUN SHAKESPEARE


Como conté alguna vez, en este blog, cursé mis humanidades en el Liceo 8, Arturo Alessandri Palma, cuando todavía funcionaba en Avenida Vicuña Mackenna. En esa época la Embajada del Reino Unido ocupaba un edificio colindante con mi Liceo. En una oportunidad que estábamos en clase de inglés, nos visitó el rector, que también era profesor de inglés. Interrumpió la clase para contarnos que la embajada británica había donado al Liceo las obras completas de William Shakespeare. Se trataba de unos veinte tomos que contenían dos obras, cada uno. Nos pasó los libros que se repartieron entre los alumnos. Mi profesor de inglés siempre hablaba en sus clases de literatura inglesa, en forma coloquial, tratando de ganar nuestra atención casi por sorpresa. Sus autores preferidos eran Edgard Allan Poe, W.B. Yeats, Oscar Wilde y, por su puesto Shakespeare. Aprovechó pues la oportunidad, para proponer que aprendiéramos de memoria algunos parlamentos de las obras. Yo elegí, recuerdo, el discurso de Marco Antonio ante la tumba de Julio Cesar, del que me acuerdo, hasta hoy, en cada ceremonia fúnebre que asisto.

En el funeral de Julio Cesar, Marco Antonio mientras habla, es abucheado por la multitud, que aclama a sus asesinos (acto 3, escena 2).
”Friends, Romans, countrymen, lend me your ears;
I come to bury Caesar, not to praise him;
The evil that men do lives after them,
The good is oft interréd with their bones,
So let it be with Caesar…. The noble Brutus
If it were so, it was a grievous fault,
And grievously hath Caesar answered it….
Here, under leave of Brutus and the rest,
(For Brutus is an honourable man;
So are they all; all honourable men)
Come I to speak in Caesar's funeral….
He was my friend, faithful and just to me:
But Brutus says he was ambitious;
And Brutus is an honourable man….
He hath brought many captives home to Rome,
Whose ransoms did the general coffers fill:
Did this in Caesar seem ambitious?
When that the poor have cried, Caesar hath wept:
Ambition should be made of sterner stuff:
Yet Brutus says he was ambitious;
And Brutus is an honourable man.
You all did see that on the Lupercal
I thrice presented him a kingly crown,
Which he did thrice refuse: was this ambition?
Yet Brutus says he was ambitious;
I speak not to disprove what Brutus spoke,
But here I am to speak what I do know.
You all did love him once, not without cause:
What cause withholds you then to mourn for him?
Oh judgement! thou art fled to brutish beasts,
And men have lost their reason…. Bear with me;
My heart is in the coffin there with Caesar,
And I must pause till it come back to me”.

La escena completa, ahora en español, es la siguiente:
Bruto y Marco Antonio se dirigen al pueblo, inmediatamente después del magnicidio.
(Entran Bruto y Casio y una turba de ciudadanos.)
Ciudadanos: ¡Queremos que se nos dé una ex­plicación! ¡Que se nos explique!
Bruto: Pues seguidme y escuchad, amigos. Ca­sio, id a la calle contigua y dividid la multitud. Los que deseen oírme, quédense aquí. Los que deseen acompañar a Casio, vayan con él, y se expondrán públicamente las razones de la muerte de César.
Ciudadano primero: Yo quiero oír hablar a Bruto.
Ciudadano segundo: Yo, a Casio, y así comparar sus razones cuando hayamos oído separadamente a uno y otro.(Sale Casio con algunos ciudadanos. Bruto ocupa la tribuna.)
Ciudadano tercero: ¡El noble Bruto ocupa la tribuna! ¡Silencio!
Bruto: Tened calma hasta el fin. ¡Romanos, compatriotas y amigos! Oídme defender mi causa y guardad silencio para que podáis oírme. Creedme por mi honor y respetad mi honra, a fin de que me creáis. Juzgadme con vuestra rectitud y avivad vuestros sentidos para poder juzgar mejor. Si hubiese alguno en esta asamblea que profesará entrañable amistad a César, a él le digo que el afecto de Bruto por César no era menos que el suyo. Y si entonces ese amigo preguntase por qué Bruto se alzó contra César, ésta es mi contestación: "No porque amaba a César menos, sino porque amaba más a Roma." ¿Preferiríais que César viviera y morir todos esclavos a que esté muer­to César y todos vivir libres? Porque César me apreciaba, lo lloro; porque fue afortunado, lo celebro; como valiente, lo honro; pero por ambicioso, lo maté. Lágrimas hay para su afecto, gozo para su fortu­na, honra para su valor y muerte para su ambición. ¿Quién hay aquí tan abyecto que quisiera ser esclavo? ¡Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido! ¿Quién hay aquí tan estúpido que no quisiera ser ro­mano? ¡Si hay alguno, que hable, pues a él he ofen­dido! ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? ¡Si hay alguno, que hable, pues a él he ofendido! Aguardo una respuesta.
Todos: ¡Nadie, Bruto, nadie!
Bruto: ¡Entonces, a nadie he ofendido! ¡No he hecho con César sino lo que haríais con Bruto! Los motivos de su muerte están escritos en el Capitolio. Su gloria no se amengua, en cuanto la merecía, ni se exageran sus ofensas, por las cuales ha sufrido la muerte.
(Entran Antonio y otros con el cuerpo de César.)
Aquí llega su cuerpo, que doliente conduce Marco Antonio, que, aunque no tomó parte en su muerte, percibirá los beneficios de ella, o sea un pues­to en la República. ¿Quién de vosotros no obtendrá otro tanto? Con esto me despido, que, igual que he muerto a mi mejor amigo por la salvación de Roma, tengo el mismo puñal para mí propio cuando plazca a mi patria necesitar mi muerte.
Todos: ¡Viva Bruto! ¡Viva, viva!
Ciudadano primero: ¡Conduzcámoslo en triun­fo hasta su casa!
Ciudadano segundo: Erijámosle fina estatua, como a sus antepasados.
Ciudadano tercero: ¡Nombrémoslo César!
Ciudadano cuarto: ¡Lo mejor de César será co­ronado en Bruto!
Ciudadano primero: ¡Llevémoslo a su casa en­tre vítores y aclamaciones!
Bruto: ¡Compatriotas...!
Ciudadano segundo: ¡Callad! ¡Silencio! Habla Bruto.
Ciudadano primero: ¡Callad, eh!
Bruto: Queridos compatriotas, dejadme mar­char solo, y en obsequio mío, quedaos aquí con Antonio. Honrad el cadáver de César y oíd la apología de sus glorias, que, con nuestro beneplácito, pronun­ciará Antonio. ¡Os suplico que nadie, excepto yo, se aleje de aquí hasta que Antonio haya hablado!(Sale.)
Ciudadano primero: ¡Quedémonos, eh! ¡Y oiga­mos a Marco Antonio!
Ciudadano tercero: Que suba a la tribuna pú­blica y le escucharemos. ¡Vamos, noble Antonio!
Antonio
Ciudadano cuarto: ¿Qué dice de Bruto?
Ciudadano tercero: Dice que por considera­ción a Bruto le vemos en nuestra presencia.
Ciudadano cuarto: ¡Lo mejor sería que no ha­blase aquí mal de Bruto!
Ciudadano primero: ¡Este César era un tirano!
Ciudadano tercero: Sin duda alguna, y es una bendición para nosotros que Roma se haya libra­do de él.
Ciudadano segundo: ¡Silencio! ¡Escuchemos lo que Antonio diga!
Antonio: ¡Amables romanos...!
Ciudadano: ¡Eh, silencio! ¡Oigámosle!
Antonio: ¡Amigos, romanos, compatriotas, pres­tadme atención!
¡Vengo a inhumar a César, no a en­salzarle!
¡El mal que hacen los hombres les sobrevi­ve!
¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos!
¡Sea así con César!
El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso.
Si lo fue, era la suya una falta,
y gravemente lo ha pagado.
-pues Bruto es un hombre hon­rado,
como son todos ellos, hombres todos honrados-
vengo a hablar en el funeral de César.
Era mi amigo, para mí leal y sincero,
pero Bruto dice que era ambicioso,
y Bruto es un hombre honrado.
Infinitos cautivos trajo a Roma,
cuyos rescates llenaron el tesoro público.
¿Parecía esto ambición en César?
Siempre que los pobres dejaran oír su voz lastimera,César lloraba.
¡La ambición debería ser de una sustancia más dura!
No obstante, Bruto dice que era ambicio­so,
y Bruto es un hombre honrado.
Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real,
y la rechazó tres veces.
¿Era esto ambición?
No obstante, Bruto dice que era ambicioso,
y, ciertamen­te, es un hombre honrado.
¡No hablo para desaprobar lo que Bruto habló!
¡Pero estoy aquí para decir lo que sé!
Todos le amasteis alguna vez, y no sin causa.
¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no lle­varle luto?
¡Oh raciocinio! ¡Has ido a buscar asilo en los irracionales,
pues los hombres han perdido la ra­zón!
¡Toleradme! ¡Mí corazón está ahí, en ese féretro, con César,
y he de detenerme hasta que torne a mí...
Ciudadano primero: Pienso que tiene mucha razón en lo que dice.
Ciudadano segundo: Si lo consideras detenida­mente, se ha cometido con César una gran injusticia.
Ciudadano cuarto: ¿Habéis notado sus pala­bras? No quiso aceptar la corona. Luego es cierto que no era ambicioso.
Ciudadano primero: ¡Si resulta, les pesará a algunos!
Ciudadano segundo: ¡Pobre alma! ¡Tiene enro­jecidos los ojos por el fuego de las lágrimas!
Ciudadano tercero: ¡En Roma no existe un hombre más noble que Antonio!
Ciudadano cuarto: Observémosle ahora. Va a hablar de nuevo.
Antonio: ¡Ayer todavía, la palabra de César hu­biera podido hacer frente al Universo!
¡Ahora yace ahí, y nadie hay tan humilde que le reverencie!
¡Oh señores! Si estuviera dispuesto a excitar al motín y a la cólera a vuestras mentes y corazones,
sería injusto con Bruto y con Casio,
quienes, como todos sabéis, son hombres honrados.
¡No quiero ser injusto con ellos!
¡Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros,
antes que con esos hombres tan honrados!
pero he aquí un pergamino con el sello de César.
¡Oiga el pue­blo su voluntad —aunque, con vuestro permiso,
y a empapar sus pañuelos en su sagrada , sangre!
¡Sí! ¡Reclamará un cabello suyo como reliquia, y al morir lo transmitirá por testamento
como un rico legado a su posteridad!
Ciudadano cuarto: ¡Queremos conocer el tes­tamento! ¡Leedlo, Marco Antonio!
Todos: ¡El testamento! ¡El testamento! ¡Quere­mos oír el testamento de César!
Antonio: ¡Sed pacientes, amables amigos! ¡No debo leerlo!
¡No es conveniente que sepáis hasta qué extremo os amó César!
Pues siendo hombres y no le­ños ni piedras, ¡sino hombres!,
al oír el testamento de César os enfureceríais llenos de desesperación.
Así, no es bueno haceros saber que os instituye sus here­deros,
pues si lo supierais, ¡oh!, ¿qué no habría de acontecer?
Ciudadano cuarto: ¡Leed el testamento, que­remos oírlo! ¡Es preciso que nos leáis el testamento! ¡El testamento!Antonio: ¿Tendréis paciencia? ¿Permaneceréis un. momento en calma?
He ido demasiado lejos al deciros esto.
Temo agraviar a los honrados hombres
cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo!
Ciudadano cuarto: ¡Son unos traidores! ¡"Hom­bres honrados"!
Todos: ¡Su última voluntad! ¡El testamento!
Antonio: ¿Queréis obligarme entonces a leer el testamento?
Pues bien: formad círculo en torno del cadáver de César
y dejadme enseñaros al que hizo el testamento.
¿Descenderé? ¿Me dais vuestro permiso?
Todos: ¡Bajad!Ciudadano segundo: ¡Descended!(Antonio desciende de la tribuna.)
Ciudadano tercero: Estáis autorizado.
Ciudadano cuarto: Formad círculo. Colocaos alrededor.
Ciudadano primero: ¡Apartaos del féretro, apartaos del cadáver!
Ciudadano segundo: ¡Lugar para Antonio, para el muy noble Antonio!
Antonio: ¡No, no os agolpéis encima de mí! ¡Quedaos a distancia!
Varios ciudadanos: ¡Atrás! ¡Sitio! ¡Echaos atrás!
Antonio: ¡Si tenéis lágrimas, disponeos ahora a verterlas!
¡Todos conocéis este manto! Recuerdo cuando César lo estrenó.
Era una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los de Nervi.
¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio!
¡Ved qué brecha abrió el implacable Casca!
¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto!
¡Y al retirar su maldecido acero, obser­vad cómo la sangre de César
parece haberse lanzado en pos de él,
como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta!
¡Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César!
¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César!
¡Ése fue el golpe más cruel de todos,
pues cuando el noble César vio que él también le hería,
la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores, le anonadó completamente!
¡Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto,
el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, que se inundó de sangre!
¡Oh, qué caída, compa­triotas! ¡En aquel momento, yo, y vosotros y todos;
caímos, y la traición sangrienta triunfó sobre nos­otros!
¡Oh, ahora lloráis y percibo sentir en vosotros la impresión de la piedad!
¡Esas lágrimas son gene­rosas! ¡Almas compasivas!
¿Por qué lloráis, cuando aún no habéis visto más que la desgarrada vestidura de César?
¡Mirad aquí! ¡Aquí está él mismo, acribi­llado, como veis, por los traidores!
Ciudadano primero: ¡Oh lamentable espec­táculo!
Ciudadano segundo: ¡Oh noble César!
Ciudadano tercero: ¡Oh desgraciado día!
Ciudadano cuarto: ¡Oh traidores, villanos!
Ciudadano primero: ¡Oh cuadro sangriento!
Ciudadano segundo: ¡Seremos vengados!
Todos: ¡Venganza! ¡Pronto! ¡Buscad! ¡Que­mad! ¡Incendiad! ¡Matad! ¡Degollad! ¡Que no quede vivo un traidor!Antonio: ¡Deteneos, compatriotas...!
Ciudadano primero: ¡Silencio! ¡Oíd al noble Antonio!
Ciudadano segundo: ¡Lo escucharemos! ¡Lo se­guiremos! ¡Moriremos con él.
Antonio: ¡Buenos amigos, apreciables amigos, no os excite yo con esa repentina explosión de tumul­to!
Los que han consumado esta acción son hombres dignos.
¿Qué secretos agravios tenían para hacerlo?
¡Ay! Lo ignoro. Ellos son sensatos y honorables, y no dudo que os darán razones.
¡Yo no vengo, amigos, a concitar vuestras pasiones!
Yo no soy orador como Bruto, sino, como todos sabéis, un hombre franco y sencillo,
que amaba a su amigo, y esto lo saben bien los que públicamente me dieron licencia para hablar de él.
¡Porque no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes,
ni el poder de la ora­toria, que enardece la sangre de los hombres!
Hablo llanamente y no os digo sino lo que todos conocéis.
¡Os muestro las heridas del bondadoso César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen de mí!
¡Pues si yo fuera Bruto y Bruto fuera Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas
y pondría una lengua en cada herida de César, capaz de conmover y levantar en motín las piedras de Roma!
Todos: ¡Nos amotinaremos!
Ciudadano primero: ¡Prendamos fuego a la casa de Bruto!
Ciudadano tercero: ¡En marcha, pues! ¡Venid! ¡Busquemos a los conspiradores!
Antonio: ¡Oídme todavía, compatriotas! ¡Oídme todavía!
Todos: ¡Silencio, eh...! ¡Escuchad a Antonio...! ¡Muy noble Antonio!
Antonio: ¡Amigos, no sabéis lo que vais a hacer! ¿Qué ha hecho César para así merecer vuestros afec­tos?
¡Ay! ¡Aún lo ignoráis! ¡Debo, pues, decíroslo!
¡Habéis olvidado el testamento de que os hablé!
Todos: ¡Es verdad! ¡El testamento! ¡Quedémo­nos y oigamos el testamento!
Antonio: Aquí está, y con el sello de César. A cada ciudadano de Roma, a cada hombre, individualmente, lega 75 dracmas.
Ciudadano segundo: ¡Qué noble César! ¡Venga­remos su muerte!
Ciudadano tercero: ¡Oh regio César!Antonio: ¡Oídme con paciencia!
Todos: ¡Silencio, eh!
Antonio: Os lega además todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines recién plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vos­otros y a vuestros herederos como parques públicos para que os paseéis y recreéis. ¡Éste era un César! ¿Cuándo tendréis otro semejante?
Ciudadano primero: ¡Nunca, nunca! ¡Venid! ¡Salgamos! ¡Salgamos! ¡Quememos su cuerpo en el sitio sagrado e incendiaremos con teas las casas de los traidores! ¡Recoged el cadáver!
Ciudadano segundo: ¡Id en busca de fuego!
Ciudadano tercero: ¡Destrozad los bancos!
Ciudadano cuarto: ¡Haced pedazos los asien­tos, las ventanas, todo!(Salen los ciudadanos con el cuerpo.)
Antonio: ¡Ahora, prosiga la obra! ¡Maldad, ya estás en pie! ¡Toma el curso que quieras!

En esta época yo solía ir a estudiar a la Casa de la Cultura de Ñuñoa. Como no leía inglés, pregunté en la biblioteca si estaba “Julio César” y me pasaron un volumen, con dos obras, similar a los ejemplares donados al Liceo pero en español. Me enteré que tenían una colección con todas las obras escritas por Shakespeare. En resumen, en un año, lei todo el teatro escrito por el dramaturgo inglés. Años después, cuando estaba en la Universidad, compré las Obras Completas, editadas por Aguilar, y pude conocer sus sonetos.
Un dato final: Puedes escuchar el acto completo transcrito, sólo que en italiano, en la interpretación del recordado actor italiano Vittorio Gassman, en la página http://www.revistadeartes.com/




Web Counter
University of Phoenix