Monday, October 02, 2006

EL HOMBRE LOBO Y VICEVERSA


El hombre-lobo es probablemente el más universal de los mitos. Se refiere a criaturas legendarias, cuyo denominador común es tratarse de individuos que por las más diversas causas, se transforman ocasionalmente en lobos. Este mito está presente en numerosas comunidades, a lo largo y ancho del planeta y, se me ocurre, tiene que ver con una información genética de la humanidad, que da cuenta del paso del estado salvaje a la civilización. Este tema nunca me interesó y si me ocupo de él, es solo como una forma de introducir otro tema, que, al menos para mí, es mucho más atractivo. Por eso no se extrañen que mi única fuente sea Wikipedia, que dedica a este tema un extenso artículo, que rastrea el mito por los cinco continentes y a través de los siglos, con una variedad de datos impresionantes, de los cuales haré un brevísimo extracto.
Cuando leí el artículo mencionado me llevé una sorpresa, que tiene que ver con las razones que causan el fenómeno o que lo explican. Uno de ellos sería que están propensos a convertirse en hombres lobos los séptimos hijos varones de una mujer que ha dado a luz, anteriormente, a seis niñas. Según Wikipedia esta idea se encuentra en el folklore gallego, portugués y brasileño. El artículo citado agrega textualmente, algo insólito: “Esta creencia estuvo tan extendida en Argentina que los séptimos hijos eran abandonados, cedidos en adopción o asesinados. Una ley de 1920 decretaba que el Presidente de Argentina es el padrino de cada uno de los séptimos hijos. Así, el Estado les otorga una medalla de oro en su bautismo y una beca escolar hasta la edad de 21 años. Esto logró finalizar con los abandonos de niños, pero aún es tradicional que el Presidente sea el padrino de los séptimos hijos”. ¿Será cierto? Entiendo que en Chile esto ocurre hasta el día de hoy, --me refiero a lo del padrino— pero desconozco el origen de esta costumbre. Habría que consultar al profesor Veliz Meza.
Entre los “hombres-lobo” VIP, se menciona en la mitología griega a Licaon, Rey de Arcadia. Se dice que era un hombre sabio, culto y religioso, que había sacado a su pueblo de las condiciones salvajes en que vivía. No obstante, él mismo continuó sacrificando seres humanos en honor a los dioses. Además, se le acusa de ser el inventor de esa execrable costumbre de asesinar a todos los forasteros que llegaban a su reino pidiendo hospitalidad, que tanto daño ha causado al turismo. Cuando Zeus se enteró de esta noticia, no podía creerlo, por lo que quiso comprobarlo en terreno. Se disfrazó de vagabundo para hacer una visita a Licaón. Este inmediatamente pensó en matar a su visitante, pero se enteró a tiempo de que se trataba de Zeus y lo invitó a participar en un suntuoso banquete. Todo habría salido bien de no ser porque Licaón no pudo resistir la tentación de jugar una horrible broma a Zeus, ordenó que le sirvieran la carne de un niño. Zeus se dio cuenta, y, encolerizado, condeno a Licaón a convertirse en lobo, sanción que hizo extensiva a todos los descendientes del monarca. Me parece que Zeus actuó correctamente, la condición humana es fruto de una evolución de miles de años, cualquier retroceso, aunque tena el carácter de individual, es inadmisible. En suma, el hombre-lobo me cae mal.

EL LOBO-HOMBRE

El escritor francés Boris Vian escribió un cuento memorable, que narra las aventuras y desventuras de Denis, “un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos”, que vive un bosque al lado de la costa de Picardía, región del norte de Francia. Su distracción favorita consistía en contemplar los coches procedentes de Ville-dAvray y, en las tardes de estío, “merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en su lucha con el enredo de las cintas elásticas que, desgraciadamente, complican en la actualidad lo esencial de la lencería. Consideraba con filosofía el resultado de tales afanes, en ocasiones coronados por el éxito y, meneando la cabeza, se alejaba púdicamente cuando ocurría que una víctima complaciente era pasada, como suele decirse, por la piedra”.
Denis vivía en buenas relaciones con sus vecinos, pues éstos, dada su discreción, ignoraban incluso que existiese. Moraba en una pequeña caverna excavada, muchos años atrás, por un desesperado buscador de oro… En dicha cueva Denis se acondicionó una confortable guarida que, con el paso del tiempo, adornó con ruedas, y otros recambios de automóvil recogidos por él mismo en la carretera, donde los accidentes eran el pan nuestro de cada día. Apasionado de la mecánica, disfrutaba contemplando sus trofeos, y soñaba con el taller de reparaciones que, sin lugar a dudas, habría de poner algún día”.
Cierta “apacible velada de agosto”, de luna llena, cuando se aproximaba al roble que constituía el término ordinario de su caminata, la fatalidad hizo cruzarse en su camino al Mago del Siam y a la diminuta Lisette Cachou, “morena camarera del restaurante Groneil, arrastrada por el mago con algún pretexto ingenioso” al bosque. “Lisette estrenaba un corsé Obsesión último diseño, cuya destrucción acababa de costar seis horas al Mago del Siam, Enfurecido por la aparición de Denis que se alejaba ya “tan discreto como siempre barbotando una excusa, y desencantado también de Lisette, por cuya culpa conservaba un exceso de energía que pedía a gritos ser descargada de una u otra manera, el mago del Siam se abalanzó sobre la inocente bestia, mordiéndole cruelmente el codillo. Con un gruñido de angustia, Denis escapó al galope. De regreso a su guarida, se sintió vencido por una fatiga fuera de lo común y quedó sumido en un sueño muy pesado, entrecortado por violentas pesadillas”.Poco a poco Denis fue olvidando el incidente, “y los días volvieron a pasar tan idénticos como diversos. El otoño se acercaba y, con él las mareas de septiembre, que producen el curioso efecto de arrebolar las hojas de los árboles”. “Sin embargo, no por eso descansaba mejor, y en la agonía de noches entreveradas de pesadillas, se despertaba con la boca pastosa y los miembros agarrotados. Incluso sentía menguar paulatinamente su pasión por la mecánica, y el mediodía le sorprendía cada vez con más frecuencia amodorrado y sujetando con una zarpa inerte el trapo con el que debía haber lustrado una pieza de latón cardenillo”. “Su reposo se hacía cada vez más desasosegado, y a Denis le preocupaba no descubrir las razones”. La transformación de Denis en hombre es inminente-: “Tiritando de fiebre y sobrecogido por una intensa sensación de frío, en mitad de la noche de luna llena despertó brutalmente de su sueño. Se frotó los ojos, quedó sorprendido del extraño efecto que sintió y, a tientas, buscó una luz. Tan pronto como hubo conectado el soberbio faro que le legase algunos meses atrás un enloquecido Mercedes, el deslumbrante resplandor del aparato iluminó los recovecos de la caverna. Titubeante, avanzó hacia el retrovisor que tenía instalado justo encima de la coqueta. Y si ya le había asombrado darse cuenta de que estaba de pie sobre las patas traseras, aún quedó más maravillado cuando sus ojos se posaron sobre la imagen reflejada en el espejo. En la pequeña y circular superficie le hacía frente, en efecto, un extravagante y blancuzco rostro por completo desprovisto de pelaje, y en el que sólo dos llamativos ojos rufos recordaban su anterior apariencia. Dejando escapar un breve grito inarticulado se miró el cuerpo y al instante comprendió la causa de aquel frío sobrecogedor que le atenazaba por todas partes. Su abundante pelambrera negra había desaparecido. Bajo sus ojos se alargaba el malformado cuerpo de uno de estos humanos de cuya impericia amatoria solía con tanta frecuencia burlarse”. Denis está desnudo y siente frío. “Resultaba forzoso moverse con presteza. Denis se abalanzó hacia el baúl atiborrado de las más diferentes ropas, reunidas según el caprichoso azar de la sucesión de los accidentes. El instinto le hizo escoger un traje gris con rayitas blancas, de aspecto bastante distinguido, con el cual combinó una camisa lisa de tono palo de rosa, y una corbata Burdeos. Cuando estuvo cubierto con tal indumentaria, admirado todavía de poder conservar un equilibrio que en absoluto comprendía empezó a sentirse mejor, y los dientes cesaron de castañetearle. Fue entonces cuando su extraviada mirada vino a fijarse en el irregular y espeso montoncillo de negra pelambrera esparcido alrededor de su lecho , y y no pudo impedirse llorar su perdida apariencia”.
Este es el momento culminante a partir del cuál Denis afrontará su novísima ciondición algo ha aprendido de los hombres, irá a Paris, correrá aventuras, conocerá una mujer, será asaltado por refufianes, deberá escapar de la policía, en un relato absurdo, disparatado, divertido, licencioso. El cuento está disponible emn Internet, de modo que no me cabe sino recomendarlo calurosamente. Denis es un personaje atractivo, un amigo, con el que se puede pasar un grato momento, antes que retorne a su condición primitiva, en el mejor sentido de la palabra.

GONZALO ROJAS: PERDI MI JUVENTUD


Gonzalo Rojas nació en Lebu, el 20 de Diciembre de 1917 y, en consecuencia, cumplirá 89 años. Es uno de los poetas chilenos más importantes y ha sido premiado en Chile, Premio Nacional de Literatura, año 1992, en México, Argentina y España, Premios Reina Sofía de poesía, año 1992 y Cervantes, en el año 2003. En la fotografía recibe este último galardón de manos del Rey de España, Juan Carlos. El poema que presento en esta oportunidad se llama “Perdí mi juventud” y es uno de los más conocidos del autor. Constituye, además, un buen ejemplo de su estilo y de su temática central: el amor, la muerte, la reflexión filosófica. Me interesa insistir que esta sección busca asombrar, capturar adeptos, no familiarizados con la lectura de la poesía, para uno de mis géneros literarios preferidos.


PERDI MI JUVENTUD


Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.

Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.

Pasábamos por ti como olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.

Perdí mi juventud en los burdeles
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.

Allí, bella entre todas,
reinabas para mi sobre las nubes,
de la miseria.
A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.

Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra.

Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
que copiaban en vano tu hermosura.

Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
desnuda para mi, todo era olor.

No he podido nunca saciarme en nadie,
porque yo iba subiendo devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente
y te perdí y no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.

LANZAMIENTO DE DISCO EN LA BATUTA


Por: Eduardo Bravo
Algunos creían que era imposible, otros que ocurría en diez años más, pero finalmente gracias al trabajo de gestión de nuestro manager Ché Hernández, y las buenas críticas de los productores de La Batuta a nuestro trabajo, por fin llega el día del debut de este no-esperado disco, pero necesario para al menos 4 chilenos y 1 español.
Este disco de origen Santiago-Murcia-Santiago, se llama aunque el mundo sea un disfraz. Cuyo nombre tiene un sentido nostálgico por ser una canción antigua e inédita de Raudales, y porque refleja el sentido conceptual de lírica que se quiere transmitir. Una ciudad alienada y de apariencias, que se rompe en el momento preciso en que sale a luz una propuesta desde adentro, desde las raíces y que florece como la primavera, como el polen, sin ningún antifaz, ni antihistamínicos.El lanzamiento se realizará el sábado 28 de octubre en La Batuta. Ahí se presentará este mundo sin mascarillas que incluye doce tracks, entre ellos, Vaga Ciudad, Cuerpos Geométricos y Comunidad Solitaria, los temas de salida del disco.Además mostraremos probablemente algunos lados B, canciones que tocamos muchas veces y que por diversas razones han quedado fuera como "Mirando las Hormigas", "Por la Máquina", "En este Funeral" y "Gotas en el Vidrio".
La entrada es gratis, la salida vemos". Porque la idea es que compren el disco y nos hagamos millonarios, ya que hacemos música porque queremos poder cambiar el auto cada seis meses y comprar la ropa de temporada en el Alto Las Condes. A todos aquellos que les interese tener entradas gratuitas al evento de La Batuta pueden escribirnos a contactoraudales@gmail.com. Ojo que la entrada ese día costará 5 mil, por eso es preferible que nos envien mails para hacerles llegar la invitación.
Finalmente les pido que nos hagan publicidad please, manden mails y difundan esta tocata de lanzamiento que necesita el apoyo de todos ustedes. Inviten gente que creen que les puede atraer nuestro estilo. Saludos y nos vemos el 28.
Prontamente se pondrá en está página uno de los singles independientes de "Aunque el mundo..." que estará circulando por You Tube a fin de año.

LA DERROTA


Por: Antonio Hernández
Era más fácil que yo admitiera que había sido vencido. Cada derrota, pensé, debe hacerme más duro, más fuerte, más perseverante. La verdad es que sólo habían conseguido volverme más hostil... Me irritaba ese sonido, el acompasado ir y venir de su melodiosa intrascendencia, el constante goteo insensato, el surtidor, el surtidor. Me había cansado y todos lo sabían. Lo dije en las reuniones, lo dije a los más altos ejecutivos, lo dije en los pasillos de la ceniza y la risotada, ese sonido terminaría por volverme loco, y nadie creyó, tal vez porque pensaban que ya estaba loco. Muy pocos se detienen a escuchar, pero todos tienen orejas. Los invitaba a mi oficina para que intentaran comprenderme, deliberadamente me quedaba en silencio observándoles, a veces apuntando al techo con gesto de pregunta, pero ninguno lograba escuchar el origen de mis aprensiones. Por lo tanto pasaron semanas, y luego meses, y el ruidito me escarbaba, me taladraba desde adentro como un pollo al cascarón, un picotazo aquí y otro allá, desesperadamente, cada día más doloroso y evasivo, hasta que decidí explorar la causa de mi desdicha.

Creo que era detrás del muro, quizá en un ángulo que estaba como a resguardo del ambiente general de la habitación. Yo había sido hasta el momento un funcionario intachable, magnánimo a la hora de tomar decisiones, fiel cual un perro enfermo; no me había equivocado nunca en el flujo de los negocios, jamás había incurrido en malos tratos con mis subalternos, no tenían por lo tanto derecho a cuestionar la intervención que me dispuse rápidamente a efectuar en el mentado muro. Un día a la mañana (confieso que hasta a mi me sorprendió un poco) me vieron ingresar al edificio con herramientas de demolición. Iba vestido con mameluco, bototos, y un sombrero de papel de diario. Entré raudo a mi oficina, sin demora desplegué la escalera y me puse a auscultar, los ojos cerrados, el sitio donde yo creía se alojaba el impertinente ruido. De pronto me tironearon del pantalón. Era don Porfirio, el dueño. Con una voz que jamás le había oído, mezcla de desesperación e ira, me gritó:
- ¡¿Qué está haciendo hombre?! ¿Se volvió loco? Le advierto Sanhueza que si no se baja de esa escalera en este instante lo voy a despedir y demandarlo por daños a la propiedad privada. ¿Me puede explicar qué le ocurre? Esta es una conducta que no voy a tolerar. ¡Bájese le digo! Ahora, ¿me oyó? ¡A-HO-RA!
- Pero don Porfirio, le dije, es el ruido, ese maldito ruido. ¿Que no lo oye? ¡Aquí, aquí está! Y con el martillo le di sendos golpes a la muralla en el lugar donde el borboteo era más intenso.

Por eso digo que debí darme por vencido mucho antes, confesar el fracaso inminente en lugar de tomar el toro por los cuernos. Cuando uno cree que está en lo correcto, viene otro para desmentirlo, para humillarlo frente a todos sus pares. Don Porfirio y Covarrubias y el Chico del piso trece estaban ahí, como tentados de la risa, pero también estaban los otros, apiñados en la puerta, pujando en el brocal del pasillo, en un sordo murmullo de admiración y espanto, rostros y ojos que yo no distinguí, porque en ese momento había un solo hecho en el universo que llamaba mi atención, una sola cosa en la cual estaba puesto todo mi empeño. Aunque intentaron bajarme a tirones di tres golpes más con el punzón y el martillo; hubo un clic metálico, algo que oponía una mansa resistencia al empuje del chuzo y que finalmente cedió, hacia una blanda sensación de fuga. Si me hubiesen advertido antes que el desagüe de los baños estaba ahí, justo sobre mi cabeza, en el rincón disimulado de mi despacho, no hubiese hecho otra cosa que admitir la derrota.

EL AÑO 1939


“Queremos hacer presente que no tenemos la
intención de inculpar al pueblo alemán. Si la
amplia masa del pueblo alemán hubiera aceptado
voluntariamente el programa del Partido
nacionalsocialista, no habrían sido necesarias las SS,
los campos de concentración ni la Gestapo”
(Robert H. Jackson, fiscal general americano
en el proceso de Nuremberg)



Yo nací el 15 de Octubre del año 1939, cuando en Chile aún no se apagaban los ecos del triunfo de Pedro Aguirre Cerda y del Frente Popular y cuando en Europa se había desatado la mayor tragedia del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial. Fue también el año del terremoto de Chillán, 23 de Enero, que devastó esa ciudad y prácticamente toda la zona centro-sur del país; el de la muerte de Sigmund Freud, de quién, por días no alcancé a ser su contemporáneo; el de la publicación de “Las Uvas de la Ira”, de John Steinbeck.

Cursé las preparatorias en la Escuela República Argentina, que todavía está en la Avenida Vicuña Mackenna, entre Avenida Matta y Diez de Julio y, luego, humanidades, en el Liceo 8, Arturo Alessandri Palma, ubicado, entonces, primero en Vicuña Mackenna con Malaquías Concha y después, en la misma avenida, casi esquina de Bilbao, al lado de la Embajada del Reino Unido. Por eso digo que mis estudios los hice de sur a norte por Vicuña Mackenna, cruzando el Mapocho, hasta Pío Nono, donde estaba y está la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile-

En el Liceo tuve, como compañero, desde el primer año, a un niño judío, Samuel Moses Koritowsky, que había llegado a Chile con sus padres, huyendo de la persecución nazi. Nuestros profesores, a partir de su caso, nos ilustraron sobre las causas y los efectos de la guerra. Fue por este hecho casual que, a temprana edad, tomé conciencia sobre los horrorosos crímenes cometidos por el régimen de Adolfo Hitler contra los judíos, durante la guerra.

No obstante que nunca me ocupé en forma sistemática de la guerra ni de su desarrollo militar, con el tiempo fui accediendo, como cualquiera persona medianamente culta, al testimonio de los actores, víctimas, historiadores, documentalistas, cineastas y escritores que abordaron el tema desde distintos ángulos. Paralelamente, tomé posición sobre todos los temas que se relacionan, directa o indirectamente con la guerra, como el antisemitismo, la tolerancia, el militarismo, el nacionalismo, los derechos humanos y otros.

Entre los testimonios mencionados, quiero referirme a varios que me impresionaron particularmente. Lo haré en forma breve, porque lo que me interesa destacar son las conclusiones permanentes que saqué del episodio y que se incorporaron a mi pensamiento.

Conocí al Dr. Alejandro Lipschutz en la casa de Erick Scnake, durante la campaña parlamentaria de inicios del año 1973. Erick era mi vecino, vivíamos en la calle Monseñor Edwards, en La Reina. Schnake organizó una gran fiesta para reunir fondos para su campaña senatorial y, entre los adherentes, estaba el eminente científico. Erick me solicitó que me hiciera cargo de atenderlo. Mis acompañantes, María Isabel O’Ryan y María Eugenia della Maggiora, hicieron bailar y cantar a don Alejandro, que pasaba por ser muy circunspecto, hecho que tomó de sorpresa a quienes lo conocían de cerca. Cuento esta anécdota, porque Lipschutz dictó en algún momento una serie de conferencias sobre uno de los hechos más impresionantes de la guerra, el alzamiento judío del ghetto de Varsovia. Las conferencias se editaron en un libro que tuve, que desafortunadamente no conservo.

En el plan de exterminio del pueblo judío ideado por Hitler y sus generales, el establecimiento de los ghettos constituía la primera etapa. El 12 de Octubre de 1940 la radio polaca ordenó a los judíos concentrarse antes del día 31 en un solo sector de la ciudad de Varsovia. Después de esa fecha, siguieron llegando judíos de todas partes y el espacio que ocupaban disminuía, en la medida que era necesario contar con más soldados alemanes para mantener el control de la ciudadela. Las condiciones de vida de la población judía era miserable, la cesantía era virtualmente absoluta, las enfermedades se desarrollaban sin control alguno, las condiciones sanitarias eran horrorosas y se hacían más terribles con el transcurso del tiempo. Como siempre ocurrió en la historia de la humanidad, en las condiciones más adversas, los hombres luchan por su dignidad, en las formas más variadas. En el ghetto de Varsovia surgieron espontáneamente o a iniciativa de sus líderes, formas para mantener esa dignidad, para ayudar a los enfermos, a los huérfanos, a los niños, para mantener el funcionamiento de sus instancias políticas o religiosas o, simplemente, para resistir y luchar contra el enemigo.

La idea de resistir por la fuerza los planes de aniquilamiento nazi surgió, como una necesidad evidente, a partir del traslado de 300.000 judíos a los campos de concentración de Treblinka. Poco a poco las organizaciones mencionadas comenzaron a reunir y a fabricar, en precarias condiciones, toda clase de armas, con predominio absoluto de las bombas “molotov”y granadas de mano. El primer enfrentamiento tuvo lugar el 18 de Enero de 1943, cuando los alemanes irrumpieron en las calles del ghetto, encontrando una resistencia militar que duró cuatro días y que culminó con la retirada nazi. Los alemanes tardaron en regresar. Cuando lo hicieron, el 19 de Abril, la resistencia duró sólo dos días. Los invasores recurrieron a un arma que los combatientes judíos no podían contrarrestar como estaban, reducidos a un lugar físico del cuál no podían salir. Los alemanes incendiaron manzanas completas de edificios provocando el pavor, la destrucción y la muerte. El ghetto de Varsovia fue reducido a cenizas y escombros.

Otro episodio que tiene un carácter semejante, lo narra Leopold Trepper, en sus memorias. “El Gran Juego”, que es la historia de la denominada “Orquesta Roja”, la red de espionaje soviética que actuó en territorio alemán durante la guerra, con gran acierto. El autor fue su organizador y director.

Tenía 20 años cuando vi “Hiroshima mon Amour”, de Alain Resnais, basada en un guión de Marguerite Duras que leí, en sucesivas visitas, en la Librería Universitaria, ubicada al lado de la Casa Central de la Universidad de Chile. El libro era muy caro (para mi en esa época) y no pude comprarlo. No obstante, la historia de amor entre una periodista francesa (Enmanuelle Riva) y un joven japonés, que transcurre poco tiempo después del fatídico 6 de Agosto de 1945, mientras filma en Japón un documental. Además de “Hiroshima mon amour”, en 1959 se filmaron otras dos memorables películas: “La Dolce Vita”, de Federico Fellini y “Los 400 Golpes”, de Francois Truffaut.

Una obra de teatro; “El caso Oppeheimer”, de Heinar Kipphardt, publicada en español en 1966, volvió a conmoverme con el mismo capítulo de la guerra, esta vez visto por uno de sus protagonistas esenciales, el encargado del programa nuclear norteamericano que fabricó las bombas atómicas que fueron lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

El 6 de Agosto de 1945, a las 8: 15 hrs., tres bombarderos B-29, de la Fuerza Aérea Norteamericana, se aproximaron a Hiroshima volando a gran altura, para luego ejecutar un descenso cerrado, en distintas direcciones, sobre la ciudad. Uno de los aviones dejó caer tres paracaídas, con equipos para registrar la explosión. Un segundo avión dejó caer una bomba, que detonó a 560 m, de altura. Los efectos devastadores de la explosión son conocidos por la humanidad: 78.000 muertos, miles de heridos, destrucción total. Dos días después, conociendo a cabalidad los efectos producidos por el primero, la autoridad militar norteamericana ordenó un segundo ataque, esta vez, sobre Nagasaki, con las mismas consecuencias.

Resulta imposible justificar la decisión del Presidente Truman, quién había ocupado el cargo al fallecimiento de Franklin Délano Roosevelt, el 12 de Abril de 1945. La Alemania nazi se encontraba virtualmente vencida. Los norteamericanos deseaban obtener una rápida rendición nipona. Esta necesidad no autorizaba de modo alguno un ataque bestial a la población civil indefensa de ambas ciudades.

El 11 de Septiembre de 2001 los norteamericanos y el mundo quedaron asombrados ante el ataque a las Torres Gemelas, de Nueva York, que causo muerte y desolación. La indignación mundial y la solidaridad con el pueblo norteamericano están absolutamente justificadas. Sin embargo, si comparo ambos hechos, me queda de manifiesto que no es lo mismo un ataque terrorista, organizado y financiado por un grupo de delincuentes fanáticos, que otro organizado por el gobierno del Estado, el mayor de Occidente, que se atribuye, históricamente, ser la cuna de la democracia y de la libertad.

Julios Robert Oppenheimer estuvo a cargo del equipo de científicos que desarrolló y fabricó, en el más estricto secreto y en un brevísimo lapso, entre el 6 de Diciembre de 1941, un día antes del ataque japonés a Peral Harbor, y el 16 de Julio de 1945, cuando fue detonada en forma experimental, la primera bomba de plutonio, en la Base Aérea de Alamogordo. En el equipo mencionado había físicos extranjeros, como Enrico Fermi o Leo Sziland, y norteamericanos. Por esas cosas de la vida, en este exclusivo grupo había varios científicos que tenían ideas de izquierda. El hermano, primera novia y la esposa de Oppenheimer eran simpatizantes o miembros del Partido Comunista. El mismo había sido simpatizante de dicho Partido, del cuál empezó a separarse a raíz de las pugnas de Stalin. Lo concreto es que, en esta época, la Unión Soviética era una aliada de los Estados Unidos. Unos y otros trabajaban juntos, en la misma causa, contra el nazismo. La opinión pública norteamericana miraba con simpatía al régimen de Stalin. Las ideas políticas de Oppemheimer eran conocidas del gobierno norteamericano y este hecho no constituyó obstáculo para su designación.

Sin embargo, en la medida que el triunfo sobre el eje alemán-italo-japonés se fue acercando, entre soviéticos, de una parte, y norteamericanos e ingleses por la otra, comenzó a emerger una rivalidad, a propósito de la forma como dichos estados iban a repartirse la influencia mundial. A esa altura, los estrategas norteamericanos sabían que el régimen de Hitler, aun cuando tuvo la oportunidad de hacerlo, no pudo o no alcanzó a desarrollar armas atómicas, de modo que la urgencias de poseerla era una forma de tomar posiciones en el conflicto que se avecinaba. De hecho hay quienes sostienen que las detonaciones nucleares en Japón no fueron los últimos actos bélicos de la Segunda Guerra Mundial, sino el primero de la Guerra Fría.

Como era previsible, la Unión Soviética desarrolló su propia bomba atómica y Estados Unidos perdió muy rápidamente su monopolio militar en este campo. No obstante que Norteamérica emergió de la guerra como la gran potencia mundial, con un vigoroso desarrollo económico, producto de una rápida reconvención de la industria armamentista, sectores militaristas iniciaron campañas ideológicas para posesionar en la opinión pública el combate contra el bloque soviético, que se había afianzado territorialmente con la derrota nazi. Estas tendencias tomaron una súbita preponderancia cuando el Senador por el Estado de Wisconsin, Joseph MacCarthy denunció el 9 de Febrero de 1950, que en el Departamento de Estado había 205 funcionarios comunistas. La denuncia causó gran interés en la opinión pública norteamericana y suscitó un gran apoyo para el Senador, que a partir de su éxito, continuó denunciando o inventando comunistas, produciendo un estado de excitación nacional, que llegó al paroxismo, con la denuncia al General Marshall, que gozaba de un inmenso prestigio. Este hecho, produjo una severa reacción del Ejército y del Gobierno de Eisenhower. Rápidamente se formularon denuncias de corrupción en contra de MacCarthy y el Senado lo censuró, perdiendo, de la noche a la mañana, toda influencia en la política norteamericana, donde empezaron a surgir evidencias de sus excesos.

McCarthy, en su esplendor, acusó a Oppenheimer de haber demorado deliberadamente la investigación nuclear a causa de sus ideas comunistas, para permitir que la Unión Soviética pudiera alcanzar a los Estados Unidos en la carrera nuclear desatada. “El Caso Oppenheimer” se basó en las actas de la investigación de la Comisión de Energía Nuclear de los Estados Unidos efectuada durante el año 1954. En el proceso, que consta de tres mil páginas mecanografiadas, el científico manifestó su pesar por haber contribuido al desarrollo nuclear norteamericano. Hacia el final de la obra, Oppenheimer declara ante sus jueces:

”Hace más de un mes, al sentarme en este sofá por vez primera, tenía decidida intención de defenderme, porque sabía que no había cometido ningún delito y me sentía víctima de unas lamentables circunstancias políticas, Obligado a la desagradable empresa de reseñar con detalle toda mi vida, las causas de mis actos, mis angustias e incluso otros problemas que no habían existido, mi actitud comenzó a cambiar. Reflexioné acerca de mis vicisitudes, vicisitudes propias de un científico de los tiempos actuales, empecé a preguntarme si por ventura no había cometido realmente ese delito que el abogado Robbs ha recomendado incluir en los Códigos, si de verdad realmente no había cometido una traición por pensamiento. Cuando pienso que para nosotros ha llegado a ser un hecho manifiesto y habitual que los descubrimientos fundamentales de la física nuclear sean protegidos por el más riguroso secreto, que nuestros laboratorios corran a cargo de la autoridad militar y sean vigilados como objetivos bélicos, cuando pienso que habría sido de las ideas de Copérnico o de los descubrimientos de Newton en esas condiciones, no puedo menos de preguntarme si al ceder los frutos de nuestras investigaciones a los militares, sin pensar en las consecuencias que ello acarrea no habremos por ventura traicionado el verdadero espíritu de la ciencia”. Oppenheimet concluye su parlamento con un epitafio: “Hemos hecho el trabajo del diablo…”,

Me había propuesto desarrollar otros temas, vinculados a mis lecturas sobre esta guerra, pero necesito mantener un equilibrio en relación a los temas que me propongo desarrollar.

Durante mucho tiempo tuve un prejuicio contra los alemanes y de todo lo que proviniera de Alemania. Sentía que había algo en la conducta de los alemanes comunes y corrientes durante el conflicto que me causaba esa perturbación, que intuía oscuramente, que no podía aclarar.

Finalmente la luz se hizo. Como no soy un experto en el tema, solo en forma reciente supe que hay varios estudios históricos que analizan el alto grado de adhesión voluntaria que los líderes del nacionalsocialismo encontraron en el pueblo alemán. El historiador inglés Robert Gellately, autor del libro “No solo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso”, pone de manifiesto que el régimen nazi no fue una dictadura que “impusiera” la discriminación, la exclusión y, finalmente el exterminio de millones de personas; al contrario, se trató de un sistema que la mayoría de las personas veían más o menos con buenos ojos. La persecución de los judíos o la instigación para hacerlo, su captura, la confiscación de sus bienes, su deportación a campos de concentración y su exterminio, no sólo nunca se oculto a la población civil, sino fue un hecho público y notorio, una política de Estado, explícita.

Esto es lo más grave. Desde el punto de vista de un humanista no se puede comprender que hombres y mujeres comunes y corrientes, jóvenes y ancianos, que pasarían como buenas personas en cualquiera comunidad, la mayoría de las veces con convicciones religiosas profundas y sinceras, que, sin embargo, apoyan, sostienen, justifican y defienden, voluntariamente, sin coacción alguna, regímenes tan sanguinarios como el de Hitler en Alemania o el de Pinochet, en Chile, aún después de su caída.

Y QUIZAS NO EXISTIÓ



Antonio Tabucchi (1)
Hace un tiempo, una revista francesa publicó una insólita noticia: que Jorge Luis Borges no existía. Su figura, divulgada con ese nombre, habría sido sólo el invento de un
grupito de intelectuales argentinos (entre ellos, naturalmente, Bioy Casares) que simplemente habían publicado una obra colectiva detrás de la creación de un personaje ficticio. Y que la persona conocida como Borges, aquel viejo ciego con bastón y sonrisa árida, era un actor italiano de tercer orden (la revista mencionaba incluso el nombre, pero no lo recuerdo) contratado años antes para hacer una broma, y que había quedado cautivo dentro del personaje resignándose finalmente a ser Borges "de verdad".

La noticia era tan borgeana que de por sí resultaba divertida; pese a que enseguida pensé que detrás de esa travesura no podía estar otro que el mismo Borges. Por lo demás, se trata de un discurso que se remonta a mucho tiempo atrás, cuando el "caso" Borges estalló en Europa. Quien lo hizo estallar fue, como es sabido, Roger Caillois, gran explorador de la literatura, quien finalmente había descubierto a un escritor exótico que, sin ser realmente exótico, podía proponer al lector francés algo muy distinto de los temas asfixiantes y provincianos en los que parecía haber caído por esos años la literatura francesa. El éxito decretado por Francia
determinó inmediatamente el éxito europeo y Borges, con la ironía que siempre supo utilizar respecto de sí mismo, declaró ser "un invento de Caillois". El llamado boom de la literatura sudamericana hizo el resto: el mercado cultural confeccionó a Borges, insertó su narrativa en ese
fantástico que fue adosado a la literatura latinoamericana como un emblema y Borges se encontró, probablemente a su pesar, representando el estilo de todo un continente.

Pero más allá de estas consideraciones, lo que quiero decir es sobre todoque el rechazo de la identidad personal por parte de Borges (ser Nadie) no es sólo una irónica postura existencial sino justamente el motivo central de su narrativa, el núcleo a partir del cual parecen autogenerarse todos los grandes motivos que la caracterizan: el tiempo circular (por ejemplo, el cuento "El Aleph"), la indefectibilidad de la memoria ("Funes el memorioso"), el laberinto ("El inmortal"), el espejo ("La secta del Fénix"), el mundo como libro ("La biblioteca de Babel"), la imposibilidad
de la delimitación entre el bien y el mal ("Tres versiones de Judas","Tema del traidor y del héroe") y todas las demás metáforas de lo real que él inventó para ilustrar su representación del mundo o, para decirlo con "su" Schopenhauer, el mundo como voluntad de representación. En el cuento "La forma de la espada", Borges afirma por boca de su personaje John Vincent Moon la siguiente convicción: "Lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres. Por eso no es injusto que una desobediencia en un jardín contamine al género humano; por eso no es injusto que la crucifixión de un solo judío baste para salvarlo. Acaso Schopenhauer tengarazón: yo soy los otros, cualquier hombre es todos los hombres, Shakespeare es de algún modo el miserable John Vincent Moon".

¿Jorge Luis Borges era ateo? Me inclino a creer que no (o, si se puede decir, no totalmente). Quizá más que Schopenhauer, a quien citan frecuentemente sus escritos, en su obra hay una gran alma spinoziana, una especie de ectoplasma colectivo que recoge a todo el género humano. Y que acoge, en literatura, a toda la literatura (o su "esencia"), más allá del orden diacrónico; un orden que puede posponer a Homero respecto de Leopardi o Proust.

La gran lección de ese Maestro que siempre rechazó irónicamente "ser"deriva quizá esencialmente de esto: que también la literatura, como el género humano, es una idea colectiva, una especie de alma de la cual participan todos los que han escrito. Utilizar a Borges, plagiarlo –aun
paródica o irónicamente–, es un derecho que él nos concede. Porque creo que Borges "es" justamente eso: una fe soberana en la literatura y al mismo tiempo, paradójicamente, su radical negación: una solemne lección de escepticismo.

Tal vez por eso Borges tuvo detractores encarnizados tanto en la derecha como en la izquierda: porque dio a entender claramente, a través de sus metáforas literarias, su no adhesión a ninguna fe que no se basara ante todo en su escepticismo. ¿A qué se adhirió realmente Borges? Me lo he preguntado a menudo más allá de sus circunstanciales elecciones políticas, muchas veces francamente irritantes.

Borges se adhirió solamente a su inteligencia. Aparte de ésta, no veo, enprofundidad, ninguna otra adhesión. Con frecuencia he pensado que era un ilustrado que vivió fuera del Siglo de las Luces y que ya conocía el Novecento, algo así como un ilustrado "para atrás". Me doy cuenta de que lo que digo puede parecer confuso y tal vez lo sea. Pero en la percepción que Borges tiene del mundo hay un sello, una nota que, en mi opinión, tiene justamente este significado: intentar la racionalización de la Babel de lo real sin la fe en la idea de progreso. Ubicarlo ideológicamente, pese a ciertas adhesiones de su vida, me parece, por lo tanto, estéril y quizá prematuro. Lo hará algún día la posteridad, si el mundo todavía puede disponer de semejantes valoraciones. Decir de él que es un escritor importante significa, sin duda, proclamar una obviedad y, críticamente, carece de valor. No obstante, su importancia no puede ser negada ni siquiera por quienes lo denigran (y no son pocos); y esto, desde el punto de vista crítico, significa algo. Su gusto por la invención y la paradoja, su capacidad para cuestionar lo que parecía definitivamente aceptado, su saber burlarse de las normas estéticas y morales son demostraciones de una agilidad intelectual indiscutible. Una consideración aparte merece además su capacidad para indagar la zona de sombra de lo real, para transmitirnos la idea de que lo evidente, lo obvio –en otras
palabras, lo efectivo– poseen lados oscuros e insospechados que pueden alterar lo efectivo, darle vuelta, además de ponerlo en jaque. Este tipo de sutil operación, Borges la realizó sobre todo en sus cuentos llamados realistas (definición aceptada por él mismo), y entre los cuales me gusta citar por lo menos "Emma Zunz" (de El Aleph), "Hombre de la esquina rosada" (de Historia universal de la infamia) y "El Evangelio según Marcos" (de El informe de Brodie). Los cuentos realistas de Borges, muchos de los cuales salieron en la revista Sur, de Buenos Aires, que él
tomó en parte de hechos de la crónica (creo que es importante subrayar la atención que Borges dedicó a la crónica), para mi gusto personal son lo mejor que nos ha dado su narrativa: justamente porque, con el procedimiento de un extraño detective, transmitió, casi como un contagio, la duda sobre lo que es "verdadero", la desconfianza de la evidencia, la idea de la sustancia equívoca de la vida. Tomemos por ejemplo el cuento "Emma Zunz". Borges cuenta la historia (efectivamente ocurrida en Buenos Aires) de una chica judía de origen alemán que para vengar la muerte del padre se hace violar por un marinero desconocido para poder asesinar al hombre que había arruinado a su familia y darle a la policía unajustificación válida. El cuento termina con estas palabras: "La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Igualmente verdadero era el ultraje que había padecido.

Sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios". Al indagar la paradoja de la vida y aplicarla a la literatura, creo que, esencialmente, Borges quiso significar que el escritor es, ante todo, un personaje en sí mismo. Si queremos creer en su paradoja y aceptar jugar su juego, tal vez nos esté permitido decir que Jorge Luis Borges, personaje de alguien que se llamaba como él, en cuanto tal no existió nunca. Es probable que su vida sea un libro.


(1) Una de las ideas de este blog es publicar artículos de excelencia disponibles en Internet o de mi archivo personal. Antonio Tabucchi nació en Pisa, Italia, en 1943, es profesor universitario de Literatura portuguesa, entre sus obras más conocidas en español está su novela “Sostiene Pereira”, la que fue llevada al cine en 1996, bajo la dirección de Roberto Faenza, con la interpretación de Marcello Mastroianni, su penúltimo filme. Este artículo está en varios sitios, entre ellos www.etcetera.com.mx
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